Fue Passolini el primero que habló de “fascismo social” a mediados de los años setenta. Vio un cambio entra las juventudes comunistas que él había conocido en la Italia posterior a los “años de plomo” y la “nueva” juventud, alienada por la oferta inacabable del consumo y mucho menos dispuesta a sacrificar algo hoy para mejorar la sociedad mañana. La mística dejaba paso a la crematística. Como en la conocida historia de la rana, primero el consumo y luego el deseo de consumo funcionan como anestesia del caldero, que va aumentando de temperatura para alegría de una rana que va a perder la vida después de perder el juicio. Sólo saliéndonos de esa lógica podemos entender la trampa. Salirnos de la matriz. Claro que habrá gente que, como el Ciphra de “Matrix”, prefieran la mentira engalanada a la desnudez de la verdad. Pero ¿acaso no están llenos de fealdad los que han renunciado a mirar el sol y, encorvados, ya no son capaces de levantar la vista del suelo?