Esto a la humanidad, así, en general, le importará un pimiento morrón, pero que se sepa, que para acabarme Fargo, la serie, le estoy echando voluntad, ganas e intención. Porque por mí pasaría, creo, pero últimamente estoy muy pasota, valga la redundancia, y tengo que enmendarme. Que luego va Bettie por esos mundos diciendo que si diosa de las series (yo) y que si hay que hacerme caso (a mí) y claro. Una tiene una reputación, ya veis. Ejem.
Fargo, decía. Vi la peli hace bastante tiempo y recuerdo, esencialmente, que me gustó y bastante. Rarita, pero entretenida, con ese humor negro tan peculiar, y esos paisajes de la América profunda y congelada. Y esa frase mítica: esta parte de Estados Unidos es como Siberia pero con restaurantes de comida rápida cada pocos kilómetros. Así que con este antecedente, y con el atractivo de la presencia de Martin Watson Freeman como protagonista, dije 'esta no me la pierdo'. Y ahí estoy, en la mitad. Y, a ratos, más aburrida que un pulpo en un garaje, confieso.
No es ya que mire cuántos minutos quedan de capítulo, o que lo pare varias veces para hacer alguna cosa urgente tipo limarme las uñas. No. Es que hoy ya me he descubierto metida en el Holapuntocom mientras la serie seguía ahí, por lo bajini, minimizada. Porque tiene ratos que es un pestiño, oiga. Hay que decirlo y decirlo fuerte: FARGO ABURRE.
Conste, matizo, que no siempre. Que tiene golpes buenos y buenas interpretaciones. Que mantiene una cierta tensión y que los personajes están logrados. Que sí, que es buena. Pero, a mí me cansa un pelín.
Eso sí, voy a terminarla porque me lo he propuesto y porque no voy a empezar The Bridge con esta ahí pendiente. Aunque ganas me dan de hacer como hice con la segunda de Orange is the new black y mandarla a freír espárragos. Ganas.
En fin, voy con el sexto. A ver si la cosa se anima.