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Fabulosas narraciones por historias

Publicado el 08 noviembre 2010 por Jcgarrido @jcgarridodp
Fabulosas narraciones por historias
He leído en varios sitios que esta novela fue eclipsada por la casi contemporánea "Las máscaras del héroe", la obra maestra de Prada. No es de extrañar, ya que ambas tienen como escenario el Madrid de los años veinte y, como figurantes de lujo, a todas las grandes figuras de la generación del 98 y las emergentes de la del 27. Ambas cuentan con un salto notable en la trama para llegar desde los veinte al comienzo de la contienda del 36. También, ambas son las primeras novelas publicadas por sus sendos autores, y las dos demuestran una madurez insospechada para una ópera prima.
No obstante, ahí concluyen las similitudes. En la novela de Prada, las grandes figuras se ven encarnadas y con alguna debilidad mundana, si bien sin renunciar a su carácter mítico; en contraste, en la de Orejudo, son ridiculizadas sin excepción hasta los extremos. "Las máscaras" se centra en la bohemia, mientras que "Fabulosas narraciones" refleja más el Madrid de los felices veinte del que disfrutaron los acomodados señoritingos que estudiaban en la famosa residencia de estudiantes. En la primera, la trama gravita en torno a Gálvez, el poeta maldito, mientras que la segunda lo hace en torno a la figura de Ortega, a quien convierte en el centro de una fabulosa conspiración, y cuyos descendientes deben de estar deseando echarse a la cara a Orejudo para correrlo a boinazos hasta los límites de la provincia.
También el tono general de ambos libros es muy diferente: mientras que el de Prada tiene un aire épico, el de orejudo es siempre jocoso, de modo que nunca te abandona la sonrisa, que en ocasiones es reemplazada por la carcajada, hasta el punto que mi esposa ha llegado a sospechar que quizá me esté dominando el mal que padeció don Alonso Quijano.
También, todo hay que decirlo, el de Orejudo es algo más irregular, ya que la segunda mitad pierde intensidad, si bien, después de una macabra escena que sin duda hará retorcerse a los estómagos más sensibles, el autor, con soberbia maestría, toma la infinidad de tramas que se habían entrecruzado a lo largo de toda la trama, como los cordones en un zapato, y los enlaza en un único nudo que pone fin a la historia de forma sorprendente y memorable. Esta forma de concluir me recuerda bastante a la de “Ventajas de viajar en tren”, y no tanto a la de “Reconstrucción”, que me parece la obra más redonda del autor. Aquí también se marca una vital diferencia entre ambos autores: Prada reconocido, guinda habitual de innumerables tertulias mediáticas, y diluyéndose en obras prescindibles e insustanciales; Orejudo desconocido, salvo para un puñado de incondicionales, que esperaremos con ansia su próxima obra.
Llegados a este punto, si me pidieran que me quedara con una sola de las dos novelas, no sabría por cuál decantarme, y si debiera de hacerlo por fuerza, sin duda la decisión cambiaría de un día a otro según el estado de ánimo.

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