Cuando una amiga se va, algo se parte en el alma
Félix García Moriyón
Es conmovedora la letra de una canción que siempre me ha emocionado profundamente: «Cuando un amigo se va, algo se parte en el alma» Una amiga se ha ido, mi mejor amiga en la comunidad internacional, una amiga a la que amaba profundamente; y sin duda algo se parte en mi alma. Sólo hay tristeza, apenas aminorada por la esperanza. Anne Sharp se ha ido, se ha ido definitivamente y ya nunca estará con nosotros. Una muerte repentina, cuando todavía estaba llena de vida, de proyectos y de ilusiones. Una muerte inesperada. Íbamos a trabajar juntos dentro de veinte días en Italia; íbamos a encontrarnos de nuevo a finales de septiembre, en Colombia, pero ya no será posible. Ha muerto en su casa de Chiapas y ya no compartiré con ella ninguno de esos proyectos e ilusiones. Habíamos estado iniciando algunos planes para el futuro próximo tan solo hace un par de semanas, pero esos planes ya no tienen presente ni futuro. Somos frágiles, somos vulnerables, somos humanos.
Muchos de esta lista tuvieron la suerte, el privilegio, de conocerla personalmente. Era una espléndida comunicadora y una muy competente filósofa. No me cansaba de repetirlo en charlas y en escritos: filosofía para niños no sería lo que es sin ella. Lipman aportó la idea global, escribió espléndidas novelas, pero fue ella la que convirtió toda esa gran elaboración en un proyecto pedagógico que podía ser llevado a las aulas. Y fue básicamente ella la que diseñó un modelo de formación del profesorado que se ha convertido con el tiempo en uno de los instrumentos decisivos para la difusión de este ambicioso y hermoso proyecto por todo el mundo. A España vino muchas veces. Los primeros años venía puntualmente en verano a impartir el curso de formación para futuros formadores y bajo su cariñoso, imprevisible, creativo, magisterio, fuimos muchos los que nos ilusionamos y nos subimos al barco de una propuesta original e innovadora. Luego vino a varios seminarios, el último el pasado mes de marzo en Alcalá. Y una vez más estuvo brillante y cercana, sugerente y provocadora. De ella nos quedarán buenos recuerdos para siempre y, sobre todo, una misma ilusión: conseguir que la filosofía contribuya a hacer de todos, niños y adultos, mejores personas, más críticas, más solidarias, más cuidadosas, en un mundo que sobre todo necesita el apoyo generoso de quienes nunca han perdido la esperanza en los seres humanos.
Anne ha muerto. Frío, oscuridad y silencio. Bien lo decía Bécquer: «¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!». A duras penas se abre camino un cálido rayo de esperanza, la esperanza de que la muerte no tiene la última palabra, pues quizá el diálogo filosófico en el seno de una acogedora y fraterna comunidad de investigación se prolongue más allá de la muerte. Te has ido Anne y ya no hay consuelo. Tan solo la confianza en que tu recuerdo nos ayudará a seguir alimentando esta bella empresa filosófica. «Cuando un amigo se va y va dejando una huella que no se puede borrar».
Nota: Documento compartido al grupo Didáctica Filosófica por Félix García Moriyon ([email protected]) Mensaje reenviado de Wilbert Tapia Fecha: Sábado 3 de Julio de 2010 0:37