FÁCIL
¿Qué tan fácil se vive una vida? Hay canciones, libros, refranes y poemas que nos hacen creer que la vida es fácil. Algunos padres o familiares nos prestan una idea de lo fácil que es crecer, descubrir emociones y sentimientos, enamorarse, desenamorarse; lo fácil que es querer, lo fácil que es perdonar, olvidar e incluso odiar, (últimamente, esta parece ser una labor particularmente fácil).
Es que “es fácil” en estos tiempos nuestros: tiempos de la autocomplacencia que nos ha regalado la motivación sin justicia; estos tiempos de “si lo deseo con intención el universo conspirará a mi favor”… En estos tiempos todo parece ser 1,2,3… Así de fácil. Ja! ¿Realmente alguien cree es así de fácil? ¡Yo me opongo!
Y me opongo con certeza, pues, aunque no he tenido que sufrir como protagonista de una novela y siempre agradezco las metas, sueños y misiones completadas; yo me uno -modo extremista- al clan “lo que fácil llega, fácil se va”, sí, estoy abierto a las bondades maravillosas del universo en mí, por ello no considero esta determinada afirmación ni una creencia limitante ni un golpe bajo de pesimismo; al contrario, espero sirva para motivar el empeño, esfuerzo y disciplina, para accionar por el resultado que deseamos, lo dijo takumi “La Intención sin acción, no casusa transformación”, sea cual sea nuestra misión, transformar o transformarse no es tarea fácil.
Entonces… ¿Es fácil? No; ¿Es difícil? Tampoco.
Y sigue la diatriba, porque si fuese fácil -muy fácil- cumplir sueños, ideales y fantasías; emprender proyectos, aprender, descubrir y aplicar; sería fácil vivir a plenitud, sería fácil amar, entregar, (también quitar), sería tan fácil creer como volar; y si el mundo se hiciera “tan fácil” no seriamos más que robots, programados especialmente para quedarnos en modo reposo mientras lo fácil llega, y pilas! No tendrías opción para luchar por lo que también fácil se va. De no entender este concepto, o la dualidad que he propuesto en este artículo, mutaremos de ser una sociedad pragmática, decidida y evolutiva a ser objetos fáciles y facilista, con metas fáciles, todo fácil… En caso más extremo confundiríamos facilidad con felicidad y ya no tendríamos mucho que esperar.
Al igual que la libertad, la justicia, incluso la verdad, el concepto facilidad también debe reajustarse, porque siendo un término tan subjetivo como la belleza y siempre presente en nuestro corolario aplicado, “es fácil” definir cada situación como más o menos fácil, obviamos la productiva complejidad y nos entregamos a engañosa facilidad. No es hacerlo “más llevadero”, tampoco complejizar o victimizar, es aceptar que cada cosa tiene su facilidad, también su complejidad, por eso, tenerlo claro es una herramienta de convicción para un mejor actuar, sea fácil o díficil, siempre lograr.
No, no es fácil, quizá nada lo sea, como no es fácil tomar el control para vencer cualquier dificultad. En ejemplo común: cuando nos enamoramos pensamos qué fácil es amar, si el amor empieza a doler, entonces que fácil es olvidar y todo depende “fácilmente” de una decisión; si hoy decido olvidar, lo haré más fácil, pero al cabo de un tiempo -cuando sea fácil de verdad-, veré orgulloso que vencí esa dificultad y aunque ahora mismo parezca un juego de palabras, sólo intento recordar lo fácil que es continuar.
¡Un ejemplo final! Escribir o pedalear, vaya que son actividades “escazas de facilidad”, muchas otras, ni si quiera me atrevo a nombrar, porque estoy decidido que lo importante no es la facilidad, si no, la complejidad, ésta nos hace continuar, acordar, afanar y lograr… Puede que no sea fácil, podríamos usar más el título “Dificultad”, a fin de cuenta, sólo lo imposible es lo que nos hace abandonar e “Imposible” este artículo nunca se llamará.