PALINDROME (14 DE DICIEMBRE DE 2014) -AVISO SPOILERS-
"Cuando estés delante del Creador, atrévete a decirle que un francés ha dicho que la vida es una broma". La frase, de Betsy Solverson (Cristin Milioti), resume seguramente lo que ha sido esta fantástica segunda temporada de Fargo. Contra todo pronóstico, no hemos visto la muerte de Betsy, a pesar de estar enferma de cáncer y de que su ausencia en la temporada anterior hace pensar que fallece antes que su marido, Lou (Patrick Wilson). Esto se confirma con el precioso flashforward que experimenta Betsy, en el que ve el futuro de su familia. Tiene este final un tono extrañamente optimista, que sorprende, porque el episodio comienza con todas las muertes en la familia Gerhardt. La frase que cito al principio es la respuesta de Betsy a Noreen (Emily Haine), la empleada de una carnicería que lee constantemente El mito de Sísifo (1942), de Albert Camus. El planteamiento filosófico del autor de El extranjero (1942) ha marcado toda la serie. Noreen lo resume en una frase: la consciencia de la muerte hace absurda la existencia. Pero claro, Betsy cree en Dios y en la vida ultraterrena.
Uno de los personajes influenciados por Camus es Peggy Blomquist (Kirsten Dunst), una ama de casa con la falta de empatía de una psicópata y el empuje de una activista feminista. Peggy ha estado esperando todo este tiempo a un cowboy, a un héroe, que nunca llegará. Recordemos las constantes referencias a Ronald Reagan -estamos en 1979 y "Dutch" será elegido en 1981- desde el rodaje de un (falso) western al que el actor no se presenta; hasta la escena de una (falsa) película bélica, protagonizada por el futuro presidente, que Peggy ve en dos ocasiones en la televisión hasta confundirla con la realidad: cree que Lou -como Reagan- aparecerá para rescatarla a ella y a su marido Ed (Jesse Plemons). Esto nunca ocurrirá, en un claro anticlímax, que frustra las constantes comparaciones de Lou con el Gary Cooper de Solo ante el peligro (Fred Zinnemann, 1952).
Tampoco se cumplen las expectativas de Mike Milligan (Bokeem Woodbine), que pasa de sentirse como un rey -estupenda la escena en la que decide realizar un acto bondadoso y otro cruel- a convertirse en un oficinista con un futuro kafkiano. Con esto culmina la oposición que ha planteado esta temporada entre el orden primitivo de la familia mafiosa de los Gerhardt y el frío corporativismo de los criminales de Kansas City. Paralelamente, el nativo americano Hanzee Dent (Zahn McClarnon) no es el demonio que parecía, ni un sangriento heredero del Lorne Malvo (Billy Bob Thornton) de la primera temporada. Es más bien el rencor de una víctima del racismo, del ser un extranjero en su propio país, del haber luchado en Vietnam. En la última imagen vemos a Hanzee defiendo a los débiles.
El desenlace de esta segunda entrega de Fargo ocurre en la intimidad de un hogar familiar donde todos los crímenes que hemos presenciado parecen lejanos. Es un final en la línea de la película de los hermanos Coen de 1996 y del de la primera temporada. Lou decide obviar la aparición de un OVNI en el informe sobre el tiroteo. No esperábamos otra cosa sobre el tema. Betsy resuelve el misterio de los símbolos de su padre, Hank (Ted Danson), que no tenían relación con los extraterrestres: ¡Intentaba inventar un lenguaje universal! -¿Se refieren a los emoticonos?-. Por último, Hank predice que Lou sufrirá de ciática, por lo tanto no cojeaba en la primera temporada por una herida como yo pensaba. Creo. Sea como sea, Lou y Betsy acaban en la cama, igual que vimos a Molly (Allison Tolman) y Gus (Colin Hanks) en la temporada anterior y a Marge (Frances McDormand) y Norm (John Carrol Lynch) en la película. Es una imagen de resignación sabia, optimista, casi feliz. Antes, Lou había comparado la protección de su familia con la pesada condena de Sísifo, considerándola un privilegio más que un castigo. Una idea coherente con el verdadero mensaje de Albert Camus, que nos pedía que imaginásemos a Sísifo empujando dichoso su pesada roca.
CAPÍTULO ANTERIOR: THE CASTLE