Reconozco ser un desastre para memorizar nombres. Tengo buena memoria fotográfica y puedo relacionar fácilmente caras con situaciones. Pero los nombres… soy un desastre. Así que cuando empecé a recibir invitaciones en Facebook de gente cuyo nombre no me era familiar pensaba “¿ves? si es que eres un desastre, no te acuerdas de los nombres de la gente a la que conoces…” Pero como las invitaciones vienen con foto las consultaba y…. sus caras tampoco me eran familiares… Así que llegué a pensar que mi memoria fotográfica estaba perdiendo facultades.
A algunos de esos rostros, tras consultar en sus perfiles quiénes eran sus amigos para encontrar algún vínculo del pasado, encontré que sí, efectivamente habíamos coincidido en algún momento de nuestras vidas, pero en encuentros fugaces y lejanos tras los que no habíamos vuelto a mantener contacto alguno.
En estos casos solía aceptar las invitaciones presa de una especie de sentimiento de pudor o vergüenza, como si no aceptar estas invitaciones fuera cuestión de mala educación. No cuesta dinero y si a alguien le hace ilusión… Así que me limitaba a ocultar sus comentarios para evitar leer cosas que no me interesaban lo más mínimo.
Hoy mi buen amigo Marín me ha generado una duda: ¿debo borrar a esos “conocidos” y “desconocidos”?, a esos “coleccionistas” de amigos que tienen mi foto entre la de otros tantos a modo de trofeo en su particular salón de la fama?
Se admiten sugerencias…