Revista Diario
Así es. El tiempo pasa y hoy se cumple un mes desde que aterricé en Düsseldorf el pasado 12 de septiembre de 2012. ¿Qué palabra define todo lo que estoy viviendo aquí? Felicidad. Ni más ni menos. Porque a pesar de los típicos problemillas del día al día, voy saliendo adelante; porque aunque no estoy rodeada de mi gente y no cuento con el apoyo directo de los míos, he encontrado gente muy buena con la que puedo contar para lo que sea; porque me gusta la claridad y el modo directo con el que hablan los alemanes (sin rodeos, cumplen con lo que dicen); porque después de haber estudiado una carrera en una universidad a la que no guardo demasiado aprecio, me he dado cuenta de que el estudio y el trabajo duro han valido su recompensa y que ahora puedo disfrutar con mi trabajo; porque estoy rodeada de gente muy diferente de la que tengo mucho que aprender; porque me encanta hablar alemán y rodearme de mis amigos alemanes, aunque a veces (y lo reconozco) puede que me pierda en la conversación cuando comienzan a hablar todos a la vez y muy rápido; porque no me cansaré de decir que los alemanes no son fríos, sino personas menos temperamentales que las mediterráneas que necesitan más tiempo para conocer al resto pero que, cuando las vas conociendo, tienen un corazón mucho más grande que algunos de esos que dicen ser tan mediterráneos y dicharacheros; porque me encanta salir de fiesta por aquí y ver que cuando ponen canciones españoles muy conocidas para nosotros (momento en el que todos empezaríamos a saltar y cantar) ellos simplemente se quedan callados al desconocer la letra etc.No obstante, aunque defienda muchas cosas de Alemania, o la bien llamada Deutschland, claro está que también hay cosas muy mejorables que ellos tendrían que aprender de mi bien amada España. Nosotros tenemos una cultura de la moda muchísimo más desarrollada, la calidad de nuestro pescado es superior, ya no tenemos que preocuparnos por el olor que se queda incrustado en la ropa después de una noche de pubs o discotecas etc.Así que mi sensación hacia este país sigue siendo la que tuve siempre, desde que empecé a estudiar alemán en la universidad, hasta que hice mi año Erasmus en Austria y conocí a gente alemana, hasta que viajé a Berlín y pasé aquí este mes. Lo que quiero decir es que no es la típica impresión de una niña emocionada por estar fuera de casa de sus padres durante un mes, sino la una chica que se siente muy a gusto en un país donde está a gusto con su trabajo, la están tratando bien y que, aunque sí es verdad que la vida da muchas vueltas y nunca se sabe donde uno va a terminar, puede que quedarse aquí sea la continuación de esa felicidad.