Revista Diario

Familias

Por Una Mamá (contra) Corriente @Mama_c_corrient
Cada vez que voy a casa de mis suegros alucino con las conversaciones. Además, son de esas casas en las que siempre te encuentras con gente: tíos, primos, vecinos, amigos.  Un clan gitano, los llamo yo.  Incluída la abuela con el bastón. Reconozco que a mi esta forma de vivir me impacta y me intimida. (sobre todo lo segundo). Vengo de una familia muy pequeña, no tengo hermanos, no estoy en absoluto acostumbrada a las aglomeraciones de gente y me agobio pronto.
Pero lo que peor llevo es esa sensación de invasión de mi intimidad, de gente que se mete en lo que no le importa, de gente que pregunta para no escuchar la respuesta, de gente que opina sin haberles pedido su punto de vista. Para muchos esa es la definición exacta de una familia pero para mi es una violación de mi espacio vital. Siempre he sido muy sensible a mi intimidad, a mi pequeña parcela. No he tenido problemas en compartir mis sentimientos o anhelos (ya veis, ¡tengo un blog!) pero siempre que me dejen a mi elegir con quién compartirlos y en qué momento. 
Así que cuando estoy allí, sobre todo últimamente, las conversaciones me parecen una sucesión de temas para explicar aquí. Luego, de camino a casa, me voy censurando, porque muchas cosas son fruto, simplemente, de cómo es cada cual. Y también, como no, porque el día que descubran que tengo un blog me sentiré mucho menos libre. Por ese motivo, siempre que hablo de cosas que me ocurren con ellos procuro que sean anécdotas light, poco comprometedoras, situaciones que ellos pueden saber que no me han gustado sin necesidad de preguntarme.
Lo único cierto es que cuando paso tiempo con ellos, salgo de su casa pensando en lo rara que les parezco, en lo distinta que soy, y en la intensidad que tengo que poner al nadar contracorriente.

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