Revista Cultura y Ocio
No entendía porqué, cada vez que caía un adorno de un árbol y se hacía añicos, aparecían gotitas de sangre a su alrededor. No fue necesario que pasaran muchos días para que el misterio quedara aclarado. El día de Reyes, al despertar, descubrió que éstos, agotados de tanta amenaza, ya no traían carbón a los niños que se portaban mal. Aterrorizada, comenzó a gritar y dar golpes al cristal, llamando a su papá, pidiéndole auxilio. No la escuchaban, parecía que no la echaban de menos. Desconsolada, se encogió en una esquinita, suplicando, con murmullos…
-Por favor, por favor, por favor, que a Julito no se le ocurra jugar con la estrella colgada del abeto-
¡Cómo lo sabía! Ahí estaba su hermano, intentando llegar al objeto de su deseo. Lo consiguió, lo alcanzó, lo chupó y, sonriendo, la miró y lo estrelló con todas sus fuerzas contra el suelo. El malvado inocente ignoraba que su satisfacción sería castigada las navidades siguientes.
Moraleja: Niños!!!Si no queréis que vuestros padres tengan que tomar medidas drásticas, ya sabéis lo que tenéis que hacer.Texto: Ana Crespo TudelaMás relatos de Navidad aquí