Un gangster, Simon, prépare, avec son complice Charlot, ce qu'il qualifie de « premier hold-up psychologique de l'histoire du banditisme ». Juste à côté de la bijouterie Van Cleef & Arpels, sur la Croisette, à Cannes, se trouve la boutique d'une belle antiquaire Françoise qui attire le regard du malfrat.
Le cambrioleur et l'antiquaire s'éprennent l'un de l'autre. Il est sympathique mais sans raffinement, elle est cultivée et indépendante mais découvre au contact de Simon que la vanité de son milieu lui pèse, et qu'elle désire une histoire d'amour simple et franche. Le plan du hold-up que prépare longuement le cambrioleur est à peine plus sophistiqué que ses manœuvres de séduction.
Esta es la sinopsis que puede hallarse en las páginas francesas de la wiquipedia cuando uno busca información correspondiente a una película que el parisino Claude Lelouch dirigió a primeros de los setenta del siglo pasado.
Una película cuyo arranque se pudo ver -parcialmente cercenado, cierto- en el último acertijo de este año: imágenes correspondientes al famoso éxito de unos años antes, dramón romántico que es exhibido en un recinto penitenciario próximo a Paris en el año 1973 obteniendo una buena sarta de silbidos de la población reclusa, descontenta con el regalo navideño de su director de presidio.
Más afortunado ha sido Simon (Lino Ventura) que, con otros compañeros, obtiene un inusitado indulto parcial en forma de libertad provisional por buena conducta.
Simon se dirige raudo a su enorme apartamento en el que espera hallar a su amante Françoise (Françoise Fabian) y, al no hallarla, rememora las circunstancias en que la conoció.
Así se inicia La bonne année, película dirigida por Lelouch basándose en una historia pergeñada por él mismo y llevada a guión literario con la ayuda de Pierre Uytterhoeven para pulir los diálogos.
Esta es una película que precisa la absoluta colaboración del espectador que debe permanecer activo y atento para seguir el itinerario vital que la historia presenta en las relaciones entre tres personajes siendo el absoluto protagonista ese Simon que, como muy bien apunta la sinopsis de la wiqui francesa, aplica su inteligencia de bribón a todo cuanto en la vida hace.
No deseo contar apenas nada de la trama porque sus giros aún siendo hasta cierto punto previsibles, lo son porque la psicología de los personajes se dibuja certeramente por Lelouch que cuenta a un tiempo tres acciones muy diferentes y además se permite el lujo de expresar mediante la imagen los pensamientos y arrebatos del protagonista que en más de una ocasión controla su ira ante los inesperados obstáculos que su voluntad halla.
Para ello Lelouch se sirve del lenguaje cinematográfico más clásico subvirtiendo el modo de presentación del recurso que conocemos como "flashback" ya que, contra lo habitual, el presente temporal de la trama lo rueda en emulsión de blanco y negro y las acciones pertenecientes a un pasado remoto las rueda en color y además les concede un espacio de metraje desacostumbradamente largo con lo cual se puede asegurar que la película es en blanco y negro pero también en color.
Lelouch juega con el factor tiempo a su antojo y confiando en que el espectador, su espectador, sabrá seguirle gracias a la triquiñuela del aspecto formal y retuerce un punto más el esfuerzo requerido al hacer coincidir presente y pasado en la misma época del año, el período navideño comprendido entre poco antes de la Navidad y la Nochevieja, de ahí la idoneidad del título francés y el error doméstico consistente en titular en castellano como Una dama y un bribón que, sin dejar de ser aceptable, pierde consistencia.
Porque Lelouch con toda la intención resume la trama entre quince días del año, justamente esos quince días en que los buenos deseos de bondad se exprimen hasta la saciedad y son claramente aprovechados por intereses que ninguna conexión tienen con esa virtud; subyacente la actividad delictiva, sobrevuela la relación de profunda amistad entre Simon y su cómplice Charlot (Charles Gérard) y el naciente y progresivo enamoramiento entre Simon y Françoise, ésta una mujer de apreciable cultura y belleza, pletórica en una madurez que emboba al rufián así la ve, quedando irremediablemente prendado de ella.
Simon es un solitario que vive a salto de mata y al límite y ella es una mujer con dos divorcios a cuestas, desengañada de amoríos pero necesitada de amor, del amor de un hombre recio, como le confiesa a Simon, en parte sorprendido y encantado: ella es una mujer fuerte y decidida que no se arredra ante la adversidad y sabe cómo aguantar el paso del tiempo en una postura que, pasados tantos años, sigue pareciendo rompedora al llevar a la práctica las sesenteras teorías del amor libre sin tapujos ni medias verdades adoptando una postura que decididamente inhibe cualquier atisbo de oposición masculina.
Esta película que Lelouch empieza burlándose de sí mismo tiene pues un cierto aire de modestia masculina, quizás un guiño especial del director a alguien en particular, quizás una declaración abierta de la fortaleza femenina que sabe aguardar pasando el tiempo como mejor le place importándole un ardite todo, desde lo que pueda pensar el amante ocasional hasta lo que pueda pensar el amado que ha decidido será el custodio de su corazón, de su intimidad: su hombre.
Que ése hombre sea además lo que coloquialmente llamamos "un duro" y que ése carácter se vea demostrado por otra parte paralela de la misma película, relato preciso de un preparativo y una acción, es un añadido presentado con tal soltura, firmeza y eficacia por Lelouch, que muchos espectadores se quedarán con la sensación de no saber si han visto una película romántica o una película de atracos y esa duda, esa supuestamente forzada decisión a tomar, puede que cause una desazón en el espectador no avisado que permanecerá un punto decepcionado.
Pero será por su propia falta de imaginación, porque Lelouch ya ha proveído todos los datos necesarios para disfrutar, a un tiempo que se hace corto -pese a casi dos horas de metraje- dos tramas que no son paralelas porque discurren y se cruzan de forma coetánea e inexorable, debiendo rechazar, a invitación del director, la tentación de otorgar un género único a una pieza ya añeja que sigue manteniendo el interés, no siendo ajena ni mucho menos la excelente labor de esos tres intérpretes principales: Charles Gérard como Charlot demuestra finura en su composición de co-protagonista, más allá de ser un secundario, eficaz y necesario contrapunto de la estilizada presencia de Françoise Fabian como Françoise, esa mujer de poderosísima presencia, arrebatadora elegancia, dominando la cámara con su mirada, dando réplica oportuna a Lino Ventura que en su ambivalente actuación de bribón y enamorado demuestra una versatilidad provista de economía gestual que no puede más que ser aplaudida: hay que verlo sonreir y hablar con los ojos para sentir inmediata empatía por el personaje mal que sea un alegal y ello se debe al trabajo del autodidacta italiano que pasó de ser campeón de lucha greco romana a presencia inolvidable de las pantallas europeas del siglo pasado.
En definitiva, una pequeña joya a rescatar, una imperdible muestra del mejor cine galo, una película a ver y recomendar sin contar apenas nada de su trama, porque el placer de los giros -nada tramposos, por otra parte- de su guión bien merece, incluso, el esfuerzo de verla, como es natural, en versión original subtitulada.
p.d.: Acabaré como la película: ¡Feliz Año Nuevo!