Revista Opinión

Falacias económicas (II): el reparto de trabajo crea empleo

Publicado el 07 julio 2015 por Polikracia @polikracia

En el contexto actual del mercado de trabajo español, que todavía arroja elevadísimos índices de desempleo, algunas formaciones políticas proponen el reparto de trabajo como solución. Samuel Bentolilla explicaba el tímido incremento del número total de horas trabajadas el último trimestre de 2014, que por lógica estacional ha vuelto a caer en el primer trimestre de 2015. Parece evidente la necesidad de reformas de calado en el mercado laboral, pero estas reformas hay que elegirlas con base en los datos y no en elucubraciones falaces.

A modo de ejemplo, he llegado a leer propuestas como esta: “si consideramos a nuestro barrio, nuestra ciudad, nuestra tierra, nuestro país como una gran familia, o como una organización, llegaremos a la conclusión de que la mejor medida para acabar con el desempleo es repartir el empleo existente. Una ecuación sencilla: por cada 4 trabajadores que se redujeran la jornada un 20%, se podría contratar a otra persona. Aplicado de manera total, el paro quedaría por debajo del 10%. A cambio, el inmenso gasto público dedicado al desempleo podría ser reutilizado para favorecer esta vía de empleo.” No se puede pensar en la economía como un ábaco donde reducir el trabajo a cuatro crea un puesto de trabajo para el quinto. Continuando con el ejercicio de arrogancia intelectual y vanagloriando su clarividencia, enumera una sarta de beneficios adicionales: mejoras en la productividad, en la desigualdad económica y de género… Todo esto respaldado por un minucioso y pormenorizado análisis empírico de las economías comparadas que lo han intentado hasta la fecha. Otra opinión parecida, orientada al empleo público, propone la reducción de la semana laboral de los funcionarios a 30 horas, pero manteniendo el salario porque así de paso reducimos la desigualdad salarial en la Administración. Todo esto sin un número de más de dos cifras en el texto.

Algunas posiciones marxistas (aquí, aquí) rechazan esta medida partiendo de que el empleo asalariado contiene ya un primer reparto de trabajo. No hay que buscar soluciones dentro del capitalismo. Para ellos la falacia del sistema capitalista es presentar al empresario como creador de puestos de trabajo, cuando es en realidad el trabajo el que crea el capital: “la escasez de trabajo, el paro, tiene su fundamento en la situación política que permite que los empresarios puedan decidir en exclusiva acerca del uso de la riqueza social acumulada. El paro se debe a la potestad de los empresarios para decidir lo que se produce, como se produce, cuándo y dónde. El haber sustraído del debate democrático estas decisiones es la causa última del paro y sobre todo de sus funestas consecuencias, la pobreza y la exclusión social.” Se rechaza el reparto de trabajo porque no pone en primer plano las condiciones políticas que permiten que la sociedad siga funcionando así.

De nuevo la medida del reparto de trabajo parte de la base de una cantidad fija de trabajo, algo probadamente falso. Juan de Mercado explica que el reparto de trabajo, que a priori parece aumentar la oferta de puestos de trabajo, puede de hecho reducir esta oferta. Al mantener el salario y reducir la jornada aumenta el coste laboral y, en algunos puestos, disminuye la productividad. Esto puede suponer, como argumenta Jennifer Hunt, que los empresarios sustituyan este factor de producción. Además, supondría también un efecto de escala reduciendo el uso de todos los factores de producción. Creo que este punto, en el marco de una economía abierta donde el empleo podría disminuir por la pérdida de competitividad, es debatible. La Unión Europea podría impulsar esta medida de forma coordinada y apostar por los sectores donde la reducción de la jornada suponga un aumento de la productividad. Al fin y al cabo, esta unión ya compite en desventaja con los costes laborales del resto del mundo. Pero carezco de los datos y conocimientos necesarios para analizar este punto.

El paper de Hunt analiza los esfuerzos de los sindicatos alemanes en 1985 para reducir la jornada de trabajo y así aumentar el empleo. El análisis sugiere que el reparto de trabajo habría reducido el empleo en el periodo 1984-1994, según Hunt, por el reclamo sindical de mantener el salario intacto. Por otro lado, el libro “Working Hours and Job Sharing in the EU and USA” que estudia los mercados de trabajo europeo y americano, los gaps de productividad y renta per cápita, llega a conclusiones parecidas: “se muestra que las reducciones obligatorias en la jornada laboral pueden aumentar el empleo sólo en circunstancias muy especiales que en muy raras ocasiones ocurren en el mundo real. Las diferencias entre países en su jornada de trabajo pueden estar relacionadas con diferencias en las instituciones y culturas. Aunque la competencia imperfecta puede implicar la necesidad de regulación estatal de  la jornada de trabajo, esto no significa que las reducciones sistemáticas en jornada laboral puedan mejorar el empleo o el bienestar.”


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