La mejoría de las condiciones de vida y los adelantos diagnósticos/terapéuticos como el diagnóstico de la imagen o molecular, el desarrollo de terapias génicas y biológicas, tratamientos de enfermedades intrauterinas así como la prevención de enfermedades infecciosas con nuevas vacunas han mejorado el pronóstico de vida de niños con enfermedades graves que morían muy jóvenes. Ahora sobreviven durante años con buena calidad de vida pero con un control constante de su enfermedad. Las enfermedades se vuelven crónicas y su vigilancia pasa del pediatra al médico de familia.
En la actualidad, las enfermedades crónicas son la causa más importante de ingreso en el hospital después de los traumatismos y la prematuridad. En relación con la alimentación, las alergias alimentarias y los trastornos de la conducta (anorexia y la bulimia) ocupan un lugar destacado. También se se van conociendo más y mejor las enfermedades inflamatorias autoinmunes que afectan a diferentes partes del organismo, y los trastornos permanentes o temporales producidos por un entorno de productos tóxicos que rodean al niño desde la gestación.
Por otra parte los cambios sociales han sido enormes afectando de forma especial a la estructura familiar fundamentalmente por la incorporación de la mujer al trabajo y el cambio de relación entre las parejas. Además, hay un incremento de trastornos mentales estimándose que afectan al 20-25% de la población infanto-juvenil. Como consecuencia preocupan cada vez más temas como el mal rendimiento escolar, la educación, la violencia, las drogas y la conducta sexual irresponsable.