Así podríamos cantarle a Carles Fabra, el imputadísimo, que ya tiene fecha para acudir al banquillo. Un tipo --presidente de la diputación castellonense durante dieciséis años--, que jugó a ser el dios de Castellón cometiendo, presuntamente, las más altas villanías que puede cometer un político. Un ser cuya megalomanía es tan grande como la estatua que se ha hecho esculpir para su mayor gloria y honra en el aeropuerto peatonal de su provincia.
Finalmente parece que ha llegado la hora del todavía presidente del PP de Castellón, un juez, Jacobo Pin, le ha acusado --después de que durante los últimos años, curiosamente, haya habido ocho jueces que han dejando la instrucción del caso Fabra sin terminar (han preferido elegir otros destinos) y de que la Audiencia provincial de Castellón dijera que habían prescrito los delitos, ahora el Tribunal Supremo ha desdicho a la Audiencia y ha puesto los puntos sobre las íes— de los delitos de cohecho, tráfico de influencias y fraude fiscal.
Este individuo, “ciudadano ejemplar” –así le calificó el dios Rajoy--, no ha podido evitar que a la enésima vez sea juzgado. Es acusado por los delitos de cohecho, tráfico de influencias y varios fraudes a Hacienda.
Como serán las pruebas que tiene el juez de Nules, que le ha pedido de fianza 4,2 millones de euros antes del lunes, pasado mañana. A lo que hay que sumar los 800.000 que ha solicitado a su esposa, también imputada.
Son tantas las fechorías que merecerían una novela de corte mafioso. Ha demostrado su rancia chulería constantemente desde su cargo de Presidente de la Diputación. Insultó a medios de comunicación no afines y a la oposición, le “tocó la lotería” varias veces, pasando por amenazas como la de mearse en la puerta de Izquierda Unida, o la chulería de quitar la palabra a quien le estaba criticando, hasta el colmo del egocentrismo más elevado, llegando antes de retirarse de presidente de la diputación a construir un aeropuerto que no tiene permiso para operar. Por no hablar de las declaraciones de Hacienda, que de ellas hablarán en el juicio.
Un ejemplo detestable de lo que puede llegar a ser un político ególatra y corrupto. Un tipo que siempre se ha creído por encima de la ley y que considera a Castellón como su reino de Taifa particular. Algo que le viene de herencia, puesto que es la quinta generación de los Fabra que regenta la presidencia de la diputación provincial, desde 1874.
Ayer vi una escena que llega al alma, en televisión: Un niño iba de la mano del gran Fabra, en la puerta del aeropuerto de Castellón, y éste le preguntaba: “¿Te gusta el aeropuerto del abuelo?” . Así es Fabra, el aeropuerto sin aviones, es también suyo, esa es la concepción patrimonial que tiene el “buen hombre”. Es suyo al igual que todo Castellón, faltaría más. Ahora, que ha ayudado enormemente a arruinar a la Comunidad Valenciana, el mafioso Fabra puede terminar en la cárcel, y seguro que si le mandan a una prisión castellonense, el nieto le podría preguntar “Abuelo, ¿Esta cárcel, es también tuya?”.
Salud y República