Revista Opinión

Falacia de énfasis: un llamado a la cordura

Publicado el 18 noviembre 2019 por Carlosgu82

Falacias de énfasis y de accidente aplicadas en el mundo actual: un llamado a la cordura y la objetividad. La falacia de énfasis nos enseña que la verdad puede convertirse en mentira si se recalca indebidamente. Supongamos que un estudiante quiere ponerme en mal ante las autoridades universitarias. No necesita decir ninguna mentira. Si enviara un correo al rector que dijera: “Hoy el profesor llegó puntualmente. Estaba sobrio, no insultó a ningún estudiante ni acosó a ninguna estudiante”, el rector podría deducir, erróneamente, que nunca llego a tiempo a la clase, soy un borracho, insulto y acoso a mis estudiantes. Lo interesante es que el engaño no reside en lo que se dice, sino en lo que la otra persona deduce de lo que digo. Podemos asegurar que el otro se engaña solo. Esta falacia es extremadamente común. La vemos todos los días en los medios de comunicación, las redes sociales, la publicidad… Todos enfatizamos los logros de los grupos con que simpatizamos o si somos perseguidos, mientras que omitimos las persecuciones que hacemos o los logros de los otros. Ningún fabricante de medicinas recalca los efectos secundarios de estas, sino sus bondades. Incluso la cometemos cuando nos analizamos. Si estamos de buenas, recordamos solo nuestros éxitos y las bondades que hemos hecho; deprimidos, solo rememoramos nuestras debilidades y fracasos.

La falacia de accidente está emparentada con la de énfasis. Se da una regla general, que es válida, pero que se convierte en falsa si se aplica a casos excepcionales. Por ejemplo, decir que la vida humana es inviolable desde la concepción es correcto. Todos los que respiramos actualmente lo hacemos porque nuestros padres respetaron esa regla. Pero considerarla una norma sin excepciones, por ejemplo que por eso se deba impedir el aborto cuando la vida de la madre corre un riesgo inminente, es un error. Podríamos llegar a extremos ridículos si la tomamos como inviolable en todos los casos. Alguien podría afirmar: “Como la vida humana es inviolable desde su concepción hasta su conclusión natural, se debería castigar a los costarricenses que en la Campaña de 1856 mataron a más de mil filibusteros”.

Hoy nos enfrentamos a un mundo en que la desinformación no radica en mentiras, sino en falacias de énfasis o de accidente. Nos pasan un video de X grupo atacando al grupo Y. Por generalización apresurada deducimos que todos los del grupo X son agresores y todos los del Y, víctimas. Alguien escribe una frase en defensa de la familia tradicional y deducimos que debe odiar a todas las familias no tradicionales. Si no aprendemos a separar la paja del grano en las informaciones y a no sacar conclusiones apresuradas, nos dirigimos a un desastre de proporciones inimaginables.


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