Las frases “Todo pasa por una razón” o “No hay mal que por bien no venga” son trilladas y hasta sin ningún sentido para aquellas personas que pasan por un momento duro, complicado, o difícil en sus vidas, y que el repetirlo o escucharlo no hará ninguna diferencia.
Estas frases casi nunca hacen eco en aquellas personas que sufren, y es aún más complicado para aquellas personas que lo dicen y que difícilmente lo creen, ya que la mayoría de las veces el decirlo es un esfuerzo desesperado para consolar a otros o a uno mismo, sin tener la visibilidad de que realmente pueda surgir algo positivo de eso que le está pasando a nuestro amig@ o conocid@; y por lo tanto decirlo en estas condiciones no tendrá ningún éxito, al menos no a corto plazo.
Tomemos un instante para examinar nuestra vida, y hacer un recorrido por todas aquellos momentos de desesperación, estrés, sufrimiento, y nos encontraremos que no existe una experiencia de la cual no hayamos obtenido algo positivo, bueno e importante para nuestras vidas.
No estoy hablando de dinero o cosas materiales (aunque no podemos dejarlas de lado, puesto que de estos momentos en algunas oportunidades podemos obtener dichas recompensas), más que todo estoy hablando de cosas intangibles, invisibles, a las cuales se les da valor, una vez que se viven, por ejemplo: el darse cuenta que eres más fuerte de lo que pensabas, el encontrar apoyo de alguien que ni te lo imaginabas, el reconocer que tienes más amigos de los que contabas, el conocerte a ti mismo y descubrir virtudes escondidas muy dentro de ti como: la creatividad, la sencillez, el respeto, el altruismo, el saber que eres capaz de cosas que jamás hubieras sabido que podías hacer, hasta no haberte encontrado con esa situación en tu vida, e incluso si no encontraste nada parecido a esto, todavía tenemos el conocimiento adquirido después de haber pasado por este periodo, es decir, la experiencia, la sabiduría. Al final de la faena sabrás manejar situaciones similares o iguales, mucho mejor de lo hiciste la primera vez, y todo será más fácil, o al menos tendrás una senda que seguir y aprenderás de tus errores.
Si hiciste el ejercicio, te darás cuenta de que no habrá un solo momento difícil en tu vida del cual no hayas encontrado algo positivo o importante que te hiciera cambiar o reflexionar.
No creo que exista una persona que pueda ver únicamente las cosas positivas de la complejidad y la dureza de las diferentes experiencias en la vida en el 100% de los casos, y que además sea feliz de aprender de todo lo malo que le está pasando, por ejemplo en el momento que una persona se quiebre un dedo de la mano y de inmediato pensar ”… genial tendré días libres de trabajo por incapacidad…”.
A lo que concluyo, que es una falacia pensar que habrá algo bueno de todo ese dolor y desesperación en ese preciso momento, y lo que pasará es que la persona pensará que tendrá que ir al seguro social y hacer seis horas de fila, y que no va a poder trabajar. Por lo cual necesitamos de aferrarnos a algo que está a nuestro alcance y que jamás debemos permitirnos perder “La Fe”. La fe es nuestra única arma para tener esperanza, y de creer de que después de la tormenta realmente llega la calma, y que en este momento, tal vez, no logremos ser tan positivos, y visualizar lo bueno que esto nos traerá, pero que todo estará mucho mejor de alguna manera al final del túnel. Por lo que la persona podría pensar que al ir al hospital el dedo será solo enyesarlo y en unas cuantas semanas estará sano, y mientras tanto, podría trabajar de forma diferente, por ejemplo.
Por lo tanto
Necesitamos vivir con fe y esperanza para poder llegar a un mañana y reconocer las maravillas de la vida, además, de creer fielmente de que “lo que no te mata te hace más fuerte” y aferrarte a eso, aunque el positivismo desaparezca o no exista. Cuanto más logremos practicar esto, más natural irá creciendo el ser positivo en nuestras vidas, y dejaremos de una vez por todas de mentirnos a nosotros mismos y a otros, y realmente transmitir y sentir, que “todo pasa por una razón”.
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