Quienes dicen proteger los vínculos familiares, que generalmente son derechistas y creyentes, atacan inmisericordes al vicepresidente tercero del Gobierno, Manuel Chaves, por ser ejemplar padre de familia, buen hermano y amoroso tío.
Cuánta hipocresía de quienes hurgan en la estirpe del prócer recordando que su padre fue un militar que se rebeló con Franco y su madre una jefa de Falange.
Como otros izquierdistas: hasta Anguita empezó de ardiente falangista. También Zapatero tenía un abuelo franquista, aparte del otro, y casi todo el Gobierno es hijo de gerifaltes de aquel régimen.
Es que el reciclaje encarna la modernidad, incluso la nueva economía, y por ese amor familiar Chaves tiene viviendo de la Administración andaluza a sus hermanos, Leonardo, director general; Francisco, jefe de servicios de la RTVA; Carlos María, coordinador de seguridad de la Junta, y Rosa María, funcionaria de Sanidad.
Otro hermano, Fernando, se presentó por el PSOE a la alcandía de El Arahal, Sevilla, prometiendo construir un gran complejo polideportivo con piscinas cubiertas, pero perdió. Seguramente la constructora sería Climocubiertas, en la que está otro hermano, Leonardo, que logró de la Junta 29 contratos.
Entre otros allegados está Paula, gerente de MATSA, la hija que le consiguió para su empresa ayudas de la Junta por diez millones de euros, denegados antes por el Ministerio de Industria.
Y también hay numerosos sobrinos alrededor de los cargos y negocios de otros jefes de la Administración andaluza.
Quienes se definen creyentes y no bendicen este amor entre parientes son unos hipócritas. La rivalidad política no debe atacar el sagrado amor familiar. Como diría hoy un nuevo Padre Peyton: “La familia que hace negocios unida permanece unida”.
Los socialistas son quienes sostienen la familia en este país de descastados. Los demás somos primos, pero demasiado lejanos.
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SALAS tiene tiras perennes, que le vienen bien a las crónicas. He aquí los varones de la familia.