Revista Comunicación

Fábula: El muñeco de nieve

Publicado el 15 agosto 2022 por Universo De A @UniversodeA

¡Menuda época esta para publicar un relato con semejante temática!, sin embargo tal vez sea más adecuado de lo que penséis, y os acabe refrescando… en todos los sentidos.

Con sinceridad, no tenía previsto (y tampoco quería) hacer otra fábula de modo inmediato (quitando los microrrelatos, es lo que más he escrito últimamente de relatos completos; como han sido este o este otro caso, por poner ejemplos)… pero esta narración que os presento, es otro de esos perfectos ejemplos que demuestran como realmente las creaciones son como hijos: ciertamente tú las concibes, incluso puedes guiarlas, pero llega un momento en que ellas toman sus propias decisiones y poco puedes hacer al respecto. Esa misma fue la coyuntura; no quería volver al género fabulístico, pero el propio relato tomó ese camino de modo tan claro que, al final no pude negarme a admitir lo que verdaderamente era (¿y qué puede beneficiar o hacer más feliz más a los hijos que el reconocimiento y aceptación de sus padres? -sean todos del tipo que sean- pues eso).

Siendo así, os presento mi nueva creación literaria; que, con formas ingenuas, trata cuestiones más complejas (¿aunque no es esa una característica de la propia fábula precisamente?, ¿desvelar la naturaleza humana de un modo tan solo aparentemente inocente?); que es lo suficientemente clara, y a la vez ambigua, como para generar identificación en personas muy diferentes; suscitar debate, análisis, acerca de su posible interpretación y/o aplicación en múltiples casos…. Siguiendo mi costumbre, yo ahí no me meto, y os dejo que dilucidéis (pues, como siempre, ni la moraleja en verso contribuye a aclarar todos los diversos puntos y aristas de la narración).

Así que, sin más, os presento a….

Fábula: El muñeco de nieve

El muñeco de nieve

Hace tiempo, en otro lugar, se puso a nevar. Al principio, los copos iban disfrazados con la lluvia, de modo que solo parecían gotas muy frías, pero poco a poco, comenzaron a tomar protagonismo, dejaron ver lo que eran en toda su fascinante, peligrosa belleza. Pronto, los cristales de hielo, con sus idas y venidas, se convirtieron en un radiante espectáculo que a todos encantaba, por ser, en aquella zona, poco frecuente. Había personas que se quedaban en la ventana horas enteras embelesándose con su vuelo (algunas de ellas, con la curiosa contradicción de contemplar, tan helado desfile, en hogares bien calentados o incluso con alguna bebida hirviente en la mano). Finalmente, pasó lo que tenía que pasar: la localidad se coloreo de un precioso blanco.

Y se daba el caso, de que en una de las casas de aquel sitio, había unos niños entusiasmados con salir a la nieve, eran muy jóvenes, así que solo sabían de ella de oídas, únicamente veían su belleza, pero jamás habían experimentado su escalofriante tacto, o habían resbalado y se habían caído por no tener cuidado en un medio tan hermoso como inseguro. Quizás por ello, soñaban con hacer un muñeco de nieve (a ser posible, tan bonito como los que habían visto por distintos medios), antes de que se presentase el sol, para aguarles, literal y figuradamente, la fiesta; debido a esto, no eran capaces de hablar de otra cosa, y aturdían a su hogar con su obsesión… al final, su obstinación dio sus frutos, pero, en cualquier caso, sus padres, lógicamente más experimentados, se dieron cuenta de que sus hijos poco podrían hacer con la fina capa que había caído, suficiente para tintar el gris urbano, pero, desde luego, no para jugar; así que decidieron llevárselos a una zona más apartada, montuna; a la que, como tantas otras parejas, habían ido cuando eran novios, a hacer pícnics en épocas más primaverales.

En tal paraje, la familia pasó un día estupendo, jugaron, se divirtieron, y todos se sintieron como niños… hasta que llegó la hora de irse; así que los padres tuvieron que retomar su papel de adultos, volver a agobiarse por sus responsabilidades, y sacar a sus hijos, a regañadientes, de ese Reino de Babia en el que parecía convertirse este rincón del universo para todo aquel que lo visitaba.

Quizás, para hacer menos dolorosa la vuelta al mundo real, todos se concedieron un último instante de fantasía, y se despidieron muy afectuosamente del muñeco de nieve que habían hecho juntos… desgraciadamente, estaban tan subyugados por las necesidades, exigencias y convicciones de su civilización, que no se dieron cuenta, cuando se marchaban, de que él también se estaba despidiendo de sus creadores.

No preguntéis por qué o cómo tal escultura de hielo podía tener vida, pero así era. Tal vez se debía a que en aquel paraje se habían concentrado tan buenas vibraciones, tanta energía positiva, amor, felicidad o lo que fuera; que tuvo que hacer eclosión en algún momento, y fue aquel… pero la verdad es que no sabría decir la auténtica razón.

En todo caso, no os imaginéis, porque no era así, una forma de vida de carácter chillón, llamativo, puesto que, muy por el contrario, el muñeco de nieve solo conocía el idioma universal de la naturaleza y en tal se expresaba; no se movía, ni daba la más mínima impresión de ser algo que no fuera una cosa exánime ante los ojos y perspectiva humana (o al menos de la mayoría, pues ha habido colectivos de esta especie que han creído en el animismo, y que por tanto eran conscientes de que todo lo que tenemos ante nosotros es un ser); pero con sus hermanos naturales podía comunicarse, y de hecho, lo hacía: en esa lengua que las personas han olvidado, en su afán por diferenciarse y dominar al resto, ese argot sencillo, que no simple, basado en sonidos mejor o peor temperados, que los hombres mayoritariamente oyen, pero no escuchan, y que, en cualquier caso, son incapaces de comprender en toda su extensión.

-¡Oh, qué día tan maravilloso!, ¿no creéis?, ¡qué bien me lo he pasado! -exclamó juvenil, la escultura hecha de copos, a todo el que podía escucharle-, espero que la familia vuelva pronto, y podamos volver a jugar, pasar momentos tan estupendos como los de hoy, ¡estoy tan deseoso e impaciente de que suceda de nuevo!… pero tengo tantas preguntas acerca de lo que me rodea, por ejemplo, algo que me ha llamado todo el tiempo la atención, ¿qué es esa fascinante circunferencia, que a pesar de estar tapada, emborronada, por la blancura del cielo, parece ser el origen de toda la luz?, ¡me parece tan hermosa!, ojalá pudiera verla más claramente….

Los árboles, decanos del bosque por excelencia, generalmente desdeñaban a vidas tan efímeras, que sabían que nunca podrían madurar tanto con ellos (en ningún sentido de la palabra), y por tanto no les aportaban estímulo o interés alguno… pero esta en particular les conmovió, en su dulce e infantil candor, de modo que no pudieron evitar hablarle con la áspera voz de la experiencia.

-En cuanto a los humanos, temo que no retornarán -dijo uno de ellos con su vetusto señorío, meciendo sus susurros (los árboles, salvo cuando son talados, y emiten su último gemido, jamás levantan la voz, ¡son demasiado nobles!) en el viento, que pasaba a través de sus ramas, para transmitir su mensaje-; respecto al círculo que ves, es el sol, fuente de vida y de muerte… un día, las nubes que lo tapan se apartaran, volverá a brillar en plenitud, y hará calor. Por lo que aprovecha el tiempo que tienes, no dependas de otros, ni de nada, para ser feliz. Es nuestro mejor consejo.

-¡No!, eso es imposible, seguro que regresarán -respondió la glacial criatura-; lo que pasa es que decían que iban a coger frío… y prometieron que regresarían un día cálido, así que, cuando cambie el tiempo, seguro que estarán aquí de nuevo… supongo que debo alegrarme por mí mismo, porque me encuentro perfectamente, ¡así que está claro que soy fuerte y resistente!…. ¡Pero cuán fabuloso es lo que me cuentas, si tal y como dices, llegará la ocasión en que podré ver el sol mucho mejor!, ¡ah, míralo!, si ya es precioso en este momento, qué bonito llegará a ser cuando se lo vea bien y luzca en todo su esplendor, cómo de hermosa será su luz, ahora velada y difusa… y para colmo de contento, ¡podré celebrarlo junto a la familia!, ¡pero qué felices volveremos a ser!… ¡estoy impaciente porque llegue esa grandiosa jornada!.

Ante tanta inocencia, la arboleda no pudo sino callarse, en un gesto, mezcla de compasión y desdén.

Sin embargo, el ente de hielo se quedó pensando, completamente embelesado, absorto por la inmensa ilusión de lo emocionante que imaginaba que sería aquel futuro maravilloso….

Y hasta tal punto permanecía ensimismado, de modo constante, en sus vivencias y alegrías venideras; que resulta sorprendente que, bastante tiempo después, percibiese que un conejo arribaba a aquel lugar… aunque tal vez, en realidad solo se dio cuenta de ello, precisamente porque el animal había venido por el mismo camino por el que la familia se había ido… así que al muñeco de nieve le faltó tiempo para preguntar al recién llegado si los había visto acercándose.

-¡No, ni falta que me hace encontrar a ningún humano! -dijo el mamífero-, ¡cuando los veo corro en dirección contraria!, ¿no los hay por aquí, verdad?… estoy hambriento, vengo buscando comida… con la nevada me ha sido muy difícil subsistir, pero aquí ya se está derritiendo, y me será más fácil acceder a la vegetación, ¡mi suculenta vegetación! -y dicho esto, empezó a escarbar.

-Oh, ¡pero qué hermosa es! -exclamó la congelada formación al ver por primera vez la hierba-, ¡y qué color más precioso!; verdaderamente, es mucho mejor que se derrita la nieve, porque, aunque la familia pasó mucho rato conmigo, quizás se entretuvieron demasiado con el resto de ella, y al final cogieron frío… ¡ojalá no la hubiera, y así estaría más junto a ellos!; además, ¡claro!, ¿cómo va a lucir mi blancura en todo su esplendor si estoy rodeado por doquier de la misma materia?… quizás por eso aún no han vuelto, porque no me encuentran… además, ¡por si fuera poco, ahora podemos ver esas maravillas que me estás mostrando!, antes el paisaje era tan monótono, todo igual…; menos mal que, ¿sabes?, pronto no habrá nubes, el cielo será azul, ¡el bonito sol se verá totalmente, y volverá la diversión!; ¡qué ganas tengo de que llegue ese momento, me regocijo tanto imaginando sin parar mi perfecta felicidad futura!, será mucho mejor que la pasada, compensará la espera… ¡qué pase el tiempo ya, que llegue el día!.

Al oír esto, el conejo se quedó patidifuso; pero luego, como todas las criaturas que no tienen tiempo que perder, pues su estadía en el mundo es sumamente breve, reaccionó irreflexible, e incluso descortesmente, con una fuerte carcajada; lo que no le privó de, entre risas, proferir:

-¡¿En serio?!, ¿pero no te das cuenta de que cuando el resto de la nieve se derrita, tú también lo harás?, ¿no ves que que sois parte de lo mismo?, ¿de verdad te crees tan diferente, tan aparte, que te parece que puedes sobrevivir si el resto de lo semejante a ti ha desaparecido?; y los hombres te han olvidado, no significas nada para ellos, solo fuiste su diversión de un día, no te están buscando, cuando vuelvan, si es que lo hacen (¡las personas, consciente, subconsciente, voluntaria o involuntariamente mienten tanto!) no esperan encontrarte, porque saben que no sobrevivirás, que cuando vuelva el sol te destruirá, porque eso es lo que va a hacer: deshacerte hasta que te desvanezcas; ¿qué te crees, que sudas? no estás echando unas pocas gotas: te estás derritiendo, estás desapareciendo. Y ahora me voy, porque no puedo perder más tiempo con estas tonterías: todos tenemos los días contados, solo tenemos el ahora; podemos y tenemos que planificar el futuro para intentar sobrevivir (como he hecho yo viniendo aquí)… ¿pero quién me dice a mí que mañana no estaré en las fauces de algún lobo, enfermaré y moriré de frio, hambre… o me disparará alguno de tus humanos?, ¡vive ahora en vez de imaginar la vida que tendrás en un futuro que no sabes si llegará!.

Ante tan brusco discurso, el níveo muñeco se quedó por unos segundos impactado… pero estaba tan convencido de su verdad, que reaccionó declarando:

-¡Eso no puede ser!, está claro que me estás gastando una broma… ¡por eso te reías!; al fin y al cabo, ¿como yo, que soy tan grande y fuerte, voy a desaparecer con el resto de la nieve que está desperdigada por el suelo?, ¡no digas tonterías!. Entiendo que hayas tenido malas experiencias con personas, pero esto es diferente… y el sol, ¿siendo algo tan bonito (por algo se usa la expresión «hacer buen tiempo» cuando él sale) como va a hacerme mal alguno? pero tienes razón, estos días son un desperdicio, ¡ojalá se pasen cuanto antes y llegue el momento que tanto anhelo!.

Pero, para cuando llegó al final de su diatriba, la alba criatura estaba pronunciando un monólogo, pues el presuroso conejo, en parte siguiendo su propio consejo, ya se había marchado hacia la mitad del alegato, tras un tosco gesto de hartazgo, dando al gélido ser por imposible.

Solo de nuevo, el muñeco de nieve ya no tuvo excusa para no volver a sus ilusiones del porvenir ideal que tanto deseaba y del que tanto esperaba, centrándose únicamente en ello. Tan absorto estaba programándolo y planificándolo, que se le escaparon muchas cosas bellas, y perdió grandes momentos de aquel bonito paraje donde estaba; así, no escuchó los melódicos cantos de los pájaros anunciando la mejora del clima; no vio el encantador cortejo entre dos zorros con sus colas, los cuales, ya despreocupados por la supervivencia individual, podían centrarse en la supervivencia genética; no sintió como los insectos comenzaban a repoblar la hierba… y sobre todo, lo que es mucho peor, no se dio cuenta de que la materia de la que estaba hecho, desaparecía cada vez más, progresivamente, sin prisa pero sin pausa, a su alrededor; o que, a medida que todos los colores reconquistaban el paisaje, el pasajero albor anterior, desaparecía peligrosamente.

Y la dura profecía del conejo se cumplió indefectiblemente: apenas la estrella que ilumina el día resplandeció, amarilla y hermosa, sobre un cielo casi totalmente de un brillante color azul, la blanquecina escultura comenzó a desmoronarse, perder fuerzas… sin embargo, fue precisamente así como conoció a una roca, sin duda, de las habitantes más longevas del lugar, con milenios de experiencia, por tanto más acostumbrada a los verdaderos cambios, cuándo son relevantes, su auténtico significado… y quizás por ello menos pasional, más sosegada, además de compasiva. La cuestión es que esta, liberada de la nevosa capa, ahora era visible, además de mucho más alta que la cada vez más escuchimizada figura nevada.

-¡Roca, por favor! -exhaló el resto del vacilante ser-, ¡dime!, ¿está en camino ya la familia?, dijeron que volverían un día tan bonito como hoy, con este agradable calor gracias al cual no tendrán que irse porque cogen frío, ¡y se quedarán a jugar, volveremos a divertirnos!, ¡con el gran sol dando una luz tan bella, brillante!; ¡deseo muchísimo compartir tanta belleza, el momento que tanto he esperado, con ellos!, ¡dime que los ves regresar!.

Las rocas pueden parecer duras por fuera, ¡pero vaya si sienten!, llevan cargando con el peso de todo desde tiempos inmemoriales… posiblemente esto les haya enseñado a tomarse las cosas con filosofía. Tal vez por ello, la petrea materia respondió clemente:

-Claro, les estoy viendo hacer señales de que ya están volviendo… dicen también que disfrutes del sol mientras vienen, de lo que tanto querías, que quieren encontrarte muy feliz cuando lleguen….

-Sí, lo soy, todo ha merecido la pena por este único instante… -decía el apenas resto acuoso de lo que había sido un bonito muñeco de nieve, mientras terminaba de diluirse por completo.

A aquellos de corazón más sensible, tal vez este se les haya empañado un poco… ¡pues enjugaros porque nuestra esperanzada criatura no murió!: si fue posible que de algún modo, una vez estuviese dotada de una especial, singular ánima; esta se descompuso conjuntamente al hielo, y acompañó al agua resultante, de modo que el cándido ente inició un nuevo e inesperado viaje.

Fue así como, siguiendo su ciclo natural, empezó a recorrer el planeta entero: primero se infiltró en la tierra, y tras cruzar múltiples capas de distinto roce y color, en algunas de las cuales brillaban hermosas gemas aún por descubrir; llegó a impresionantes cavidades, que, mediante grandiosas estalactitas y estalagmitas, parecían constituir los más espectaculares interiores arquitectónicos, que solo la naturaleza podía construir, porque nadie los hubiera podido imaginar tan colosales. Allí, se unió a las aguas subterráneas, y siguió bullendo, conociendo al líquido elemento de distintas procedencias, así alternó con la dulzura del proveniente de los ríos, lo salado que era el venido del mar, y también se encontró con el original toque metálico de un manantial; momento cuando, llevado por la impulsividad de este, el que había sido un muñeco de nieve, volvió a salir a la superficie, muy alejado de donde había nacido; pero no le importó, porque una vez más, veía maravillas indescriptibles: así, se halló en uno de los más hermosos lagos que se pueda imaginar. No creyendo que pudiera admirar magnificencias superiores, pensó en establecerse allí; pero otras gotas le convencieron de dejarse evaporar e ir con ellas… y entonces, unido al resto de una nube, ¡ya sí que vio, vaya si vio cosas sublimes!: grandes ciudades, con espectaculares monumentos; impresionantes parajes naturales que quitaban el hipo (incluso sobrevoló un imponente volcán, donde conoció al ardoroso e impetuoso vapor que lo había estado habitando)… hasta que finalmente, sintió algo que nunca antes se había imaginado que experimentaría: se acabó cansando de todo aquello, y decidió que quería seguir conociendo, vivir más cosas nuevas, continuar adelante sin descanso… efectivamente lo hizo, así que se desprendió de la nube, transformándose en lluvia, comenzó a caer sobre una población….

¡Y fíjate tú que coincidencia, se golpeó justo contra la ventana de la casa dónde vivía la familia de la que tantos buenos recuerdos conservaba!. Al principio, mientras se deslizaba por el vidrio, tuvo un sentimiento agridulce, y se preguntó qué debía hacer… pero al observarlos, como continuaban con su vida, finalmente, les saludó, y dijo a través del cristal: «me alegro tanto de veros, ¡qué felices fuimos!… pero ahora yo debo seguir mi camino… ¡me queda tanto por descubrir!», dicho esto, saltó al viento, el cual le volvió a llevar lejos, en la búsqueda de nuevas, emocionantes aventuras, más flamantes, inéditas cosas que ver, por vivir….

Sí, está claro que, de algún modo, aquello que debía destruirle, por el contrario le había hecho renacer y lo había cambiado. Por fin había comprendido, en toda su extensión, aquello que los otros elementos de la naturaleza habían tratado de transmitirle desesperadamente, de mejor o peor modo, pero en cualquier caso insistentemente: se debe vivir el momento y el presente que se tiene ante sí, pues nadie puede predecir lo que pasará, las cosas buenas o malas que nos aguardan, por eso, sólo tenemos de verdad el ahora, ya que no somos dueños ni del pasado ni del futuro. Por supuesto, podemos y debemos, aprender del primero e igualmente proyectar el segundo, pero en ningún caso permitir que nos roben, usurpen, expolien la belleza del ya.

Finalmente, un día, tras haber recorrido todos los más insondables abismos del océano; explorando tanto lugares oscuros, temibles, con fantasmales buques hundidos; como bellos, coloridos arrecifes de coral; el antiguo (o más bien el nuevo) muñeco de nieve, se decidió a cambiar totalmente de aires, ver justo lo contrario, y tal y como había bajado todo lo posible, ahora, por contra, subiría lo más alto que pudiese… fue así como llegó a encontrarse especialmente cerca del sol. En ese momento, el que había sido un ser de hielo, ahora vapor, gotas de agua; se acercó a su viejo conocido, y le besó en un gesto de gratitud… entonces este, deslumbrado (¡pensad en lo difícil que tiene que ser enceguecer al mismísimo astro Rey!), se sonrojó, brilló con más fuerza; asimismo como modo de demostrar su aprecio, además de reconocimiento, transformó a la que fue nívea criatura en el arco iris.

Por eso, todo el mundo se alegra tanto cuando lo ve, porque, aunque no conozcan esta historia, les recuerda sus valores; cuando señalan tal fenómeno con el dedo, les hace detenerse, apreciar nuevamente la belleza del mundo, del momento presente… y creedme cuando os digo que, en realidad, el arco iris no es sino la (invertida) sonrisa del muñeco de nieve, que se alegra de difundir, de una forma tan bella, vistosa, colorida… lo que él mismo aprendió.

Moraleja

Al no saber lo que va a pasar

El tiempo has de aprovechar

Bien está el aprendizaje pasado

O el tener un futuro proyectado

Pero solo es cierto y real

El presente que hay tal cual

Porque aunque realmente

Ni se te pase por la mente

¿Lo que se creía tu destrucción

Podría ser tu tabla de salvación?

Fábula: El muñeco de nieve

Toda la ficción propia (relatos completos, por entregas, microrrelatos… etc) publicada en Universo de A está reunida aquí, en el Índice-Guía de Grandes Relatos.


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