Cuando Manuela Carmena estudiaba Derecho en la Complutense, la excomunista alcaldesa de Madrid, de 71 años ahora, acataba con gusto las labores que le imponía el Servicio Social Obligatorio, una rama de la Sección Femenina de Falange dirigida por Pilar Primo de Rivera, hermana del fundador de ese partido.
Esta última semana Carmena recuperó con añoranza el recuerdo de cuando hizo el Servicio Universitario del Trabajo y propuso revivirlo indirectamente para que los estudiantes se encargaran de limpiar las calles de Madrid.
Recordó que a ella la habían destinado a una fábrica de mermeladas donde “aprendí mucho”. Enseñaban disciplina, rigor, higiene y otras cualidades que definen al obrero y sindicalista.
Un recuerdo que se le escapó quizás sin pensar en la aparente contradicción que supone ser la cabeza visible de Podemos en Madrid, y defender uno de los objetivos de los que estaban más orgullosos los falangistas: la formación de “patriotas revolucionarios”.
Carmena no olvidó sus mermeladas; aunque quizás no sabe que la idea de ese trabajo social viene del siglo XIX, impuesto por varias universidades británicas a sus élites estudiantiles para que conocieran la vida real.
No todo lo que se atribuye al franquismo nació con el régimen, ni todo lo que hizo, como este sistema de servicio laboral, es detestable.
La alcaldesa justifica su idea en que los universitarios producen ingentes cantidades de basura por todas partes durante los botellones semanales.
Pero es que los concejales de Carmena proceden, precisamente, de grupos anarquistas, antisistema y okupas que dejan partes de la ciudad inhabitables, no semanalmente, sino todos los días.
Finalmente, sale Carmena presentando proyectos así –hace poco propuso que las madres limpiaran las escuelas de sus hijos, otra idea de la Sección Femenina--, lo que demuestra que la esencia de Falange le llegó muy adentro.
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SALAS