Hoy amanecí envuelto en optimismo y bienestar, mirando las cosas desde un ángulo particular y algo diferente. Dentro de lo extraño de mi situación debo admitir que hay días que me siento bien. Es en esos días cuando debo aprovecharme de mi renovada mirada y de mis ganas de vivir para disfrutar del momento. No hay muchos, así que debo tratarlos como oro en paño, con tranquilidad, buscando esa sonrisa esquiva que no aparece con la frecuencia que yo desearía y regalando las pequeñas dosis de energía que en otros momentos me faltan.
Todos tenemos derecho a gozar de momentos felices y a mirar las cosas desde arriba, desde abajo o como nos de la real gana.
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La felicidad consiste simplemente en muchos momentos felices puestos uno al lado del otro.
La felicidad es más simple de lo que parece, pero sólo cuando te falta te das cuenta de ello.
La felicidad llega lentamente, como atravesando un largo y sinuoso pasillo, pero se va de repente, como dando un fulminante portazo.
La felicidad es de cada uno pero no se presta, no se vende y no se alquila. Se comparte.
La felicidad es una extraña amiga cuyo nombre olvidamos cuando está con nosotros.
La felicidad es la búsqueda más frecuente en el ser humano. También es el hallazgo más inesperado.
La felicidad es engañosa. Hay veces que está lejísimos y sin embargo no nos damos cuenta.
La felicidad tiene mucho que ver con la satisfacción de hacer, mirar, estar y decir lo que queramos, sabiendo que al otro lado alguien esboza una sonrisa o estalla en una carcajada.
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Por suerte parece que hoy estoy teniendo un día con algunos momentos felices, así que me voy para que no se me escape ninguno. No quisiera perderme el bosque por estar demasiado tiempo mirando al árbol.