Revista Cultura y Ocio

Fascismo ficción

Publicado el 08 mayo 2015 por Iván Rodrigo Mendizábal @ivrodrigom
1997 - MOVIE, FILM - STARSHIP TROOPERS. ACTOR CASPER VAN DIEN FACES GIANT TANKER BUG. PHOTO CREDIT: COLUMBIA/TRISTAR PROMOTIONAL HANDOUT  *Calgary Herald Merlin Archive*

1997 – MOVIE, FILM – STARSHIP TROOPERS. ACTOR CASPER VAN DIEN FACES GIANT TANKER BUG. PHOTO CREDIT: COLUMBIA/TRISTAR PROMOTIONAL HANDOUT *Calgary Herald Merlin Archive*

Por Eduardo Varas C.

(Publicado en el blog del autor, Libros, autores y riesgos, Quito, el 01/10/2008)

Creo que la única intención que tiene Paul Verhoeven está en evidenciar los alcances, extremos e inexactitudes del poder. Lo hace a través del cine, que es su fortaleza principal, siempre con una persistencia medida, aunque no siempre con buenos resultados. Sin embargo, es en la ciencia ficción que ha gestado donde se pueden encontrar ejemplos perfectos y contundentes de lo que él busca, de esa reflexión sobre el poder. ¿Qué pasa con el ser humano cuando tiene mucho poder?

En 1987, Verhoeven dirige la primera entrega de la serie Robocop. Alex Murphy es uno de los pocos policías honestos en Detroit, en un futuro contemporáneo, donde la ciudad está a merced del crimen y de los trabajos de una corporación llamada OCP, bajo cuya administración está la reconstrucción de ciertas partes de la ciudad y la misma Policía. En esta distopía (lo contrario a utopía), la Policía está privatizada y con eso llegan una serie de problemas ligados a un manejo comercial de algo que quizás no es tan comercial. En Robocop los policías están a punto de irse a una huelga y en ese instante es asesinado Murphy y se crea a ester súper policía: Robocop, con los restos del agente caído.

De ahí en adelante experimentamos la lucha del ser enfrentado al poder. La humanidad del robot versus el poder de la OCP, que para protección ha decidido incluir una directiva secreta en el ‘producto’ que crearon: No tocar a nadie que esté en la nómina de la corporación. Sí, una maniobra de negocios. Al final del día, el ‘malo’ es alguien de la OCP que hace y deshace, hasta que el Presidente de la Compañía lo despide, permitiéndole a Robocop/Murphy actuar. El ser humano mecanizado, sin otra opción ás que seguir indicaciones de los fabricantes. En el medio de todo lo que vemos ahí, la televisión jugando como el único elemento socializador, como instrumento de propaganda, como evidencia de la escasa relación entre varias personas.

Pero es en su filme de 1997, Starship Troopers (basado en la novela de Robert A. Heinlein), donde las ideas se expanden hasta crear un universo que nos pone de lado de los fascistas. Sí, la supervivencia de una especie (esta vez la humana, por sobre los insectos) enfrentada a otra que considera inferior. Una lucha que tiene sus daños colaterales en casa, pero que principalmente se libra en planetas lejanos a la tierra. El Gobierno es uno solo, una federación que engloba a todos los países con un sólo dirigente único. Una televisión que te permite saber más, aunque te lo pregunta, en una aparente idea de decisión del televidente. La lucha de un planeta porque los jóvenes se enrolen en las filas de sus tropas para acabar con los insectos. Una lucha que no tiene sentido evidente, pero que simplemente es. Uniformes y rituales que asemejan a lo que se ve en los reportes históricos sobre el nazismo, por ejemplo… Hay cierto nivel de complejidad que no se logra a cptar de una sola, gracias a que la aventura es lo que prima, pero esa es la excusa… se trata de entender que lo que estamos viendo es casi el triunfo del espíritu, estamos apoyando a un grupo sin saber bien p0r qué, pero lo hacemos. Y lo celebramos.

Entonces no me queda más que reflexionar en lo vacuo y ligero que puede ser el espíritu humano. Lo fácil que las cosas se aceptan, cuando desde el poder hay un detalle que no sabemos por qué se da, pero existe un enemigo a combatir, y por enemigo no hago referencia a un hecho, sino a algo, alguien, lo que sea… en este caso, el otro. Hace unos días pude ver la tercera parte de Starship Troopers, ya sin Verhoeven como director, pero funcionando en la producción. Y esta vez los mismos elementos se expresan, salvo con el agregado de la religión, tanto como protagonista y como elemento de propaganda. Sí, vemos que en situaciones como esas la verdad es la que sufre (se acusa a un líder de una coalición religiosa que está en contra de la guerra de un atentado terrorista y en la misma película se nos dice que eso es mentira, pero nada sucede, el tipo es ejecutado), porque hay un concepto mayor que debe mantenerse; en este caso: acabar con los bichos.

Y siempre habrá bichos para acabar, el problema está cuando esa premisa nos haga olvidar en dónde estamos parados.


Archivado en: Cine, Opinión Tagged: Distopía, Paul Verhoeven, Robert Heinlein, Robots, Utopías
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