Le daban horas de vida, como a otros tantos pacientes por el mundo. La medicina tradicional era insuficiente, y los diagnósticos también. En ese entonces, ni se le cruzó por la cabeza que la solución la tenía a pasos de su cama, en la heladera o en un jardín. Y aprendió por necesidad o simple abatimiento que los alimentos que nutren, también renuevan la vida y nos acercan a esos milagros que tanto pedimos hacia los santos o al más allá.
La historia de Josep es otra de las tantas que los laboratorios y la industria farmacéutica detestan contemplar. Es de esas vivencias que los magnates de los fármacos prefieren ocultar, negar, o tomar la experiencia para luego hacerla rentable.
Enterate que le pasó.
Fuente:Josep Pámies