La gente no tiene respeto con los hogares ajenos. Vienen a molestarte a tu propia casa, no te preguntan si te viene bien que te visiten, se presentan sin avisar y se quedan hasta que se aburren.
Cada mañana pasa lo mismo, me despierta el ruido metálico de la puerta y escucho el zapateo en el suelo encerado. No son ni las 10.00 y me obligan a levantarme pero nadie se digna en preguntar si quiero un café y una tostada. Apenas tengo tiempos para quitarme las legañas.
Luego, todo el día disimulando el sueño y el hambre. Posturita por aquí, lucir trapito por allá...pero nadie te mira, nadie valora tu sacrificio. Al final, te pasas más de 12 horas sin descansar cuando lo que de verdad quieres es ponerte en la mesa camilla con un café y la novela.
Y ahora esto, me hacen envolverme en papel celofán y sostener este cartel luminoso que pesa. Ay, que ganas que llegue la vuelta al cole y, al menos, me vistan de colegiala.