Su función es orientar las embarcaciones en su tránsito por las peligrosas aguas del extremo más occidental de Cuba. Ubicado en el Cabo de San Antonio, punta donde finaliza el verde caimán cubano.
Antes de su construcción los marineros se guiaban por un gigantesco árbol de la zona, que no era visible en las noches o días de tormentas, provocando muchos accidentes al paso de las embarcaciones por el borde más occidental de la isla. Por eso, entre 1846 y 1849, se realizó la construcción de este faro. Edificado con piedras redondeadas de más de 25 centímetros de espesor obtenidas a pico cerca del lugar donde se levanta.
Su altura total es de algo más de 25 metros desde la base hasta el techo circular de la casamata desde la cual se proyecta el haz de luz.
Desde los farallones próximos al Faro Roncoli es posible vislumbrar paisajes de extraordinaria belleza, gracias a la biodiversidad vegetal única de la Península de Guanacahabibes, declarada Reserva Mundial de la Biosfera por la UNESCO en 1987.
Su potencial lumínico desde que fue construido ha sido una de sus características fundamentales debido en gran medida a la existencia de un fanal con un juego de prismas y lentes de origen francés que son accionados por un mecanismo de relojería que amplía su destello y lo hace visible a grandes distancias.
Los amantes del inmersionismo, encuentran en la zona marina cercana al faro, tesoros naturales y de todo tipo. En los arrecifes, restos de buques de épocas pasadas, de piratas y corsarios, convertidos ahora en refugio de especies marinas bellísimas, muy apreciadas entre los nadadores subacuáticos.
También abundan singulares arrecifes coralinos en perfectas condiciones, entre ellos una extensa población de coral negro.
Además, destaca la función que cumple al orientar las embarcaciones en su tránsito por las peligrosas aguas del extremo más occidental de Cuba. Miles de buques navegan cada año por los mares cercanos a la península, con lo que se pone en evidencia la enorme importancia Faro Roncoli.