Editorial Anagrama. 235 páginas. 1ª edición de
2015.
Conocí a Pedro Juan Gutierrez (Matanzas, Cuba, 1950) gracias a una reseña de
Babelia
firmada por mi admirado crítico Miguel
García-Posada. Descubrí mucha literatura moderna en la década de 1990
gracias a sus reseñas, me fiaba mucho de él y nuestros gustos solían coincidir.
Tras el verano de 1999 yo había acabado mi licenciatura de Administración y
Dirección de Empresas y estaba pensando irme una temporada a Londres, un plan
que al final, y por diversas circunstancias, abandoné. Recuerdo que cuando tomé
la decisión de quedarme en Madrid y buscar con intensidad trabajo, también,
como afirmación de un destino (o algo similar), compré dos libros de relatos de
Anagrama: Llamadas telefónicas de Roberto
Bolaño y Trilogía sucia de La Habana de Pedro Juan Gutiérrez. Ambos libros se encuentras entre mis
favoritos de colecciones de relatos. A Bolaño ya lo había leído y por tanto la
sorpresa de su lectura fue menor que la que supuso la Trilogía sucia de La Habana de Pedro Juan; un volumen formado por
tres colecciones de cuentos que su autor había tratado de publicar en Cuba sin
éxito. Creo que a través de algunos autores españoles consiguió hacer llegar
sus libros a Anagrama y Trilogía sucia de
La Habana se convirtió en un gran éxito traducido a muchos idiomas (me
parece que ya va por los veinte). Roberto Bolaño y Pedro Juan Gutiérrez se
convirtieron desde ese año 1999 en mis dos autores de cabecera de Anagrama, los
dos autores de los que iba a comprar sus libros según aparecían. De hecho,
tengo casi todas las primeras ediciones de sus obras. Quizás Bolaño me ha
parecido siempre más versátil que Pedro Juan, pero, a pesar de que Pedro Juan
ha conseguido crear un tipo de escritura que puede resultar repetitiva, su
forma de narrar era tan potente que siempre era un placer volver a
reencontrarse con él.
En Trilogía sucia de La Habana Pedro Juan Gutierrez crea al personaje
de Pedro Juan, un alterego de sí mismo, pero más desesperado y furibundo que lo
que debe ser el autor en la realidad. Pedro Juan es un tipo que fue periodista
en el pasado, pero debido a su individualismo cayó en desgracia (esto nunca se
aclara del todo) y se dedica en el presente narrativo del libro a sobrevivir en
La Habana, en la dura época de los balseros de los años 90. Trilogía sucia de La Habana se puede
leer como una novela formada por pequeñas aventuras de Pedro Juan. Cada cuento
refleja una salida de su casa, una tarde de reflexión en su azotea o un encuentro
sexual (el sexo, el alcohol y la escritura furiosa son sus válvulas de escape).
En realidad estos cuentos entroncan con la tradición picaresca, salvo que la
sensación de desesperación supera al uso del humor. Pedro Juan se busca la vida
en una Habana caótica, en plena descomposición. Nunca se habla de Fidel Castro
ni del poder, pero su crítica está latente en cada página, en cada imagen de
edificio derruido o personas desgraciadas en la calle. Al fin y al cabo
Gutiérrez (al escritor le llamaré Gutiérrez y al personaje Pedro Juan)
pretendía publicar su libro en Cuba y seguir viviendo allí.
Después vendrían Animal
tropical (con un impagable Pedro Juan en Suecia), El Rey de La Habana (sin
Pedro Juan, con el personaje de un joven analfabeto, un joven salvaje de ciudad,
que me gustó menos), el libro de relatos El insaciable hombre araña (que
sigue en la línea de la Trilogía) y Carne
de perro (unos relatos más sosegados; aunque no se comente en los
textos, Gutiérrez ha tenido éxito con sus libros y su personaje se ha sosegado,
ya no tiene que salir a la calle a buscarse la vida, y puede ir tranquilamente
a la playa o quedarse en casa pintando un cuadro; aumenta aquí la melancolía,
pero baja la rabia vital, fuente de la narrativa de Gutiérrez); la novela Nuestro
G. G. en La Habana (una curiosa intriga en torno al escritor Graham Greene) y El nido de la serpiente
(con un Pedro Juan más joven). Esta última novela fue publicada en 2006.
Gutiérrez publicó en Anagrama siete libros en siete años y de repente
desapareció. Sé que ha publicado algún libro más en otras editoriales, pero que
no he leído debido a mi demencial pasión por Anagrama.
Gutiérrez tiene una página web en
la que anuncia sus libros y ahí yo he leído que había escrito alguna novela más
que se encontraba libre de derechos de autor. También escribe poesía, que no ha
sido publicada en España. En alguna ocasión me pareció que sería una buena idea
que esa poesía se viese publicada; incluso me pareció una buena idea comercial,
repetir el fenómeno de la poesía de Charles
Bukowski o de Raymond Carver,
autores con un gran número de lectores en prosa que se consiguen traspasar a su
obra en poesía. Se lo comenté a mis editores canarios de Baile del Sol, y dio la casualidad de que les resultó fácil
contactar con Gutiérrez ya que desde hace unos años vive en Tenerife, pero no
pudieron ponerse de acuerdo: Gutiérrez pedía un adelanto por su obra poética
que la editorial no podía permitirse. Una pena, me hubiera encantado haber
intervenido de forma tan directa en la vida literaria de este país y poder haber
promocionado así parte de la obra de un
escritor del que soy tan seguidor.
Ahora, después de nueve años,
cuando estaba pensando en releer los libros que tanto me gustaron de él,
Gutiérrez vuelve a publicar en Anagrama, y como en los viejos tiempos yo he
comprado el libro según ha aparecido en las librerías. Ha sido un bonito
reencuentro.
En Fabián y el caos vuelve a
aparecer el personaje de Pedro Juan, pero el encuentro del lector con él no es
tan directo como en otras de sus obras. De hecho, el comienzo de la novela me
ha desconcertado un tanto. Fabián y el
caos empieza en tercera persona acercándose a la figura de Fabián, pero
para llegar a él nos contará la historia de sus padres, que emigraron desde
España a Cuba. La prosa de Gutiérrez parece haberse vuelto más comedida, menos
desmelenada que de costrumbre. De hecho, el estilo indirecto libre de la
tercera persona, cuando habla de los padres de Fabián (un catalán y una
madrileña que se conocen en Madrid), se olvida de los cubanismos y usa términos
castizos; por ejemplo: “Iba por la vida dándoselas de chulita” (pág. 13),
“Haber consumado el matrimonio como Dios manda” (pág. 17), “Se iban a joder”
(pág. 39).
Los padres de Fabián emigran a
Cuba. La madre toca el piano en una guardería y el padre trabaja en la tienda
de un tío que emigró una generación antes que él. El padre sueña con el éxito
económico y ahorra cada peso. No podrá imaginar que en 1959 va a perder todo su
dinero gracias a la revolución.
A pesar del lenguaje más comedido
de esta primera parte del libro, Gutiérrez vuelve como otras veces a hablar sin
tapujos de sexo, pero lo que más me llama la atención es que ahora habla sin
tapujos de política. La primera parte, la de la historia de la emigración de
los padres de Fabián, acaba en 1959. Este es su último párrafo: “En ese momento
todos los cubanos, seis millones de personas, quedaron igualados por lo bajo.
Como un golpe de kárate. Magistral. En un instante dejaron de existir la clase
alta, la media y la baja. Mandrake el Mago, con un solo pase de sus manos, hizo
un truco perfecto delante de los ojos de todos, y nadie vio la trampa. Ahora
todos eran pobres de verdad. En todos los sentidos. No sólo económicamente. Era
un golpe genial, algo perfecto. Pero era sólo el comienzo. Lo mejor vendría
después.” (pág. 51)
En la segunda parte la voz
narrativa es la de Pedro Juan. Recuperamos aquí toda su desesperación y su
fraseo cubano. Este estilo narrativo es más potente que el anterior (aunque el
anterior llevaba muy bien al lector, que siempre quería saber más sobre lo que
iba a pasar). Estamos ante un Pedro Juan joven que nos va a contar su vida en
el instituto, centrándose en su relación con el apocado Fabián, aprendiz de
pianista. Algunas de las historias que se cuentan ya son conocidas por el
lector de Gutiérrez, como la dedicación de Pedro Juan al negocio de los
helados.
La estructura del libro es la
siguiente: partes 1, 3 y 5 contadas en tercera persona (la primera con
casticismos, porque se centra en los padres españoles de Fabián, y las dos
siguientes con más sabor cubano, porque el estilo indirecto libre se acerca más
a los pensamientos de Fabián, nacido en Matanzas). Las partes 2 y 4 están
narradas por Pedro Juan y se centran en sus encuentros con Fabián, el verdadero
protagonista de este libro, que como leí en una entrevista está basado en una
persona real que Gutiérrez conoció en su juventud.
La crítica al gobierno cubano ya
he comentado que se vuelve aquí manifiesta, pero además se centra en un tema
concreto: la crítica a la persecución de los homosexuales. Fabián trata de
vivir aislado del exterior soñando con convertirse en un gran pianista, además
es homosexual. Casi acaba en una cárcel de reeducación cuando es pillado en la
playa con otro chico. Así habla uno de los policías cuando son llevados a
comisaría: “¿Son los maricones que cogieron en la playa? Si yo fuera el juez
les meto veinte años por lo menos. Uhhh, como no. Veinte años. En Agüita,
trabajando al sol, pa que se hagan hombres. O se hacen hombres o se mueren.”
(pág. 141)
Fabián acabará sufriendo
seriamente la persecución por ser homosexual, y aunque en algunos casos se
comporta como un ser desagradable y despótico con sus padres, su historia es
terrible y uno acaba el libro sobrecogido.
Si alguien no ha leído nunca a
Pedro Juan Gutiérrez le recomiendo que empiece por Trilogía sucia de La Habana, un libro que me impactó muchísimo en
su momento, que desde hace más de quince años viaja conmigo, en mi imaginario
de lector, y que he de releer. Si alguien es lector habitual de Gutiérrez Fabián y el caso le gustará. Fabián,
como personaje, es una creación potente. Pedro Juan Gutiérrez ha vuelto a
Anagrama y, como ya he apuntado antes me ha encantado este reencuentro.