Editorial Valdemar.
982 páginas. 1ª edición de los cuentos: siglo XIX y principios del XX; este
volumen es de 2014.
Traducción VV. AA.
Ya he comentado que en la pasada Feria del Libro de Madrid, el último
domingo, compré en la caseta de la editorial Valdemar dos libros, Noctuario
de Thomas Ligotti (comentado la
semana pasada) y éste de Felices pesadillas. Los mejores relatos de
terror aparecidos en Valdemar. Se trata de una antología de relatos
seleccionados por los propios editores de Valdemar entre todos los libros que
habían publicado entre 1987 (año en que Valdemar empezó a funcionar, supongo) y
el 2003 (año en que tuvieron esta idea, que ahora mismo ya va por su tercer
volumen). En el corto prólogo del libro, los editores Rafael Díaz Santander y Juan
Luis González Caballero, nos cuentan que han realizado esta selección de 40
cuentos con la premisa de que no se repitieran autores, y se han centrado en
gran medida en el siglo XIX porque es la gran época del relato de terror
clásico.
En 2011, para acompañar a mis
alumnos en su viaje de fin de curso a Mallorca, me llevé a la isla el libro de
Valdemar Una antología de cuentos de terror en el mar. Recuerdo que me
lo pasé muy bien con estos cuentos, y para este 2015 en el que iba a pasar
quince días en el norte de la isla me pareció una buena idea llevarme esta otra
antología de cuentos de terror. Si la de cuentos de terror en el mar tenía 624
páginas y 19 cuentos, esta tiene 982 páginas y 40 cuentos. Desde ahora mismo
que estoy tecleando en mi ordenador, refugiado del calor de julio en la
biblioteca Eugenio Trias del Retiro, me doy cuenta de que no voy a poder
comentar todos los cuentos, que esa labor sería ardua y desproporcionada, pese
a que de cada uno tengo algunas pequeñas anotaciones (hechas en la playa, más
de una). Así que voy a comentar algunos, intentando encontrar criterios para
agruparlos o por el contrario tratando de mostrar su singularidad.
De entrada he echado de menos
algo que sí que tenía Una antología de
cuentos de terror en el mar: una ficha introductoria a cada cuento que
hablara del autor, sus principales obras y en qué año fue publicado por primera
vez el relato. Algunos escritores son de sobra conocidos, y de otros se puede
deducir su nacionalidad por el nombre, pero entre los menos conocidos y
pertenecientes al mundo anglosajón he dudado más de una vez si serían
norteamericanos , británicos o de tal vez (que no creo) australianos, etc.
Los cuentos están ordenados por
la fecha de nacimiento de los autores, y esto hace –supongo- que en algún
momento relatos escritos años después que otros aparezcan antes en la
antología.
El libro empieza con Vampirismo
de E.T.A Hoffmann. Después
de acabar con el libro de cuentos de Thomas
Ligotti, y sobre todo con su tercera parte que, como ya conté, me cansó un
poco, me gustó leer este relato, en el que la fuerza de lo narrado no estaba en
la atmósfera creada sino en el mero avance de la trama. Vampirismo contiene alguna escena espeluznante y cumple
perfectamente con las expectativas.
El segundo cuento, Las
aventuras de Thibaud de la Jacquière del escritor Charles Nodier, me ha parecido peor, pero quiero hablar de él
porque ya detecto una de las fuentes de las que emana el terror en el siglo
XIX. Cuando comenté Una antología de
cuentos de terror en el mar me percaté de que los miedos del hombre cambian
con el tiempo: en el siglo XIX los viajes largos se hacían en barco y estaba
muy presente para el hombre de la época la posibilidad de que se dieran
naufragios y que se muriera en el mar. De ahí toda esa literatura sobre la
posibilidad de la muerte en el mar. En los primeros relatos de esta otra
antología, observo que uno de los miedos más claros para las personas del siglo
XIX era no ya el miedo a la muerte (que también) sino el miedo a la condenación
por morir en pecado. Una persona del siglo XIX normalmente tenía conciencia
religiosa, lo que implicaba (en la época) que además de la existencia del cielo
como premio estaba la del infierno como castigo. Así en Las aventuras de Thibaud de la
Jacquière un joven disoluto invoca tanto al demonio que éste se le
acabará apareciendo para hacerle pagar por sus pecados. Otro hecho llama mi
interés: estos cuentos de terror platean situaciones bastante atrevidas para la
época, que en muchos casos tienen que ver con pulsiones sexuales sublimadas.
Así en estos ambientes de pecadores (con alto riesgo de que se les aparezcan
los demonios y de caer en la condenación eterna) nos encontramos con orgías (Las
aventuras de Thibaud de la Jacquière, El elixir de larga vida de Honoré de Balzac o La muerta enamorada de Théophile Gautier), deseos sexuales
fuera del matrimonio o simplemente inconvenientes, entre los que destacaría la
necrofilia (La muerta enamorada de Théophile
Gautier), y subversión de las normas sociales establecidas (El
joven Goodman Brown de Nathaniel
Hawthorne). Así que los cuentos fantásticos y de terror del siglo XIX en
gran medida son, a pesar de ese trasfondo del binomio pecado-condenación (del que
se sirven como de un juego) una literatura subversiva y por tanto con mucha
capacidad para adelantarse a su tiempo.
Se incluye aquí Rip
van Winkle de Washington Irving,
que he leído en otras dos antologías en los últimos años. Es un buen cuento,
pero deberíamos puntualizar que es más un cuento fantástico que de terror.
No me ha gustado mucho La
bofetada de Carlota Corday de Alexandre
Dumas, porque este relato se basa en una pequeña anécdota y no existe en él
una verdadera trama de personajes.
Una de mis grandes lagunas como
lector es la de no haber leído nunca los cuentos completos de Edgar Allan Poe, aunque sí que he leído
La
narración de Arthur Gordon Pym y algunos de sus cuentos más
significativos. No había leído antes el que se incluye aquí: Los
hechos en el caso del señor Valdemar. Me ha parecido original, con el
deseo de dar una visión científica del experimento de hipnotizar a una persona
a punto de morir. El cuento acaba con el siguiente párrafo: “Mientras ejecutaba
rápidos pases hipnóticos entre exclamaciones de «¡muerto!», que literalmente explotaban en la lengua y no en los
labios del paciente, su cuerpo entero, de pronto, en un solo minuto o incluso
en menos tiempo, se contrajo, se deshizo, se pudrió entre mis manos. En el lecho, a la vista de todos los
presentes, sólo quedaba una masa casi líquida de repugnante, de execrable
putrefacción.” (pág. 154) Imagino que a esto es a la que se refiere Jorge Luis Borges cuando afirma que Lovecraft copia lo peor de Poe.
La muerta enamorada de Théophile Gautier me ha parecido uno de
los mejores cuentos del libro, todo un relato clásico sobre el vampirismo y el
mundo de los sueños.
El guardavías de Charles Dickens es otro texto clásico,
destacable. Quizás junto a relatos tan bien escritos como estos, otros, como Schalken
el pintor de Joseph Sheridan Le
Fanú, siendo correctos resulten de calidad inferior.
La araña cangrejo de Erckmann y Chatrian abandona el tema
religioso (o tal vez no, porque en esta narración puede estar implicado el vudú
caribeño) y se centra en el desarrollo anormal de la naturaliza, hablándonos de
otro horror, el que podríamos llamar “horror biológico”. Lo cierto es que el
cuento no acaba de estar bien cerrado y más de una explicación queda en el
aire.
Una cama terriblemente extraña
de Wilkie Collins deja el terror
sobrenatural y nos acerca a miedos mucho más mundanos y realistas: el de los
asesinos. Collins no defrauda creando un texto de intriga. No es el único en
esta línea: Los dualistas de Bram
Stoker, un relato sobre la crueldad de los adolescentes resulta
estremecedor. Y tal vez podríamos incluir aquí El clan de los parricidas
de Ambrose Bierce. Aunque, como he
leído en más de una ocasión, Bierce es un género literario en sí mismo y su
relato de asesinos no acaba de ser del todo realista, porque tiene toques
expresionistas, y lo que se dedica principalmente es a romper las normas
sociales de la decencia de la época. En el terror realista también podemos
incluir el intersante La máscara de plata de Hugh Walpone.
Como cuento de terror realista
destaca La extraña cabalgada de Morowbie Jukes de Rudyard Kipling, ambientado en la India, sobre un poblado de
personas abandonadas por haber estado próximas a la muerte. Un cuento muy bien
escrito.
Junto a un muerto de Guy de Maupassant resulta extraño
encontrarlo en esta antología porque no me ha parecido un relato de terror,
sino un relato melancólico sobre la muerte de Schopenhauer. Esta idea metaliteraria ha hecho que me pareciese
estar leyendo un cuento de Roberto
Bolaño.
Nos encontramos aquí con muestras claras de lo que se suele llamar la
“historia de fantasmas”, un género literario muy británico. Podemos destacar en
este subgrupo una composición como La habitación de la torre de Edward Frederic Benson y por supuesto El
grabado de M. R. James, que
yo, que he leído todos los cuentos de James (un volumen muy recomendable de
Valdemar), no estoy seguro de que sea su mejor cuento, pero en cualquier caso
es muy original, y contiene algo que el cuento de Benson no tiene: humor, con
una ironía perfectamente inglesa.
Me ha gustado el cuento de
fantasmas ¿Qué es eso? De Fitz-James
O´Brien, donde el lector acaba sintiendo compasión por el fantasma
atrapado.
Dentro de los cuentos de fantasmas
podemos encontrar una subdivisión muy curiosa: la formada por aquellas
narraciones escritas de una forma tan ambigua que admiten una explicación
fantástica o bien una explicación realista. En este sentido destacaría La
pata de mono de William Wymark
Jacobs (que empieza de una forma un tanto artificiosa y termina con una
tensión muy bien llevada), El fantasma inexperto de H. G. Wells (que como el cuento de
James también tiene humor) y Sredni Vashtar de Saki.
Sé que Valdemar ha sacado otra
antología (que acabé leyendo) sobre la gran época del relato pulp. Pero en este
libro ya nos encontramos con más de un detalle pulp; en este sentido me ha
parecido bastante horripilante y gracioso el final de La novela del polvo blanco de Arthur
Machen, y puro pulp es Grillos de Richard Matheson.
No me ha gustado mucho el cuento Intercambio
mutuo, sociedad limitada cuyo artificioso planteamiento sobre
personalidades que cambian de cuerpo ha hecho que no entrara en él. Tampoco me
ha gustado La maldición de los fuegos y las sombras de William Butler Yeats, un cuento con un
trasfondo de leyenda patriótica, que lo cierto es que no casaba bien con esta
antología.
Creo que esta es la tercera vez
que leo La llamada de Cthulhu de Lovecraft
y vuelvo a ella, a los cuarenta y un años, y creo que me acaba pareciendo el
mejor cuento de todo este libro. Los primeros amores son así, para toda la
vida. Lo único es que en las antiguas traducciones de Alianza a los largos
periodos de tiempo los llamaban “eones” y aquí Francisco Torres Oliver, el traductor, se empeña en llamar a mis
queridos “eones” “evos”, palabra que me gusta menos.
El hombre árbol de Henry S. Whitehead me gusta por su
ubicación exótica (este podría haber sido otro criterio para unificar los
cuentos), ya que transcurre en la isla de Santa Cruz, en las Pequeñas Antillas
Danesas, un cuento que tiene que ver con los ritos africanos en América.
He vuelto a leer Una voz en la noche de William Hope Hodgson, cuento que
también estaba en Una antología de
relatos de terror en el mar, y me ha vuelto a gustar, claro. Aún tengo
pendiente de leer el libro de cuentos de Hodgson que publicó Valdemar.
Me parece bastante destacable El
valle de lo perdido de Robert E.
Howard (el creador de Conan, el
Bárbaro), un cuento que empieza como un western, planteando un
enfrentamiento entre dos familias de vaqueros en Texas, que se adentra en el
territorio de las leyendas indias, para acabar siendo una historia de
extraterrestres y civilizaciones perdidas, sin dejar de pasar por el género de
zombis. Un cuento (o novela corta, algunos de estos cuentos están entre las
30-50 páginas) que parece una broma posmoderna escrita por César Aira o Elvio E.
Gandolfo, pero que Howard posiblemente escribió sin ninguna ironía, y ser
así de moderno, y encima haciéndolo en serio, le convierte en un autor
encantador.
Se incluyen aquí dos cuentos
escritor originalmente en español: El síncope blanco de argentino Horacio Quiroga y Mater Tenebraum de Pilar Pedraza. El de Quiroga es
original, pero yo he leído su Cuentos de amor, de locura y de muerte
y aquí había cuentos más terroríficos y mejor escritos. El de Pedraza, que
cierra el volumen, es un cuento original, porque mientras que en los otros
(principalmente pertenecientes al mundo anglosajón) el fantástico se muestra
más puro: en la realidad narrada ocurre algo anómalo que los personajes
entienden como anómalo (por ejemplo, alguien ve un fantasma y reacciona con
miedo e incredulidad), en el cuento de Pedraza lo maravilloso (encontrarse, por
ejemplo, con una mujer vampiro) es asumido como real por los personajes. Mater Tenebraum es un cuento oscuro, a
veces incluso sórdido frente a la elegancia anglosajona de, por ejemplo, M. R.
James o Benson.
Creo que me han faltado por citar
muy pocos cuentos. Algunos como Los muertos se vengan de Claude Vignon, El comerciante de ataúdes
de Richard Middeleton o Calor
de agosto de William Harvey
no es que sean malos cuentos, pero palidecen ante otros de mayor calidad. Se me
queda colgado también Pues la sangre es vida de Francis Marion Crawford, que no está
nada mal, aunque quizás el tema vampírico resulta ya al leerlo un poco
repetitivo, y antes ya se ha leído La
muerta enamorada de Gautier, que es mejor. A pesar de todo, me gusta su
ubicación italiana.
No he dicho nada de Ante
la ley de Franz Kafka, que
no estoy seguro de si este texto expresionista encajaba muy bien en esta
antología. En el prólogo, los editores nos cuentas que estuvieron pensando
incluir aquí La metamorfosis, pero lo descartaron porque era demasiado
largo.
Y me estaba dejando atrás también
–me percato al revisar el índice- dos de los mejores cuentos del libro: El
ladrón de cadáveres de Robert
Louis Stevenson, un cuento realista que se convierte, por sorpresa, en
fantástico en el último párrafo. Y John Barrington Cowles de Arthur Conan Doyle, un cuento sobre
extraños poderes mentales que proceden de la India. El nivel de escritura de
estos cuentos destaca.
Y creo que al final, pese a mi
comentario inicial, sí que he conseguido hablar de todos los cuentos.
En resumen: Felices pesadillas es una
estupenda antología de cuentos fantásticos y de terror, que me hace preguntarme
por qué a los diecinueve años yo, que había crecido casi exclusivamente con la
literatura de género (ciencia ficción, terror y fantasía épica) dejé de golpe
todo esto por el realismo tras leer La senda del perdedor de Charles Bukowski. Estos libros de
género me apetece leerlos, me doy cuenta, sobre todo en verano, cuando es más
fácil rescatar de nuestro interior al adolescente que fuimos. He estado viendo
las novedades de Valdemar (antología de relatos pulp, antología de relatos de
momias, el nuevo libro de Ligotti, el tercer volumen de cuentos antologados por
la editorial…) y no sé si voy a resistirme hasta el próximo verano. Estos
libros son muy divertidos.