Revista Opinión
El nazifascismo lo pudre todo y no es sino un instrumento para llegar al poder a través del señuelo y de la metáfora.Hoy, trataremos sólo del señuelo, dejando para otro día la metáfora.El señuelo es la democracia: nos dicen que vamos a gobernar nosotros, o sea, el pueblo, mediante un procedimiento de esencial transformación en el que hacen como que somos nosotros realmente los que elegimos a los que dicen ser nuestros representantes, pero nada más lejos de la realidad.Las elecciones se celebran para elegir a los diputados y éstos, una vez elegidos, designan, por mayoría simple al presidente de gobierno que, a su vez, nombra a los ministros, palabra que quiere decir servidores, y que se encargan del gobierno efectivo de la nación.Pero, como dijimos, todo está esencialmente podrido.La putrefacción es la descomposición de un organismo muerto para el objeto que lo constituye y el Congreso de los diputados está esencialmente podrido porque está muerto en cuanto a gobernar a la nación en beneficio del pueblo, que es para lo que, en teoría, se constituye, pero lo que realmente hace es todo lo contrario, sirve de camuflaje para la opresión de las clases desfavorecidas.Es por eso que hablamos de nazifascismo, una ideología que se quitó la máscara bajo el impulso de 3 grandes cínicos.Para Hitler, Mussolini y Franco, el Estado como organización política de la nación no tiene otra misión que alcanzar la felicidad de los pueblos y a ello ha de someterse la totalidad de la acción política que debe de penetrar hasta el último rincón del mismo. No hay nada que escape a la voracidad invasiva de la acción de gobierno que debe de extenderse hasta el dominio de los espíritus, de las conciencias.Se trata, pues, de una ideología totalitaria y absolutamente poderosa en cuanto lo penetra todo con un ejercicio abusivo del poder.Y el instrumento para alcanzar el poder es el partido político que, al principio del nazifascismo tendía a ser único, hasta que la historia les demostró que este postulado era un error.Desde Aristóteles y la consagración de la evolución de las formas de gobierno la ciencia política tendió a considerar a la democracia como la forma cuasi perfecta de la organización y el ejercicio de la actividad política.Pero la democracia, como la historia ha demostrado, es un desideratum absolutamente inalcanzable. No se puede gobernar al pueblo, mediante el mismo pueblo y a favor de éste porque el pueblo, por su propia esencia, es inorgánico y, por lo tanto, ingobernable por sí mismo.El pueblo no sólo no puede gobernar sino que tal vez sea ingobernable por lo que la solución estriba en tiranizarle que es lo contrario de la gobernación.Pero la tiranía no tiene buena prensa ni tampoco buena teoría de modo que hay que camuflar su presencia, de aquí a decantarse por los caudillos populares sólo había un paso que se dio con el resultado catastrófico que muestra la historia a través del resultado de los nazifascismos declarados.Entonces, la cuestión estribaba en ejercer una tiranía que aparentara ser democrática, en la que el pueblo pareciera que elegía a sus gobernantes y los falsos teóricos de la ciencia política alumbraron el trampantojo de las elecciones, tratando por todos los medios de obviar aquello de “nihil volitur qui precognitur”, no se puede querer lo que no se conoce o sólo se puede querer lo que se conoce, lo que situó definitiva y absolutamente el verdadero poder en manos de los medios de comunicación.Y, como ya hemos dicho un millón de veces, para alumbrar uno de estos medios se necesita ingentes cantidades de dinero que sólo se encuentran, por definición, en manos de los poderosos, si consideramos como poder auténtico al económicofinanciero, porque realmente no hay otro.Así las cosas, se consagra una nueva forma del nazifascismo: la detentación del poder político por aquellos que son dueños del dinero, o sea, del capital, y se impone en todo el mundo una especie de capitalismo salvaje que se cubre con el falso manto del liberalismo.Pero su estructura real es idéntica a la que ejercieron Hitler, Franco y Mussolini. El Estado se constituye como el objetivo a conseguir y con suprema hipocresía se tiende a deslegitimarlo con estrategias tales como demonizarlo en aquella frase del binomio diabólico, Thatcher-Reagan: “el Estado no es la solución sino precisamente el problema”, tesis que apenas ha durado un minuto, hablando en términos históricos, como demuestra el método utilizado para resolver la crisis que actualmente padecemos, el Estado se ha configurado como el único medio de salvar a esas empresas que aspiraban a la libertad de mercado.Y hemos llegado, al fin, adonde queríamos ir: todo no es más que una gran mentira que tiene por objeto engañar, embaucar a los pueblos, por eso hemos dicho antes que la democracia es el gran señuelo, el trampantojo con el que se nos está engañando a todos y se hace a través de los medios de comunicación, que se hallan en manos de capitalistas tan acérrimos como los Murdoch, los Belusconi, los Lara, los Godó, por citar gente que conozca todo el mundo, pero, una vez alcanzado el poder, éste se utiliza para lo de siempre, oprimir y esclavizar al pueblo, intentando convencerle, además, de que este ultracapitalismoliberal es la única forma lógica y lícita de gobernarse.En el post anterior hemos quedado en que el nazifascismo se ha convertido en un neofascismo que asume la forma de un captilalismo salvaje.Pero el pueblo percibe que no es él, ni mucho menos, el que lleva las riendas de la gobernación y siente, en el fondo de su alma, que le están estafando, que todo ese tinglado que se ha montado y que hemos quedado en llamar nación, pueblo, Estado, no le pertenece ni mucho menos, se trata pues de engañarle, para que se calme y resigne, hay que proporcionarle una metáfora de su libertad, algo que le convenza de que es él quien realmente decide.El truco hace muchos siglos que había sido inventado, el famoso "panem et circenses", pan y juegos circenses romano, ahora, pan y fútbol.El fútbol, pues, no es sino una metáfora de la libertad, puesto que yo no soy realmente libre para nada que no sea suicidarme, elijo libremente el equipo de fútbol de mi pueblo, o sea que, al principio, el panorama futbolístico nacional estaba constituído por 14 equipos que eran como el Atletic de Bilbao, estaban formados por los chicos de la ciudad cuyo nombre llevaban.Pero el ultraliberalismo capitalista neocons, ya lo hemos dicho mil veces, pudre, corrompe todo lo que toca.Si el fútbol era y es una metafora del espíritu popular, si el equipo de cada ciudad o región iba a constituirse en el más genuino de los representantes de su pueblo, región o ciudad, había que hacerlo el mejor de todos, invencible, si esto era posible.Y claro que lo era para los que tenían en sus manos el poder, todo el poder.Franco, un nazifascista nato, convencido, lo entendió así en seguida.La única manera de santificar un régimen podrido hasta la médula era sublimizarlo a través de un trampantojo, de una buena metáfora.Y ¿qué mejor metáfora que el equipo de fútbol que llevaba el nombre sacrosanto de la capital de la nación, de su Estado totalitario?Así se gestó el inicio del mejor club de fútbol de la historia. El Real Madrid no ha sido un club de fútbol normal y corriente sino el santo y seña de uno de los Estados fascistas más emblemáticos del mundo.Franco dio las órdenes oportunas y todo el mecanismo de aquel Estado superfascista se puso al servicio de dicha ideología.Yo, que por mi absoluta pobreza, nunca tuve un solo juguete que llevarme a las manos, jugaba como un poseso, a ser posible todo el día, con los balones de mis amigos. O sea que me hice el más acérrimo de todos los futbolistas y no lo hacía mal del todo, el problema residía en que por la falta de alimentos no tenía fuerzas para empujar al balón de manera que era éste el que me despedía para atrás a mí cuando yo lo golpeaba. De modo que, por falta de condición física, no pude hacer carrera futbolistica pero la afición se me incrustó en el alma para toda la vida. De manera que aquel fabuloso equipo en el que, gracias a la superfinanciación del régimen político, jugaban siempre los mejores jugadores del mundo, Kopa, Didí, Di Stefano, Puskas y Gento, me absorbía el poco seso que disfrutaba un mozalbate de muy pocos años.Pero el ser humano tiende por naturaleza a la compasión y yo completé mi formación moral en el 4º anfiteatro del estadio que entonces se llamaba Chamartín.Igual que en el cine todos acabamos identíficandonos con el bueno, yo acabé también allí, en medio de aquel frío horroroso, a veces, muchas veces calado hasta los huesos por esa fría lluvia que cae sobre la capital de España, situándome al lado del bueno, que siempre era aquel equipo de provincias al que estafaba el Real.Ésta es precisamente una de las incógnitas que todavía no he logrado despejar: cómo el resto de espectadores de aquellas canallescas estafas no experimentó una evolución ética y estética semejante a la mía. Porque a todo bien nacido el abuso de la fuerza física, de la fuerza bruta del absolutamente poderoso, debe de repugnarle intrínsecamente, pero no era así, no fue así, no es así.De modo que así estamos. Toda la organización administrativa del país se ha estructurado para que se produzca inevitablemente el dominio del que indudablemente sigue siendo el equipo del Régimen, porque el Regimen sigue siendo el mismo como también el equipo.Que el nazifascismo frnquista no sólo sigue vivo, de tan bien atado como el tirano lo dejó, creo que no caben muchas dudas que no sean esencialmente interesadas.Cualquier persona honrada que atisbe el panorama futbolistico del pais, comprueba que la Federación, organismo oficial que rige el mundo de este deporte, está constituida, desde su presidente al conserje que vigila la puerta principal, por personas que, en su absoluta totalidad, son o han sido de algún modo empleados madridistas, dicho de otra manera, la Fereración no es sino una sucursal del Real Madrid. Del mismo modo, de la misma manera, se han estructurado todos los organismos, todos los estamentos que rigen el funcionamiento de este deporte, con funcionarios que son o han sido esencial, radicalmente madridistas, de modo que el manager del Madrid agrede cobarde y alevosamente al entrenador de otro equipo rival ante 400 millones de espectaadores, acto que deja a la altura de los caballos a todo el deporte nacional, cuando, por ejemplo, en Inglaterra actuaciones en absoluto comparables como que un jugador le haga a otro un comentaario racista implican la separación del agresor verbal durante una decena de partidos.Esto que, a los no aficionados al fútbol puede parecerle banal, no lo es en absoluto, todo lo contrario es radicalmente representativo del nazifascismo que nos sojuzga, puesto que igual que lo que sucede con Garzón,es esencialmente significativo de como las estructuras esenciales del país continúan ocupados por tardofranquistas, así un tipo como Mourinho, el más fascista de los individuos que yo conozco, puede permitirse impunemente una campaña de coacción a los árbitros que los ha transformado en simples marionetas madridistas, ante la pasividad universal de todos los españoles.De modo que el nazifascismo se extiende como un pesado manto de opresión y de silencio sobre todo el país, porque el franquismo,uno de los 3 nazifascismos esenciales, sigue plenamente vigente en él.