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Farinelli

Publicado el 16 noviembre 2009 por Fernandoramos
Farinelli Una de las tareas más difíciles que un ser humano puede enfrentar es ser padre, cosa rara, si se considera que la mayoría de las personas llegan a serlo. Todas las etapas son distintas, quizá cada una eleva el grado de dificultad; de alguna ayuda sería que los niños vinieran con manual de instrucciones incluido.
A falta de instrucciones, y de sentido común, muchos padres se arrogan el derecho de decidir qué será de la vida de los hijos. De ahí que existan muchos adultos frustrados, haciendo cosas que no les llenan, solo por complacer a sus progenitores.
Hay padres abnegados que van más allá, pues dirigen hasta el mínimo movimiento de sus retoños, ejerciendo en ellos, metafóricamente hablando, tal castración que su existencia se vuelve trágica.
En el siglo XVIII se daba la práctica de castrar (aquí si literalmente) a los niños que tenían dotes de cantantes, la intención era que su voz no cambiara y que se conservara el timbre de soprano cuando fueran adultos. Por aquellos años la ópera era uno de los principales entretenimientos de reyes, príncipes y otras realezas (o rarezas), por lo que buen número de padres buscaban que sus hijos desarrollaran su inclinación al canto, sin importar que en el intento perdieran algunos miembros viriles, pues si llegaban a ser del agrado de la nobleza se aseguraban el futuro.
Así nace el sobrenombre de los castrati, cuyo máximo exponente fue Carlo Broschi, más conocido como Farinelli.
En 1994 Gérard Corbiau, director belga, llevó al cine una versión libre de la vida del famoso cantante. En el estilo de Amadeus (una de las obras maestras de Milos Forman), el realizador construye la singular biografía de Farinelli y su hermano Ricardo.
La existencia de Farinelli fue marcada cuando su padre decidió castrarlo y posteriormente manipular a él y a su hermano para que fueran inseparables; uno cantaba y el otro componía las melodías; pero la relación de hermanos fue más allá, tenían un pacto por el que compartían las mujeres, que inicialmente eran seducidas por la hermosa voz del cantor.
Se trata de una película bien lograda, en donde la dirección de arte, al lado de la música y el vestuario, juegan el papel más importante. En ese sentido, la parte técnica es impecable. La voz de Farinelli fue creada por medio de la mezcla electrónica de las voces de dos cantantes profesionales, para tratar de alcanzar el nivel de la original; el resultado es sorprendente.
En la cinta aparece, de forma permanente, la imagen de Georg Friedrich Händel, con quien el protagonista desarrolla una relación, que va en doble vía, de odio-admiración.
El filme narra, con toda libertad, dejando de lado los prejuicios moralistas, los conflictos que se derivan de la relación de hermanos, de la que viven esclavizados, pues tienen que cumplir el deseo del padre.
Aunque se exagera un poco en la representación de Farinelli, a quien muestran como una especie de estrella del pop (quizá la opera era la música pop de aquella época), la construcción del personaje permite que Stefano Dionisi logre una muy buena actuación. Enrico Lo Verso (el hermano) y Jeroen Krabbé (Hándel), también hacen lo suyo, sus actuaciones están arriba del promedio.
La cinta tiene lapsos monótonos, pero el director se las ingenia para lograr que el conjunto mantenga la calidad.
Calificación 8/10

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