El Felipe de esta crónica no es el Rey de España, Felipe VI, crecientemente convincente hombre de Estado, sino González, un hito histórico para los socialistas, también como hombre de Estado pese a sus idilios actuales con las altas finanzas.
El que fue presidente de Gobierno entre 1982 y 1996 es recordado como quien alejó al PSOE del marxismo y contribuyó a la europeización y modernización del país, pese a la corrupción que enturbió sus mandados.
Los españoles bien informados saben que a González lo escuchan los grandes mandatarios mundiales, conservadores y de la Internacional Socialista, tanto en América como en los países de la UE, empezando por los mayores, Alemania y Francia.
Y resulta que su sucesor actual, Pedro Sánchez, amenaza con suicidar a su partido al resultar una anomalía mayor que Zapatero.
Anormalidad más grave también que la de los socialistas portugueses aliados con comunistas y antisistema para gobernar tras perder las elecciones, como en España, ante los conservadores.
Pero en Portugal los populistas y antisistema carecen de una figura magnética, experta en los trucos joseantonianos y de Hugo Chávez para encandilar a las masas fácilmente fanatizables, capaz de perder pequeñas batallas mientras rodea al enemigo para ganarle la guerra como en su serie “Juego de Tronos”.
Pablo Manuel Iglesias Turrión se prepara para darle el conocido abrazo del oso a Pedro Sánchez, torpe político que, sin desgaste alguno de gobierno como el sufrido por el PP, perdió veinte diputados, mientras Iglesias pasaba del cero al sesenta.
Felipe, ¡contén a Pedro! Impídele que gobierne entregándose al embaucador Iglesias, que renunciará temporalmente a su referéndum separatista catalán para poder abrazarlo, y que después se comerá los sesos del PSOE con halagos como si fueran una papilla ligera.
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SALAS