Revista Cultura y Ocio

Fe de vida

Publicado el 11 febrero 2014 por Zogoibi @pabloacalvino

fedevida

La Fe de vida es el documento administrativo más extraordinario y valioso que burocracia alguna haya concebido jamás; y sólo España, de entre todos los países, podía ostentar el honor de su invención. La idea fundamental que subyace tras ella y, sobre todo, la causa de que pueda coexistir en aparente contradicción con los certificados de defunción, es la naturaleza dual que el sistema jurídico español reconoce al ser humano: en concordancia con el principio de incertidumbre de Heisenberg y la dualidad onda-corpúsculo, somos a veces una cosa y a veces otra, podemos tener tal velocidad o tal posición, estamos quizá vivos o quizá muertos, sin que ninguna de estas circunstancias pueda ser predicha con seguridad. De aquí la necesidad de tener algún modo para demostrar, según las circunstancias, un extremo u otro.

Así, pues, blandiendo una fe de vida podemos acreditar nuestra existencia ante el más incrédulo chupatintas o el más cauto agente de seguros, con mucha mayor eficacia práctica que nuestra mera y probablemente engañosa presencia física frente quien nos lo demande.

Lo más interesante, sin embargo, de una fe de vida no es ni su fundamento ni su inapreciable utilidad burocrática, sino las conseculencias beneficiosas colaterales que ella se derivan: y es que al certificar, con validez de tres meses posteriores a su expedición, que su titular está vivo, resulta que no existe mejor garantía para permanecer con vida, durante al menos dicho plazo, que obtener un tal documento, ya que el Ministerio de Justicia, con toda la fuerza de la ley, así lo avala. Con una fe de vida en el bolsillo podemos arrostrar los mayores peligros, intentar las más arriesgadas proezas o exponernos a las peores condiciones de salubridad, con la certeza de salir con vida siempre que no hayan transcurrido tres meses tras habérnoslo expedido.

No obstante, con mucho, lo más excepcional e insólito de la fe de vida, lo que la hace un instrumento tan universalmente singular, es que puede obtenerse ¡incluso estando muerto!, ya que para su expedición basta con que un tercero acuda al Registro Civil portando el DNI y un certificado médico reciente del difunto.

¡Viva España y olé!


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