Oriol Junqueras, el líder del ERC y del independentismo radical, promete que cuando Cataluña sea independiente los catalanes mantendrán la nacionalidad española para premaneccer en la UE y gozar de sus ventajas.
Esa doble nacionalidad catalana y española les permitirá, por tanto, participar en los asuntos españoles, como las elecciones generales.
Es una idea genial que, por fin, resolverá todos los problemas territoriales del país y que podría ampliarse al País Vasco y a Galicia, donde los nacionalistas quieren también la independencia, pero no la salida de Europa.
Más aún, así se culminará la idea de Esperanza Aguirre de catalanizar España, aunque se haya descubierto después que la propuesta no era originalmente suya, sino que debió extraerla de un artículo del periodista José María Carrascal.
Interesante artículo publicado en 1978, hace 35 años, cuando Cataluña era la vanguardia del europeísmo y del cosmopolitismo español, cuando la industria y el trabajo sobraban allí y faltaban en el resto de España, que producía emigrantes hacia Barcelona.
Ahora Cataluña tiene 900.000 parados, mientras los políticos nacionalistas siguen encerrando a los catalanes en sí mismos y alejándolos de las realidades exteriores.
Ese ombliguismo lleva a Junqueras a prometer la doble nacionalidad, lo que demuestra la profundidad de su caverna tapizada de ignorancia sobre cómo funciona el mundo: la doble nacionalidad debe ser reciprocada, por lo que los españoles serían también ciudadanos de Cataluña y podrían votar en sus elecciones.
Volveríamos al centralismo más puro por el que, según las últimas elecciones, Rajoy gobernaría España y también presidiría la Generalidad catalana, la Lehendakaritza vasca y el Gobierno gallego.
Junqueras añora a un Franco ahora demócrata: con su idea se regresaría a su sistema territorial y a Porcioles, su catalanista y perenne alcalde barcelonés, bailarín de sardanas y promotor de caganers.
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