España perdió. Debutó en el Mundial ante Suiza y palmó de muy mala manera. De hecho, es la única de las consideradas ‘favoritas’ que está a cero tras la primera jornada.
Habrá debate, ya veréis. Unos dirán que el estilo es irrenunciable, que el equipo debe seguir apostando por el toque, la fórmula que ha dado a España el único gran éxito de su historia (la Euro del 64 o los Juegos del 92 no entran en esta categoría). Vale.
Habrá otros que pidan un juego más directo al equipo, que no elabore tanto, que busque el gol sin tantos rodeos, sin incurrir en el barroquismo. También me vale, y me vale más. Porque es muy bonito ganar jugando bien, aunque hay más formas de jugar bien, que conste. Y los equipos de toque también pierden. Llegan unos gañanes como los del Inter y te dejan sin Champions. Llegan unos troncos como los suizos y te cortan la meada. Esto es así. El fútbol es muy simple: se trata de meter la pelota en la cajita. Lo de la impresión artística es en el patinaje, o en la gimnasia, pero no este negocio.
A España se le ha puesto el Mundial cuesta arriba. No sólo no ha ganado -ni siquiera puntuó-, sino que su, en principio, gran rival en el grupo, Chile, sumó los tres puntos. Y, además, jugando de forma más o menos aceptable. Lógicamente, la exigencia que se aplica a Chile no es la de España, pero es lo que tiene ir por ahí vacilando de títulos. En fin, que el partido ante La Roja -los chilenos utilizaron antes el nombre y en España lo copió alguien de escasa imaginación- será decisivo para el futuro de la campeona de Europa. Eso si a Honduras no le da por repetirnos la gracia del Mundial’82…
La jornada se cerró con un ‘Forlanazo’. El delantero del Atlético impulsó a Uruguay virtualmente hacia octavos gracias a un doblete que deja fuera (también virtualmente) a los anfitriones, aunque parece que no a las vuvuzelas, convetidas ya en lo más peligroso de Sudáfrica. En esto de los Mundiales la historia también juega, y los charrúas llevan en los genes dos conquistas. Lejanas, sí, pero mucho más de lo que puede presumir la mayoría. Y no miro a nadie.
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