Lo friki y lo mainstream. Ciencia ficción de fondo de una comedia romántica. Lo de siempre camuflado en lo novedoso. De lo cósmico a lo privado. Nacho Vigalondo ya en Domingo, corto de este mismo director del año 2005, perfilaba los temas de esta nueva versión (la referencia que de él hace es convenientemente cómica), solo que en Extraterrestre ha tenido que ir más allá creando un artefacto de estilo propio en el que el escenario erróneo es la ventana a la cara interna del nacimiento, mutación y muerte de una relación amorosa no tan atípica como pueda parecer. Y el beso y la catástrofe, axioma tan propio del género de la ciencia ficción se expone e hiperbola.
En Extraterrestre de tal forma son narcisistas los protagonistas que salvo una leve nota de cariño dentro de una larga relación (la excusa del juego) entre Julia y su novio Carlos todos ellos mirarán para su propio ombligo, omitiendo la realidad de amenaza externa que debería ponerles en favor de el apoyo mutuo. Ni siquiera se preocupan por sus respectivas familias. En uno de los últimos momentos parece haber un atisbo de emotividad, que está envuelto en las dudas metaconversacionales que tanto nos acucian hoy en día. Parece que para mostrar un sentimiento hay que admitir la presunta banalidad del mismo, su más que posible autoengaño o simple farsa. Y mientras tanto las calles vacías, posiblemente llenas de extraterrestres invisibles. ¿Casualidad?
Me temo que no. La paranoia, la picaresca y el enredo se suceden en las escenas de Extraterrestre. Parece que sus personajes necesitan constantemente hacer más complicado algo que era bastante simple, aunque terrible, en un inicio, llegando a supeditarse lo segundo ante lo primero. Se podría decir que Vigalondo nos acerca a muchos esa búsqueda constante de cualquier pretexto para complicarnos la vida, alejarla de lo inherentemente animal para convertirnos en humanos (el humano es más inteligente que el animal medio, nuestra evolución lógica será el conquistar otros mundos, es decir, convertirnos en extraterrestres). ¿Es el miedo lo que nos hace huir de la realidad que tememos o es en estos tiempos el gran drama el aburrimiento? En cualquiera de los dos casos la insignificancia, la falta de poder para cambiar gran parte de la realidad de nuestras vidas se vestirá de un trágico que nos hace arremeter contra la razón y la lógica.
Interesante desde el punto de vista de la producción. El espectador inquieto apreciará el juego con los recursos narrativos y un guión más que cuidado pero que no llega a enamorar como Los cronocrímenes por razones obvias. No puedo dejar de mentar que los actores (Jenner, Cimas, Areces, Noguera y Villagrán) están enormes todos (cómo no estarlo), donde sus dicciones peculiares ayudan a acrecentar la sensación de tarado de cada uno de ellos, y sin embargo sus comportamientos (muy extraterrestres todos) nos acaban pareciendo de lo más verosímiles.
Con el guión y dirección, Nacho Vigalondo ha hecho de nuevo la película que quería hacer (ese tópico), lo que apuntaban sus cortos y el tema verdaderamente central de lo que de momento vemos en su obra: la complejidad en la forma de las realidades amorosas pero su simplicidad de fondo en todas ellas. Donde lo superficial a veces parece obnubilarnos para no dejarnos ver la verdad de nuestras acciones. Y siempre es emocionante vivir el sueño de un modernito de Tribunal mientras duerme en la cama de la chica a la que se ha ligado esa noche (no, de eso no va la historia, pero a veces no pude dejar de pensarlo).
Y sin embargo preveo fracaso estrepitoso. No se puede negar su declive hacia el final, su bajona al saber que nos ha hecho la trampa con una promoción que parecía resolver algunos conflictos de otra forma, de unos diálogos que a ratos no denotan toda la brillantez del cántabro y su difícil exportación (en contraposición con lo que pasaba con Los cronocrímenes) al exterior con un humor muy chanante. También que en ocasiones parece que los diálogos fractales son en realidad cabos sueltos del guión, cuando en realidad me atrevo a pensar que son más bien enfoques voluntarios que toma un seguidor de las lineas narrativas de J. J. Abrams que falta de talento.
Pero sobre todo por el hecho de ser una película que dialoga de una forma exógena. Cuyas sugerencias son tan sutiles que la mayor parte de los espectadores se lo perderán. Donde tal vez Vigalondo intenta hablarse más a sí mismo que a los demás. Y esos demás verán una película de cine español que va de ciencia ficción y no lo es. Lo bueno es que sabemos que tiene otros proyectos futuros que pintan más que bien.
Esther Miguel Trula
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