Revista Deportes
Por primera vez vi en directo a Federer. Es el más grande. El más elegante. No se mancha los calcetines con la arcilla, como los demás. Sólo se despeina cuando juega contra Nadal. Su revés es tan señorial que parece frívolo, displicente. En la grada de la Caja Mágica, los espectadores de al lado, una pareja mexicana, me preguntaron si prefería a Federer o a su rival de la semifinal: David Ferrer. Les dije que a mí me gusta el tenis. Y eso es todo. Por eso animé a ambos indistintamente. Pero en el fondo prefería a Federer, porque es, junto a Valentino Rossi, el deportista de la década. Un ejemplo para los chavales. Una gran persona. Un tenista con el que incluso se puede (intentar) hacer literatura.