Muchas veces los ciudadanos comunes consideran normal la agresividad de fanáticos ideológicos como Roger Seuba López, de 32 años, hijo de un militar de exaltado franquismo y de una falangista, dedicado obsesivamente a perseguir a las empresas y comercios catalanes que se anuncian en castellano.
Algún psicólogo, sociólogo o antropólogo podría estudiar el fenómeno de los españoles hijos de franquistas o fascistas exaltados cuyo complejo de Edipo los ha convertido en lo contrario de sus padres, con los que tiene en común solamente el fanatismo.
A Roger Seuba López, que ha conseguido que la Generalidad haya impuesto unas mil sanciones a empresas catalanas en cinco años por un importe superior al millón de euros, en lugar de mandarlo al psiquiatra le hacen entrevistas periodísticas para que muestre su catalanismo evitando recordarle a Edipo.
Su padre militar, Joan y su madre, una maestra falangista, María Rosa, debieron ser tan admirados como franquistas como él como inquisidor idiomático y separatista catalán.
Padres e hijo tienen en común fanatismo y nacionalismo: sumados forman la raíz del fascismo en cualquier parte e incluso en cualquier época.
El nacionalismo catalán ha convertido en héroe a este personaje con una posible patología que podría ser tratada y curada; y tan obsesiva que Roger sufre verdadero dolor porque de las cinco mil denuncias que presentó sólo mil terminaron en multas.
Confiesa que se pasa días enteros, a veces hasta doce horas seguidas, buscando lugares no rotulados en catalán, misión que ponen como ejemplo de patriotismo en numerosas escuelas regionales.
Lo extraordinario es que se habla con gentes así, y aparentan ser normales.
Y ese, precisamente, es el venenoso atractivo del nacionalismo fascista, sea español, catalán o nazi: que convence a muchos de su normalidad, como hace el psicópata.
Cuántas desgracias trajeron al mundo los complejos de Edipo
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SALAS