Jeffrey D. Sachs, profesor de economía, director del Earth Institute en la Universidad de Columbia y asesor especial del secretario general de Naciones Unidas sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio, publicó el 4 de septiembre un artículo en www.elpaís.com sobre la economía de la felicidad.
Como bien es sabido, a pesar de que vivimos en una época de riqueza y comodidades sin precedentes en la historia, los niveles de malestar y pesimismo se han disparado en la mayoría de los países. Muchos son los ciudadanos conscientes de que "no vamos por el camino adecuado", con la constante búsqueda de mayores ingresos. El progreso económico es importante y puede mejorar la calidad de vida, pero sólo si es un objetivo que se persigue junto con otros. Como relata Sachs, hace ya 40 años que el reino de Bután, en el Himalaya, lidera el camino en la búsqueda de la felicidad. Su cuarto rey propuso que el país trabajase para mejorar la "Felicidad nacional bruta" (FNB), en vez del tan deseado "producto interior bruto" (PIB). Desde entonces Bután ha seguido una estrategia diferente para su desarrollo, que hace hincapié no sólo en el crecimiento económico, sino también en la cultura, la salud mental, la compasión y la comunidad. Hace unas semanas, se reunieron Jeffrey D. Sachs junto con el primer ministro de Bután y decenas de expertos en la materia, instados por la Asamblea General de Naciones Unidas, con el fin de examinar de qué manera las políticas nacionales pueden promover la felicidad en sus sociedades. El punto de partida de la reunión fue la opinión unánime sobre la importancia de buscar la felicidad en lugar de la riqueza. La cuestión fue: ¿de qué manera puede cambiar nuestra vida económica para volver a crear una sensación de comunidad, confianza y sostenibilidad ambiental? Las principales conclusiones que se obtuvieron tras la reunión, fueron:
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El progreso económico es fundamental para la felicidad: para poder ser feliz hay que tener cubiertas las necesidades básicas como la comida, agua potable, atención médica, educación…
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La simple búsqueda del PIB, sin tener en cuenta otros objetivos, no conduce a la felicidad, sino que lleva a grandes desigualdades en riqueza y poder.
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La felicidad se logra a través de una estrategia equilibrada frente a la vida. Como individuos, una vez cubiertas nuestras necesidades elementales, sólo seremos felices si la búsqueda de mayores ingresos no reemplaza nuestra dedicación a la familia, los amigos, la comunidad, la compasión y el equilibrio interno. Como sociedad, una cosa es organizar las políticas económicas para que los niveles de vida aumenten y otra es olvidar los valores de la sociedad (justicia, confianza, salud física y mental, sostenibilidad ambiental...) para conseguir mayores ganancias.
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Debido a que el capitalismo global plantea amenazas directas a la felicidad, proponen algunas actitudes que se deberían modificar para fomentar la felicidad: la destrucción del medio ambiente natural; la debilitación de la confianza social y la estabilidad mental; el uso, por parte de la industria de comida rápida, de ingredientes adictivos para crear una dependencia poco saludable de alimentos que contribuyen a la obesidad; o la publicidad que contribuye a muchas otras adicciones de consumo que implican grandes costes para la salud pública (tiempo excesivo frente al televisor, apuestas, consumo de drogas, tabaquismo y alcoholismo).
- Para promover la felicidad, debemos identificar los muchos factores más allá del PIB que pueden aumentar o reducir el bienestar de la sociedad. La mayoría de los países invierten para medir el PIB, pero gastan muy poco para identificar las causas de la mala salud.