Definir Fagocitosis implica, casi de forma obligada, asumir que los límites que se pudieran establecer entre los mecanismos inherentes del mass media han quedado definitivamente destrozados por la vorágine globalizadora. Si algo se puede o debe achaca al siglo XXI es que la famosa frase de Robert Guerin que establecía que la compososición del aire que reespiramos incluía definitivamente tanto oxígeno como publicidad ha quedado superada y enterrada. La publicidad ya no es algo que respiramos, se ha convertido en parte genética del pensamiento, en un elemento indivisible a cualquier experiencis humana. Pensamos con pausas publicitarias y con infinitos elementos de publicidad encubierta. La creación, ya sea artística o filosófica, poco importa, se ha convertido en un extraño mecanismo donde las influencias globales se confunden para dar lugar a mensajes que o tienen empacho en reconocer su inspiración bastarda. Más que nunca, el medio es el mensaje como indicaba McLuhan.
Un siglo de turbulencias en el que Fagocitosis desembarca proporcionando una extraña sensación de naturalidad pese a la osadía de su planteamiento formal. Denuncia brutal y sin paliativos de esta sociedad capaz de atender al desastre financiero mientras consume tranquilamente en el Mac Donalds, Fagocitosis se estructura a modo de ejercicio de conexiones, en el que los pensamientos se van hilando por comparación insconciente, como en esos juegos psicológicos donde hay que decir la primera palabra que se nos ocurra ante una idea. Cada conexión, cada idea, un capítulo, elaborado desde un elemento distinto y muchas veces discordante del aluvión de información que nos ataca diariamene. De Youtube a una de esas cutres presentaciones de power point que se abren haciendo “pop” saturando nuestro email, desde una historieta de cómic book a un cartel publicitario. No hay límites, todo es válido en la sociedad 2.0 que vivimos y la historieta debe asumir que es obligatorio contaminarse de ese espíritu de hibridación globalizada, tal y como proponen Marcos Prior y Danide, jugando con actualidad, denuncia, ficción, filosofía y una omnipresencia mediática de la publicidad, que transforma los mensajes reflexivos en compras compulsivamente reflexionadas.
Sin duda, uno de los álbumes más sorprendentes, sugerentes y atractivos que se han publicado este año, constatación de la inquietud y ambición de un guionista como Marcos Prior, que desde aquél lejano Oropel o el excelente rAu ya daba razones para seguirlo, pero que aquí encuentra un especial estado de gracia. Muy, muy recomendable. (3+)