Con su discurso de este martes Felipe VI ha creado en toda España un inconmensurable número de nuevos monárquicos empíricos, muy numerosos tras del golpe de Estado de Tejero del 23F de 1981.
Todo republicano basa su ideología en el racionalismo. Todos nacemos y debemos tener el derecho, aunque solo sea como posibilidad, de llegar a la jefatura del Estado.
Por lo que ninguna familia debe poseer la prerrogativa irracional de heredar esa Jefatura simbolizada en la Corona.
Pero Juan Carlos I y ahora Felipe VI se han enfrentado a sendos golpes de Estado, uno que el padre desbarató y otro que el hijo trata de imposibilitar tras la traición de las autoridades catalanas a su país, España.
Quien analice las fuerzas políticas de las que debería surgir un posible presidente de la República no encontrará a nadie con autoridad suprapartidaria para desbaratar los dos golpes de Estado como hicieron este padre y como parece que conseguirá su hijo.
Tarde o temprano, con república o monarquía, en Cataluña nace inevitable y cíclicamente el catalanazismo amparado en el separatismo: como todos los fascismos es un supremacismo cultural, étnico, económico e interclasista, de derechas e izquierdas.
Ante el actual golpe de Estado posneonazi, más peligroso que el neofascismo padano y que el AfD alemán, ningún partido español ha respondido rotundamente exigiendo que el Estado aplique el Artículo 155 de la Constitución para tomar el control de la Generalidad, con excepción del Albert Rivera, líder del pequeño Ciudadanos.
Si no llega a ser por el discurso de Felipe VI, que4 sugirió la aplicación de ese 155 seguramente el golpe habría triunfado por el miedo del gobierno Rajoy a la traición de Sánchez reprobándolo si ordenaba esa acción tan contundente contra Puigdemont.
Es lo que explica que muchos republicanos sean monárquicos empíricos, y que sus descendientes seguramente seguirán siéndolo cuando reine Leonor.
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