Hoy es nochebuena. Se supone que una noche de felicidad, de estar con la familia y reir, cantar, comer… Para mí y para mi familia esta nochebuena estará vacía, falta mi yayo.
Hoy no solo celebraríamos la Nochebuena sino también su cumpleaños. El cumpleaños de la persona a la que más admiro, la más luchadora y buena que he visto en mi vida. Una persona normal no hubiera aguantado tanto tiempo peleando con una enfermedad como el Parkinson y él siempre tenía una sonrisa para mí aún en mitad de esa dura batalla.
Echaré de menos llevarle a su sofá para que presida la mesa, que me haga trampas jugando a las cartas, que siempre me gane al dominó, sentarme en el respaldo de su asiento y charlar con él ante de cenar.
Son tantos recuerdos, tantas cosas que guardo en mi corazón que al recordarle no lo hago con pena, lo hago con una sonrisa. Cuando me llevaba de pequeño al parque a darle al balón, cuando discutíamos hablando él de su Athletic y yo del Madrid, cuando iba con el de la mano a por churros y siempre me daba uno o dos antes de llegar a casa, quitarle ese pelillo gracioso que le salía en la puntita de la nariz, cogerle de la mano cuando le veía temblar más de la cuenta y notar la fuerza con la que cogía la mía.
Estés donde estés, esta noche estarás con nosotros y siempre en nuestra mente y nuestro corazón. Felicidades Maroto, felicidades abuelo.