En este nuevo continente, en su zona tropical, podemos decir que hasta las piedras cobran vida. Se multiplican los insectos, cucarachas, hormigas y todas las clases de bichos rastreros que puedas imaginarte.
Estaba harto de soportar primero, fumigar con cualquier insecticida, probé todas las marcas del mercado brasileño con el mismo resultado de holocausto "pan para hoy y hambre para mañana", y barrer después la plaga de "hormigas aladas rubias".Sus cuerpos gordos, si rabioso o por descuido pisabas un bicho escuchabas el crujido característico del pisado de la uva, y lleno de alas transparentes aparecían todas las noches sobre las paredes, justo al lado del baño del salón, a dónde llegaban procedentes del resquicio de la puerta principal de la casa. Desde allí se dirigían o recién llegaban, nunca lo supe a ciencia cierta, en procesión-romería, por su senda virtual perfectamente trazada, hacia la otra puerta que existe en medio del pasillo y en donde al parecer surgía otro foco de la plaga.
A la hora de acostarse después de la sesión televisiva, tras haber exterminado todo el cupo diario de ocupas alados, recorrer el camino desde el salón hasta la habitación era casi como una carrera de obstáculos que recordaba a cualquier campo de batalla de cualquier cruenta guerra, del pasado o de la actualidad. Pero eso no era lo peor.
De buena mañana, a las 7 a.m. aproximadamente, la visión de aquél pasillo convertido en camposanto por el fragor de la batalla nocturna, se antojaba un matadero industrial. Por las paredes no quedaba ningún insecto formícido heminóptero arrastrándose ahogado por el insecticida. Muy al contrario, la alfombra de cuerpos inanes y secos que se extendía a mis pies me indicaban que, antes de lavarme siquiera la cara, con la legaña lacrimal cegándome, debería de montar mi arma succionadora para limpiar las losas de aquél camposanto matutino. Pero como la experiencia agudiza el ingenio, no tardé muchos meses en dar con la solución. Bueno, para hacer honor a la verdad, he de decir que mi idea se convirtió en solución el día en que nos visito una empresa antiplagas a la que habíamos acudido, desesperados, cansados de gastar en todos los insecticidas del mundo y sin conseguir nada. Dicha empresa, su operario, después de dar un paseo por la casa y contarme lo que ya sabía, los focos, las entradas y escapes, etc., etc., nos informó de la operación de busca, captura y exterminio que pondría en marcha, casi como el desembarco de los marines, y que los animales no podrían estar cerca de casa en unas horas. Además, el presupuesto que nos hizo sería suficiente para llevar a cabo mi propia y simple idea unas 20 0 30 veces. Además, el no nos podría garantizar el éxito de la operación. Los animales de la casa: 2 jabutis (tortugas) , 2 gatos y un Pinscher enano, también protagonistas en otro blog, se opusieron a la ocupación de su campo de juegos y placer, con mucha más razón, si se iban a utilizar sustancias altamente nocivas y venenosas. Así que decidido! Un bote de Baygón,
una jeringuilla,
su aguja,
En total no creo que llegase a los 20 R$, aprox. 7€.
Así que manos a la obra: A la mañana siguiente, después de limpiar los exoesqueletos de la chacina de la noche anterior, tomé la escalera de mano y, con ayuda de mi compañera en los eventuales velatorios nocturnos, procedimos a llevar a cabo mi plan de exterminio. Introduciendo y clavando la aguja, aun estaba virgen la botella del milagroso líquido, en la parte superior de la botella de baygón, procedí a sacar el émbolo de la jeringuilla, succionando una dosis del tósigo. Inmediatamente subí en la escalera de mano y accedí a la parte superior de la puerta para tener una buena panorámica de mi campo de batalla. La batalla se presentaba.
La puerta, como suponía, se encontraba como un queso gruyere, taladrada por la gran colonia de termitas que habitaba en su interior. Sin dudarlo disparé todo el cargador envenenado en los sucesivos agujeros del canto superior. Entraba como agua pero empapaba la madera como si fuese gasolina o un disolvente. Continué con otro cargador y otro, así hasta alcanzar 3 o 4 o más. En esos momentos orgiásticos los dedos se vuelven huéspedes.
Con el dedo caliente sobre aquél gatillo plástico, decidimos continuar e inyectar todas las puertas de la casa pues, en estos casos, mejor pecar de generoso que de tacaño. La estancia apestaba a disolvente por la gran cantidad de éste con que habíamos empapado el interior de las puertas. Pasaron varios días y continuaron, si bien en menor cantidad, los hormicidios nocturnos. Fue poco a poco, tan poco a poco que creí necesario realizar la misma operación de nuevo, que noche tras noche iba disminuyendo la cantidad de insectos que querían presenciar la sesión televisiva. Hoy por fin, semanas después de la operación, puedo decir que, la plaga de hormigas o termitas o que se yo que himenóptero, la pesadilla alada terminó y se exterminó.
Pero esto no es todo amigos, por que el sobrante del frasco de Bayón Açao Total además sirvió, sino para eliminar casi totalmente la plaga de baratas, pues siempre entrarán desde la calle, para mantener a raya a las cucarachas que residían y se apareaban en nuestros dominios.
Esta es la experiencia que quiero compartir con todos y espero que seáis vosotros mismos quienes las utilicéis en vuestras en vuestras casas y así os podáis evitar el gasto que supone la contratación de cualquier empresa exterminadora de plagas.
Suelen decir que la experiencia es la madre de la ciencia y que el diablo sabe más por viejo que por diablo.
¡Salud y Suerte!