(Cinemagias, 11). Junto con La naranja mecánica, que el propio director ordenó que se dejara de proyectar por sus posibles efectos "perniciosos", tal vez sea Eyes Wide Shut («Ojos cerrados de par en par», según la traducción del difícil título que me parece más sugerente), la película más polémica de Stanley Kubrick.
En varias ocasiones me he visto "obligado" a defender lo que a mí me parece un filme brillante y valiente frente a las opiniones de amigos o conocidos, incluidos admiradores del gran cineasta, que la consideran una obra menor en su filmografía, incluso una mala película. Naturalmente, para gustos colores.
Si pienso que EWS es no sólo una de las mejores obras de Kubrick sino la más personal, arriesgada y valiente de su carrera, así como un revelador testamento fílmico, se debe, entre otras muchas cosas, a secuencias como la que aquí aparece. Está protagonizada por una intensa y convincente Nicole Kidman que, literalmente, eclipsa a un Tom Cruise anodado por la revelación interpretativa de la que en muy poco tiempo dejaría de ser su mujer en la vida real.
La escena tiene, a mi entender, un claro espejo y referente en la secuencia final del testamento cinematográfico de otro grande del séptimo arte: The Dead» («Dublineses»), de John Huston.
En ambas casos, la memoria crucial de lo que pudo haber sido un paso decisivo en la vida, ligada a la indecible nostalgia de una pasión amorosa sólo presentida —mas con inolvidable intensidad—, es la materia emocional de sendas confesiones femeninas que dan cuenta de profundos secretos y deseos que, quizás como toda verdadera pasión, no pueden ser nunca satisfechos.
(Primera publicación en Facebook, 31.05.2017)