Desde el pasado 25 de septiembre dentro del PP se repite el nombre de Alberto Núñez Feijoo, el electo con mayoría absoluta por tercera vez presidente de la Xunta de Galicia, como el heredero de Mariano Rajoy.
Los éxitos electorales de este abogado y funcionario de carrera de apariencia más juvenil que la de sus 55 años, con amplia experiencia en las administraciones públicas, le han hecho pasar por encima de quienes se decía que ocuparían esa plaza.
Por la que parecían competir la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y la secretaria general del PP y expresidenta de Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal.
Núñez Feijoo tiene un problema que, aunque de momento va solventando en Galicia, explotará fuera en cuanto salte a competir por la presidencia del Gobierno español.
Es su amistad en 1995 con el entonces incipiente narcotraficante Marcial Dorado Baúlde, con el que se fotografiaba tras conocerlo a través de un amigo común militante del partido que actuaba como chófer de algunos dirigentes populares.
Esas imágenes le acompañarán siempre para tratar de dañar su historial, por otra parte impecable mientras no se demuestre lo contrario.
Frente a él el PSOE no puede presentar una figura competidora. Ninguno de sus pocos presidentes regionales lo es por mayoría absoluta. Necesitan apoyos de otros partidos, algunos poco moderados.
Podemos tampoco tiene una figura con la experiencia de gobierno y administración de Feijoo. Sus dirigentes no han administrado ni un ayuntamiento, y donde mandan sus militantes están demostrando ser ineficaces, si no algo peor.
Los cuadros del PP ven con tranquilidad su futuro con Feijoo. Dicen que es mejor que cualquier rival de otros partidos, pero que, en cualquier caso, sería también mejor como malo conocido que como peores por conocer.
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SALAS