Desde que tengo el blog, la Señora me escribe una entrada para el día de mi cumpleaños. Es un detalle que me encanta. En esta ocasión, como corresponde al centenario de Cervantes, ha salido a relucir mi mentalidad algo quijotesca y algunos de los gigantes a los que me enfrento. Un caballero andante, y más si es médico, debe aceptar los retos, aunque se le antojen dragones.
Este año abril, el de las aguas mil, ha cumplido con lo que se esperaba de él y, durante bastantes días, nos ha obligado a recluirnos para no correr el riesgo de catarro por el remojón. Mientras nos resguardábamos de las inclemencias del tiempo hemos seguido las celebraciones y recuerdos en homenaje a Cervantes en el cuarto centenario de su muerte, lo que ha propiciado volver algunos ratos a sus obras, especialmente a El Quijote. Y no sé si al refrescar la memoria con esta vuelta a las hazañas del caballero andante he notado que su presencia se proyectaba sobre bastantes elementos de mi entorno, tanto en la música, como en la televisión...... y como en este blog, en el que su autora parece haberlo tenido presente de modo constante. En esa presencia, por su especial significación, me voy a fijar.
Sueños de hidalgo está concebido para adentrarse en el interior del héroe, en una reflexión que lo lleva a su destino como ideal y es un texto totalmente poético y acertado sobre la dimensión de nuestro personaje. Esta entrada es un homenaje a don Quijote y como tal está concebida, como merecido tributo. Pero no era a la evocación del hidalgo a lo que quería referirme, sino a la proyección de su sombra en otros artículos o relatos recientes con temática propia. Por ejemplo, Entre Seinbeck, Murakami, Conrad y...... nos ofrece una relación casi inabarcable de las lecturas llevadas a cabo en un mes y cuando una llega al final de los numerosos títulos y autores, lo primero que se le viene a la cabeza es si a la autora no le habrá ocurrido como al hidalgo, "que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro , y los días de turbio en turbio". Pero no, no ha debido de ser así pues por esos días nos ofrecía un relato titulado , inspirado en un hecho familiar, que se convierte en una historia de claros tintes cervantinos, dada la magnitud de la empresa que se ha de acometer, la escasez de fuerzas y la necesaria presencia de ánimo para afrontar tamaña dificultad.
Es esta, la dificultad, junto con la incertidumbre y el valor los elementos que conforman una de las entradas más interesantes del pasado mes de abril. Me refiero a Pequeñas batallas y grandes satisfacciones. Aquí se nos muestra el devenir profesional de nuestra autora en la lucha contra el Rendu-Osler. Se trata de un compromiso personal por mejorar la calidad de vida de los pacientes con esta enfermedad, para la que de momento no hay solución y cuyo tratamiento genera no pocos problemas al médico que lo intenta. Esas "pequeñas batallas" no son tan pequeñas pues algunas veces hay "que echarle valor torero al asunto y atacar sin pensarlo demasiado (las comeduras de cabeza vienen después, y dan muchas, muchísimas vueltas)", sabiendo además que "Al final el médico nunca gana la guerra, pero sí consigue vencer algunas batallas". Coincidía en el tiempo esa reflexión con el comienzo por mi parte de la lectura de El camino estrecho al norte profundo, una durísima novela recientemente publicada, cuyo autor nos presenta al protagonista, un médico australiano, viviendo una situación extrema en la que debe buscar una solución para su paciente. El pánico se adueñaba de él. Lo sabía y trató de tranquilizarse [...]No tenía motivos para creer que podía hacerlo, pero había otros convencidos de que sí podía. Y si él creía en quienes creían en él, tal vez consiguiera no perder los papeles" Esta angustia, sin embargo, no es óbice para que afronte el problema con decisión y diga a su colaborador: Qué podía hacer [....] La única idea que he tenido nunca es seguir adelante y cargar contra los molinos de viento. Esa es muchas veces la imagen de la batalla, grande o pequeña, cargar contra los molinos de viento; una responsabilidad que a algunos médicos les hace sentirse exigidos al máximo en el desempeño de su profesión y que todo lo que busca es el bienestar del enfermo. Aunque no se gane la batalla.
En general nuestro mundo valora los resultados, los triunfos, y no contempla al que lo intenta, al que trata de avanzar pero se queda a medio camino. Precisamente la segunda parte del título de ese artículo, ...grandes satisfacciones, nos muestra cómo todavía hay personas e instituciones que aprecian el esfuerzo de los que luchan por superar ese medio camino y quieren con su reconocimiento ayudar al médico a no sentirse tan solo frente a los molinos de viento. Corroboran así la máxima cervantina que dice: la buena opinión califica la acertada medicina, y así suele haber médicos venturosos como soldados bien afortunados.
Entre esos médicos venturosos creo que está nuestra doctora-escritora, a la que en su cumpleaños le hago llegar una felicitación muy cariñosa y muy muy merecida.