Revista Comunicación

Fargo (bis)

Publicado el 20 julio 2014 por Lya
Vale. Esto suele pasar. Sueltas una frase en plan épico y determinante, y a la vuelta de la esquina te tienes que tragar la frase con patatas y alioli bien cargado de ajo.
Es decir, suelto que Fargo, la serie, bah, meh, puf, hum, y al siguiente capítulo, oivá, hala, toma, anda, pues oye.
Pues eso, pues oye. Que desde el sexto la cosa mejora. Sin alharacas ni grandes efusiones, pero mejora. Al menos llegan los momentos esos de dejarte con la boca abierta y un poco de tensión. Y cosas que recuerdan más a la película. Y hasta una historia de amor que de tan sosa es bonica. Y un malo, cómo es ese malo malísimo. Y hay uno al que, al principio, quieres que no le pase nada, pero poco a poco empiezas a desear un rayo sobre su cocorota. Y el final es como toda la serie, desapasionado, un poco descafeinado y extrañamente hipnótico. 
Adevertencia: serie típica y profundamente americana de los mismos USA del centro tirando hacia el norte, con todo lo que eso implica. Nieve, armas por todas partes y un estilo de vida, especialmente en lo culinario, que repele sólo de verlo. Ese comer con vasos llenos hasta arriba de leche, ese cenar nachos o hamburguesas, esos gofres rebosantes de sirope, esos batidos coronados con montañas desproporcionadas y desvergonzadas de nata... Lo que yo no sé es como no están todos como King África...
En fin, que no está mal. No me ha maravillado, pero en sus últimos capítulos remonta bastante. Ahora, si la veis, preparaos para la sangre. A chorros, y nunca mejor dicho en varias ocasiones. 

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