Revista Opinión

Fatá y Hamás: reconciliar lo irreconciliable

Publicado el 16 enero 2018 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

El 12 de octubre de 2017 Hamás y la Autoridad Nacional Palestina firmaron un acuerdo para la reconciliación de las fuerzas palestinas y la formación de un Gobierno de coalición que unificase los territorios palestinos de Gaza y Cisjordania. Sin embargo, no es la primera vez que ambos grupos se sientan a negociar sin llegar a ningún acuerdo concluyente debido a sus diferencias y el deseo de imponerse sobre el otro.

La nueva ronda de conversaciones que se está produciendo en los últimos meses entre la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y Hamás podría ser considerada como un avance hacia la reconciliación de las principales fuerzas palestinas y un intento por mejorar las condiciones de vida de la población. Desde que el Movimiento de Resistencia Islámica ganase las elecciones parlamentarias en 2006 y obtuviese el control de la Franja de Gaza, los habitantes de este territorio han sido sometidos a un duro bloqueo económico y, más recientemente, a una grave crisis energética a causa de la enemistad entre los dos partidos políticos que ahora se sientan a negociar. Sin embargo, no es la primera vez que se reúnen para poner fin a sus diferencias y alcanzar un acuerdo que los fortalezca.

La brecha entre los dos movimientos

Fatá —acrónimo inverso en árabe de Movimiento Nacional de Liberación de Palestina— fue fundado en la década de los 50 por la diáspora palestina que había huido tras la Nakba de 1948 y se había refugiado en Kuwait. Entre sus fundadores se encuentran su presidente y líder durante años, Yasir Arafat, así como el actual presidente, Mahmud Abás.

Una de las principales premisas del grupo era la resistencia armada contra Israel con el objetivo de liberar Palestina. De esta forma, en 1965 comenzaron sus operaciones en Jordania y Líbano, una de las causas que darían inicio a la guerra civil libanesa entre 1975 y 1990. Con el fin de la guerra de los Seis Días en 1967, Fatá se convierte en la principal fuerza de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), creada en 1964 por diferentes facciones palestinas con el objetivo común de liberar el territorio —hoy representa legalmente a la población palestina ante las Naciones Unidas—. Sin embargo, tras la expulsión de la organización de ambos países en las décadas de los 70 y 80, respectivamente, deciden poner fin a la resistencia armada y aceptar la solución de los dos Estados bajo las fronteras de 1967; así, formarían parte de Palestina Cisjordania, Jerusalén Este y Gaza. Con la firma de los acuerdos de Oslo en 1993 entre Israel y la OLP, se crea la ANP con el objetivo principal de fundar un Estado palestino.

Para ampliar: “OLP: Historia de una revolución – Septiembre Negro”, documental de Al Jazeera, 2009

Fatá y Hamás: reconciliar lo irreconciliable
Los asentamientos y el número de colonos israelíes en Cisjordania no han parado de crecer y para 2017 se han aprobado grandes proyectos de viviendas. Fuente: Cartografía EOM

Hamás —acrónimo en árabe de Movimiento de Resistencia Islámica— fue fundada en 1987 por el imán Ahmed Yasín y Abdel Aziz ar-Rantisi durante la Primera Intifada en rechazo a la ocupación israelí de Cisjordania y la Franja de Gaza. A diferencia de Fatá, grupo secular, Hamás tiene una ideología fundamentalista islámica y basa todas sus enseñanzas y objetivos en el islam; de hecho, su principal fuente de inspiración fueron los Hermanos Musulmanes de Egipto. Crearon igualmente un brazo armado, las Brigadas de Ezzeldin al Qassam, con el fin de luchar contra Israel y liberar el territorio palestino.

Tras el fin de la Segunda Intifada, levantamiento violento que se produjo entre 2000 y 2005 en los territorios palestinos, Hamás decide participar en las elecciones de 2006; obtiene la victoria en la Franja de Gaza y a finales del 2007 expulsa a Fatá. A partir de ese momento, el territorio controlado por la Resistencia Islámica sufrirá un duro bloqueo económico por parte de la comunidad internacional, así como la restricción de circulación de bienes y personas impuesta por Israel y Egipto.

Para ampliar: “Hamas: de actor insurgente a interlocutor obligado”, Beatriz Gutiérrez López en IEEE, 2013

En 2017 la organización publica un manifiesto político en el que, al igual que la ANP, aceptan la creación de un Estado palestino con las fronteras de 1967. Sin embargo, ambos difieren en cuanto a su relación con el Estado de Israel: mientras que Hamás niega la existencia del Estado hebreo, la ANP está dispuesta a negociar con ellos. De hecho, tras los acuerdos de Oslo, Israel pasó a tener el control del 60% de la economía, seguridad y administración de Cisjordania y colabora con la ANP en cuestiones de seguridad y en la prevención de ataques contra suelo israelí.

Fatá y Hamás: reconciliar lo irreconciliable
Evolución del territorio del Estado de Israel. El tercer mapa correspondería a las fronteras de 1967, aceptadas por Fatá y Hamás para formar el Estado palestino. Fuente: Vladivostok

En cuanto a la manera de conseguir seguidores, cada uno emplea tácticas diferentes. Fatá hace uso de las ayudas económicas y los puestos de autoridad para ganarse el apoyo de la población en el territorio que controla. Además, hay que tener en cuenta que muchos siguen viendo a la ANP como el movimiento liderado por el carismático Arafat, sin llegar a conocer o comprender los objetivos actuales del partido. Por su parte, Hamás, al igual que el movimiento de los Hermanos Musulmanes, hace uso de la educación, las mezquitas y los servicios sociales para expandir su ideología y conseguir adeptos que promuevan sus ideas.

El inicio de la discordia

La rivalidad entre Fatá y Hamás comienza a ser patente durante la Segunda Intifada. Por una parte, Hamás aumentaba el número de ataques suicidas y atentados contra los israelíes para evitar que se produjesen negociaciones que conllevasen el reconocimiento del Estado hebreo. Fatá, aunque negociaba con Israel, llevaba a cabo su propia campaña de terror en los territorios palestinos contra las fuerzas armadas israelíes. Israel hizo responsable a la ANP de la escalada de violencia.

Esta violencia y anarquía, sobre todo en la Franja de Gaza, permitió que Hamás consolidase su infraestructura militar y recibiese un gran apoyo y confianza por parte la población, principalmente por su menor grado de corrupción en comparación con Fatá. Además, el descontento que había con la estructura administrativa, política y de seguridad de la ANP llevó a que se produjesen nuevas elecciones con el objetivo de reformarla desde dentro. Sin embargo, inesperadamente para Fatá, Hamás se alzó con el poder en Gaza en las elecciones del 2006; se abrió un periodo de paralización política debido al no reconocimiento de esta victoria y la negativa de Israel de negociar con Hamás —de hecho, puso fin a las conversaciones y acuerdos de paz—. Poco después del triunfo de la Resistencia Islámica, Israel se retira de la Franja de Gaza con dos objetivos: librarse del lastre de combatir la resistencia armada palestina y obtener la legitimidad internacional para responder ante cualquier ataque o provocación que se produjese.

En los meses siguientes se intensificará la tensión entre los dos principales partidos políticos palestinos por el control de la zona. En 2007 finalmente llegarán a un acuerdo en La Meca para formar un Gobierno de coalición. Sin embargo, tuvo un corto periodo de vida, ya que el rechazo por parte de Fatá de transferir el control de las fuerzas armadas al Ministerio de Interior, liderado por Hamás, hizo imposible el reparto de poderes. En junio de ese año estalla el conflicto, que se salda con la victoria de Hamás, la expulsión de Fatá de la Franja y más de 200 muertos de ambos bandos.

Fatá y Hamás: reconciliar lo irreconciliable
Percepción de la población palestina sobre el proceso de reconciliación entre Fatá y Hamás (septiembre de 2017). Fuente: Centro Palestino para la Investigación de Políticas y Encuestas

A partir de ese momento, Hamás tomará el control de la Franja bajo la limitación impuesta en la circulación de bienes y personas, así como el boicot de la comunidad internacional. Desde 2008, tras un enfrentamiento con las fuerzas israelíes, contará con la ayuda de Irán para impulsar y aumentar su estructura militar. Por su parte, Fatá se centrará en mantener el control de Cisjordania, con apoyo externo, para evitar que caiga también en manos de la Resistencia Islámica.

En 2011, tras una campaña internacional para recabar apoyos con el fin de crear el Estado palestino en las fronteras de 1967, la ANP decide renovar sus esfuerzos por acercarse a Hamás y llegar a un acuerdo para formar un Gobierno de coalición, al menos de cara a las elecciones que debían producirse ese año. Hamás condiciona su participación a poder compartir el poder con la ANP y ese mismo año firman en El Cairo un acuerdo para la coordinación institucional. El acuerdo se centró principalmente en la preparación de ambos grupos para las elecciones legislativas y presidenciales, la reforma de la OLP de tal manera que se permitiese la entrada de Hamás, la formación de un Gobierno de coalición con un presidente elegido conjuntamente y el fin al bloqueo impuesto en la Franja de Gaza. Sin embargo, no se hizo alusión a la cuestión de las armas y a la estructura militar del grupo islamista. Israel rechazó este acuerdo y bloqueó la transferencia de fondos a la ANP.

Para ampliar: “El acuerdo de reconciliación palestino: respectivas y retos de futuro”, Daniel Rajmil en IEEE, 2011

Al igual que el acuerdo del año 2007, este también tuvo una duración muy corta debido a una nueva ola de ataques en Gaza. Aunque la infraestructura militar de Hamás quedó muy dañada, vuelve a imponerse ante Fatá, con lo que demuestra el gran apoyo entre la población de la Franja. En 2014 se producen nuevos acercamientos y anuncian su deseo de formar un Gobierno provisional de unidad nacional. Aunque fue rechazado por Israel, que se negaba a negociar con un Gobierno del que formase parte Hamás, Estados Unidos sí mostró su deseo de cooperar con él y que se pusiese fin a la división palestina. Sin embargo, como en ocasiones anteriores, el acuerdo fracasa debido al rechazo de los líderes de Fatá de ceder a las demandas de Hamás para renovar la OLP y de estos de reconocer la existencia del Estado de Israel y ceder sus armas a la ANP. El Gobierno pierde totalmente su eficacia en julio de 2014 al estallar un nuevo conflicto entre Israel y la Resistencia Islámica. A partir de este momento, se hace evidente para la comunidad internacional el control de Hamás sobre el territorio de Gaza, así como el aumento de su popularidad entre la población palestina.

Un nuevo intento de reconciliación

El último intento de negociación podría haber sido motivado por un Hamás desesperado ante las malas condiciones de vida en la Franja de Gaza. Desde mediados de abril de 2017 el territorio sufre una grave crisis energética debido a la enemistad manifiesta entre Mahmud Abás, presidente de la ANP, y la Resistencia Islámica. Entre las sanciones impuestas están el recorte de pagos para suministros eléctricos provenientes de Israel, lo que provoca apagones diarios con una media de duración de 20 horas; la reducción del salario de los funcionarios palestinos, el recorte de autorizaciones para que pacientes graves sean tratados en hospitales de Cisjordania o Israel y la reducción en el abastecimiento de medicamentos esenciales. A ello debe añadirse el bloqueo israelí durante más de una década.

Además de estas sanciones, la pérdida de apoyos internacionales ha sido también una de las causas de este acercamiento. Desde la llegada al poder en Egipto de Abdel Fatá al Sisi, anti Hermanos Musulmanes declarado, se ha impuesto un bloqueo en el paso fronterizo de Rafá que limita la circulación de la población palestina. Por otro lado, la Liga Árabe, liderada por Arabia Saudí, ha presionado en los últimos meses a Catar para que ponga fin al apoyo a Hamás, a quien consideran un grupo terrorista.

Fatá y Hamás: reconciliar lo irreconciliable
Reparto de votos entre los partidos políticos palestinos en unas posibles elecciones parlamentarias (septiembre de 2017). Fuente: Centro Palestino para la Investigación de Políticas y Encuestas

Ante esta situación, Hamás accede a reunirse con la ANP a principios de octubre de 2017 para negociar una nueva reconciliación y llevar a cabo nuevas elecciones en los territorios palestinos. Firman un nuevo acuerdo en El Cairo para retomar los que se habían firmado en esa misma ciudad en 2011. En él, Hamás se compromete a entregar a Fatá el control de la estructura administrativa y los pasos fronterizos con Egipto —Rafá— e Israel —Erez y Kerem Shalom—. Sin embargo, hace hincapié en la necesidad de un Gobierno de unidad nacional en el que participen todas las facciones palestinas, y no solo los dos partidos principales, para que el acuerdo puede tener legitimidad y ser efectivo.

Pero, como en ocasiones anteriores, la ANP vuelve a actuar como vencedora en el acuerdo y demanda la rendición total de Hamás a través de la entrega de toda su infraestructura en Gaza, aunque sin rebajar las sanciones impuestas por Abás en los meses anteriores contra la población de la Franja. Esto ha provocado la división dentro de sus filas entre aquellos que consideran que ha llegado la hora de terminar con el bloqueo y quienes creen que se debe esperar un poco más hasta tener claro cómo será el nuevo Gobierno. Igualmente, aunque se ha defendido la idea de un Gobierno en el que participase Hamás, Fatá asegura que esta participación supondría el boicot de la comunidad internacional, que considera a la Resistencia Islámica un grupo terrorista.

Otra de las cuestiones que no se ha abordado en el nuevo acuerdo es la estructura militar y las armas de Hamás, el cual advierte de que se trata de una línea roja y afirma que no entregará las armas, sino que de hecho las llevará a Cisjordania para continuar la lucha contra la ocupación israelí. No solo ellos defienden esta idea; otras facciones palestinas, como la Yihad Islámica, rechazan el desarme de los grupos de resistencia.

El retraso en la cesión del control administrativo de Gaza, la falta de una fecha exacta para la realización de nuevas elecciones, así como cuestiones que quedan sin responder, como es el caso del control de las fuerzas de seguridad y las armas de Hamás y el sentimiento de superioridad de la Autoridad Palestina, hacen difícil que la nueva ronda de negociaciones tenga más éxito que las anteriores. Sin embargo, la existencia de un conflicto externo que aunase fuerzas palestinas podría llegar a ser el impulsor de la unión en medio de la adversidad y desafiar incluso las expectativas de la población, con pocas esperanzas de que finalmente se llegue a un acuerdo. Queda, por tanto, en manos de los dos principales partidos cambiar la situación para conseguir una Palestina más fuerte capaz de negociar tanto con Israel como con la comunidad internacional.


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