FRONTERAS, ilustración de Marta Virseda García
Érase un pájaro chiquitín, volando en un parque grande, muy grande.
Érase un pajarín coqueto, con plumas de color azul, muy azul.
Érase un pájaro chicuelo que vivía en un árbol viejo, muy viejo.
Érase un pajarito muchísimo más que bonito.
Destilaba candidez, ufano de su hermosura. Ni lo uno ni lo otro le sirvieron para ganarse el respeto de sus vecinos, quienes le consideraban engreído y mentiroso. Era esta fama injusta, pero comprensible, ya que el animalito insistía en proclamarse descendiente de un ángel, lo que le convertía en el hazmerreír de todos. Con total seriedad afirmaba que fue un ángel quien lo vistió de azul, ese azul que, por otra parte, tantas envidias suscitaba.
Un día, sin saber cómo ni por qué, su guardián alado lo llevó hasta el Parque del Estanque y luego de besarlo en la frente se marchó, dejándolo allí desamparado. Cuando los demás le preguntaban por el motivo de tan arbitraria decisión angelical, él nunca sabía qué responder, y eso, por descontado, no ayudaba mucho a que lo tomaran en serio.
Desde su llegada al parque, vivió en una rama del árbol viejo, al que ya, pasados los años, llegó a considerar una extensión de sí mismo. Esto acaeció de forma inadvertida, pues dicha imagen de fusión fue calando en su inconsciente a base de repetirse en sus sueños; sueños que a su vez parecían vívidas estampas de otra vida anterior. Y tan real le parecía esa vida, que por tal motivo estaba convencido de que el árbol y él eran la misma cosa.
Por ejemplo: confundía el vaivén de las ramas con su batir de alas, y otras cosas por el estilo igual de peregrinas. Este pequeño ejemplo dará idea de su alto grado de confusión. No podía sospechar el pajarito con cuánta rapidez el destino se encargaría de trastocar, al menos en apariencia, sus sólidas impresiones.
Mariaje López (El mundo de la línea infinita) Ilustraciones de Marta Virseda García. M.A.R. Editor.