Viernes 18 de Mayo.
Sentada en el salón con el té enfriándose, el móvil en una mano y la pantalla del netbook mirándome. ¿Qué escribo hoy? Tengo varias ideas pero no es el momento de hablar de eso. ¿Qué escribo hoy? Tiene que sea algo que me salga del corazón.
Siento la vibración del móvil. Un mensaje. Una amiga me dice que se encuentra mal. Me extraña bastante. Respondo al mensaje y empieza a escribirme.
En efecto. Está mal y la razón para estarlo es tan aplastante y demoledora que no hay palabra capaz de aliviar esa angustia y miedo por aferrarse a la vida.
Un sentimiento egoísta me invade: "No puedo perderla. No puede irse todavía. Tiene que quedarse y darnos muchas más alegrías".
Lo suyo es un ultimátum. O lo hace o no lo hace. Siento miedo, esperanza e incertidumbre. Pienso: "Si ha conseguido llegar hasta aquí, sé que puede conseguir llegar mucho más lejos". Sí. No hay duda de que puede, pero da miedo.
La muerte es una etapa más de la vida, pero saber que te enfrentas directamente con ella demasiado pronto, da vértigo. La amenaza de pérdida de alguien a quien quieres, te hace vulnerable y un ser egoísta.
Todo va a ir bien. No hay opción. Toca disfrutar al máximo de cada día. Cada día es irrepetible. No hay tiempo para miedos, incertidumbres ni egoísmos. Cada día es un regalo para vivir.
¿Qué vas a hacer hoy?