José Pastrana, gracias
Tratándose de él, no podía ser de otra manera. Difícil prever una despedida más elegante: como una última broma, José Pastrana se ha ido un 29 de febrero y, del mismo modo que su curiosidad infatigable siempre le tuvo dando saltos de un sitio para otro, nosotros habremos de homenajearlo danzando entre años bisiestos.
Pero más acá de esa postrera ironía, no nos será posible evitar recordarlo cada día. Como arquitecto aventajado deja una impronta seminal en la arquitectura española pero, por encima de todo, como persona inquieta y familiar, simpática y extrovertida, nos lega el eterno regalo de haber pasado por nuestras vidas, de habernos regalado su talento, su agudo humor y sus carcajadas de sonoridad contagiosa. Jose Pastrana, con la seguridad personal que suelen tener los elegidos, era tan divertido con sus amigos como riguroso y luchador en su trabajo. Trabajador generoso e iconoclasta convencido, Jose fue un tipo genial cuya creatividad lo impulsaba tanto a descubrir nuevas formas como a dudar de lo consolidado. Y así, esa rebeldía escoltada por su fina inteligencia, le hizo destacar rápidamente en un panorama profesional canario, por entonces de una aridez desértica solo verdeada puntualmente por muy contados colegas que le precedieron.