Revista Arquitectura

Fascinación y espanto

Por Jgorostiza

 », «nada sucedió»- en la ausencia de actividad humana, pero en realidad sí hay movimiento, de las nubes, del viento…

Si volvemos a retroceder, esta vez a los años en que Wenders se dedicaba a la pintura, lo que le «interesaba es el espacio, pintaba ciudades y paisajes. Me hice cineasta cuando me di cuenta que, como pintor no iba a ninguna parte. A la pintura le faltaba algo, como le sucedía a mis cuadros. Hubiera sido demasiado fácil decir que les faltaba vida; pensaba que faltaba la idea del tiempo. Así, cuando empecé a filmar, me veía como un pintor del espacio comprometido con la búsqueda del tiempo». Algo que ha continuado siendo una constante en su trabajo; en 1982 declaraba: «y aún hoy, cuando estoy haciendo una película tengo la impresión de interesarme más por el sol saliendo sobre un paisaje que hacia la historia que he situado allí» concluyendo «¡Para mí, el paisaje se encuentra tan ligado al cine!», y ha llegado a afirmar «los paisajes podrían ser incluso actores protagonistas y los seres humanos que los habitan serían los extras». Porque, como bien han observado Santamarina y Hurtado, el cineasta «consigue una íntima relación entre la cámara y el espacio que se encuentra ante sus ojos, al que filma como si se tratase de un personaje más. Y lo filma una vez que sabe o tiene la certeza de que lo mostrará de forma respetuosa».

Como siempre en este blog, si se quiere leer en su totalidad, recomiendo la compra del libro, por ejemplo en la librería 8 1/2 de Madrid y que conste que no lo hago por los derechos de autor o por lo que cobré por el texto...
Es lógico que al interesarse tanto por el espacio y el paisaje, Wenders los haya mostrado de un modo especial, tan particular y general a la vez, que se ha convertido en una característica fundamental de las películas que ha dirigido. También es natural que desde sus inicios, como antes se decía, la ciudad haya sido un paisaje habitual y casi un campo de experimentación para sus imágenes, comenzando por las urbes de su entorno vital más inmediato, las ciudades alemanas, como la Wuppertal de Alicia en las ciudades (Alice in den Städten, 1974), Hamburgo de El amigo americano (Der amerikanische Freund / L'ami américain, 1977), el Berlín que ya aparece en Summer in the City (1970) y se convierte en protagonista de Cielo sobre Berlín (Der Himmel über Berlin, 1987) y su secuela Tan lejos, tan cerca (In weiter Ferne, so nah!, 1993); pero el director no sólo se ha ocupado de las metrópolis de su país, no se debe olvidar, la Lisboa deEl estado de las cosas (Der Stand der Dinge / O Estado das Coisas / The State of Things, 1982) y, sobre todo, de Lisboa Story (Lisbon Story, 1984); la capital nipona de Tokio-Ga (1985) y Aufzeichnungen zu Kleidern und Städten / Carnets de notes sur v

mariocabre1Torero de finísimo estilo, Mario Cabré ha quedado en el recuerdo de los aficionados por su bello y templado toreo de capa.

En los años cuarenta, concretamente en 1943, surgen dos grandes artífices del toreo a la verónica: uno es el madrileño Manolo Escudero, el otro el catalán Mario Cabré, un hombre polifacético. Una especie de Leonardo da Vinci del mundo del arte y mariocabreavagardnerdel espectáculo: torero, poeta y actor. Representó en muchas ocasiones “El Tenorio” e interpretó para el celuloide, entre otras películas, “Pandora y el holandés errante”, junto a James Mason y Ava Gardner, con la que que mantuvo un idilio.

Pero Mario Cabré fue, ante todo, torero; un torero al que sólo le faltaron para ser grande una mayor dedicación y el abandono de su carácter polifacético. Pero quizá sin ese conjunto de profesiones, más bien de vocaciones, Mario Cabré no habría sido Mario Cabré. Es decir, un conglomerado de actividades, en cada una de las cuales dejó estela.

LA ALTERNATIVA DE MARIO CABRÉ

Fue tal su cartel novilleril en Sevilla, aunque no cortara orejas en las novilladas que toreó, que tomó la alternativa en la misma Real Maestranza de manos del gran Domingo Ortega y con “El Estudiante” como testigo. Era el 1 de octubre de 1943. Siete días más tarde, el 8, el mismo Ortega le confirma el doctorado en Madrid, esta vez con Antonio Bienvenida como testigo. Los años en que mêtements et villes (1989); así como la población italiana de Palermo Shooting /Rendez-vous à Palerme / Palermo Story (2008).
Sin embargo, lo que interesa aquí es saber cómo un cineasta europeo se introduce en otro continente completamente ajeno al suyo y desde un punto de vista externo de quien se ha formado en otra cultura, muestra el paisaje urbano estadounidense, usando el instrumento de las imágenes en movimiento, de ese modo, Wenders disecciona la metrópoli americana, a la que cada vez se parecen más todas las del mundo occidental, diagnosticando sus defectos y ponderando sus singularidades.

Él mismo confesó: «necesito la ciudad para existir, sobre todo viniendo de un país como Estados Unidos, donde las ciudades han llegado tan al límite. Algunas me gustan mucho, como San Francisco, Houston o Nueva York. Allí tenía todo lo que necesitaba, física y mentalmente, como ciudad».
ás toreó fueron 1947 y 1948, en los que sumó 14 y 18 corridas respectivamente, pero siempre en plazas de importancia. Esta última temporada llegó a actuar hasta cuatro tardes en Madrid, donde dejó muy buen recuerdo.

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Mario Cabré compartió el primer éxito de Carlos Arruza en la plaza de toros de Barcelona. Fue un torero de clase estilizada y uno de los más populares de entre los surgidos en Cataluña, superado posteriormente por Joaquín Bernadó.

Dejó de torear en los primeros años cincuenta y se retiró definitivamente en Barcelona, durante la feria de la Merced de 1960. Aunque a lo largo de su trayectoria no sumara muchas corridas, siempre ha quedado en el recuerdo de su finísimo estilo y su bellísima forma de torear con el capote.

SUS LANCES DE MANOS BAJAS

La cualidad más importante de Mario Cabré fue su toreo a la verónica. Un toreo de manos bajas, dormidas, caídas al suelo con un estilo de corte “lasernista”, pero que en Cabré toma un significado especial. Cada lance parece uno de esos versos que Mario bordaba, con una manera de detener el tiempo que habría que remontarse al hacer de los gitanos Cagancho y Curro Puya para encontrar precedentes.

 

mariocabrecapoteMario Cabré fue un gran estilista del toreo de capa. Ejecutaba la verónica lánguida y despaciosa a pies juntos y con las manos bajas.


El estilismo de Cabré no está reñido con la lucha. Cuando se olvidó de la escena y de los platós de televisión, en aquellos 1947 y 1948 de mayor actividad, se enfrentó a corridas duras de las que salió airoso. En una encastadísima corrida con toros de vizconde de Garci-Grande, en 1948, tuvo una actuación más que digna; esa tarde fracasaron sus compañeros Aguado de Castro y Edgar Puente, ante la pujanza de sus oponentes.

Mario Cabré, el torero de las muñecas dormidas, del toreo a pies juntos, ha sido un estupendo poeta; pero sobre todo, un gran versificador del capote, un autor preclaro de la verónica. Un catalán universal que engrandeció con su arte una fiesta que con él se hizo luminosa.


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