Revista Opinión

Feliz día del Sol Invictus

Publicado el 21 diciembre 2017 por Habitalia
Por: Vicente Hernández Gil
Como tales los reconozco, ellos a mí también.
Los siete Principios o Axiomas del Kybalión:

1. Mentalismo. El Todo es mente; el universo es mental.

2. Correspondencia. Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba.

3. Vibración. Nada está inmóvil; todo se mueve; todo vibra.

4. Polaridad. Todo es doble, todo tiene dos polos; todo, su par de opuestos: los extremos se tocan; todas las verdades son medias verdades.

5. Ritmo. Todo fluye y refluye; todo tiene sus períodos de avance y retroceso, todo asciende y desciende; todo se mueve como un péndulo; la medida de su movimiento hacia la derecha es la misma que la de su movimiento hacia la izquierda; el ritmo es la compensación.

6. Causa y efecto. Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa.

7. Género. El género existe por doquier; todo tiene su principio masculino y femenino; el género se manifiesta en todos los planos. En el plano físico es la sexualidad.

Durante el solsticio de invierno el Sol alcanza su cénit en el punto más bajo en su eclíptica y los días comienzan a alargarse en detrimento de sus noches, hasta llegar al solsticio de verano, en que invierte su curso.
Feliz día del Sol Invictus

El término Solsticio significa Sol inmóvil, ya que durante varios días el Sol cambia muy poco su declinación y parece permanecer en un lugar fijo del ecuador celeste.

Las celebraciones primigenias de este hecho se realizaban encendiendo grandes hogueras con el fin de producir la luz y el calor que fortaleciera los rayos de un Sol recién nacido y que inundase la tierra con su poder regenerador. En Europa, ante la llegada de los solsticios, desde tiempos prerromanos, se han realizado diversas celebraciones y rituales con hogueras.

Todas las culturas han generado creencias en seres fantásticos a semejanza del hombre, con sus virtudes y defectos, pero también con cualidades suprahumanas, así han nacido los héroes y los dioses, seres virtuales que gozan de la eternidad y la infinitud, pero cuyo origen es la observación de la propia Naturaleza y el Universo conocido en aquellos momentos.

En la mitología de muchas culturas: la egipcia, la mesopotámica, la mexica, la incaica, la china, la japonesa, la griega, la hinduista y otras, el Sol era un dios y como tal era venerado. Este culto al Sol fue el origen del henoteísmo y, posteriormente, del monoteísmo.

Tamuz era el dios babilonio de la fertilidad y las cosechas. En el panteón sumerio, recibía el nombre de Dumuzi, y junto a su compañero el dios Ningizida, custodiaban las puertas del cielo, situadas en esos lugares en que el Sol parece detenerse, el Solsticio de invierno y el de verano respectivamente.

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El 25 de diciembre los persas festejaban el nacimiento de Mitra, dios solar del cielo y de la luz, nacido milagrosamente del seno de una roca, tocado con un gorro frigio y que los primeros en venerarle fueron unos pastores. Los romanos continuaron esta tradición celebrando el renacimiento del Sol, el Sol Invictus.

El mito más característico del antiguo Egipto es el de Isis, Osiris y Horus.

El mito nace de la rivalidad entre los hermanos Osiris y Set, hijos de los dioses de la Tierra y el Cielo, Osiris era el dios de la fertilidad del valle del Nilo y su hermano Set lo era de las montañas y el desierto.Feliz día del Sol InvictusMovido Set por la envidia, mató y descuartizó a Osiris, esparciendo sus trozos por todo Egipto (origen del mito Cainita cristiano).

Isis, esposa de Osiris recuperó todas las partes menos el falo que lo formó con arcilla y recompuso el cuerpo, yaciendo con el cadáver, quedando embarazada y dando a luz posteriormente a Horus. Osiris es el orden y la justicia, Set es la violencia y el caos. Tras la muerte de Osiris hay una renovación manifestada en las crecidas periódicas anuales del Nilo que fertilizan su vega. Si bien ya Osiris es sólo el gobernante del Duat, el reino de los muertos, todo su poder ha renacido en Horus, su hijo.

En China, hace más de 2.500 años, durante la dinastía Han se celebraba el Solsticio de invierno.
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Los orígenes de este festival se remontan a la filosofía Yin y Yang del equilibrio y la armonía en el cosmos. El día 21 de diciembre, la energía Yin está en su apogeo y desaparecerá gradualmente, mientras que la energía Yang inicia su expansión invadiendo la Tierra y fertilizándola; así las semillas se transformarán en plantas y darán frutos, y la escasez se trocará en abundancia.

En México, Aztecas y Méxicas celebraban el nacimiento del Niño Dios Huitzilopochtli (Colibrí del Sur) simbolizando el nacimiento del nuevo Sol.
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El 20 de diciembre, el Niño Sol marchaba a Mictlán (Lugar de los Muertos) donde se transmutaba en colibrí para regresar al origen y renacer en la medianoche del tercer día después del Solsticio de Invierno. El Niño Dios Huitzilopochti, Sol Glorioso, Señor de todas las cosas, Protector del Hombre, Portador de la Luz, nacido de la diosa Madre Tierra Coatlicue, embarazada por medio de una bola de plumas azules que cayó del cielo.

En el siglo VII, en Japón, se celebraban las fiestas del resurgimiento de Amaterasu, diosa sintoísta del Sol, que habiendo sido recluída en una cueva, regresa de vuelta al Universo y vence a las tinieblas.
En la mitología helenística, Helios es el dios del Sol que a diario recorre el cielo en su carro de fuego tirado por cuatro corceles y trazando el ciclo diurno.

Feliz día del Sol InvictusDe su unión con la oceánide Clímene nació Faetón que, en su adolescencia, intentó imprudentemente conducir el carro solar, estrellándolo contra la Tierra e incendiándola.

Este mito está relacionado con el inicio de la renovación de la Naturaleza en el Solsticio de invierno.

En Sudamérica los pueblos originarios celebran el comienzo de su nuevo año en junio, en el solsticio de invierno (que es el de verano en el hemisferio Norte). Los pueblos andinos celebran el Inti Raymi (en quechua Fiesta del Sol), antiguamente llamada Wawa Inti Raymi (Fiesta del Sol Niño), era una ceremonia incaica y andina celebrada en honor de Inti (el dios Sol), que se realizaba cada solsticio de invierno (24 de junio en el hemisferio Sur) en la Plaza Hacaypata (Plaza Mayor del Cuzco), con la asistencia de la totalidad de la población de la urbe, tal vez unas cien mil personas.

A la llegada de los españoles, en 1572 el virrey Francisco Álvarez de Toledo prohibió esta fiesta (junto con las demás principales celebraciones originarias) por considerarla una ceremonia pagana y contraria a la fe católica. Se siguió realizando de manera clandestina, como protesta a la "extirpación de idolatrías".

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Una vez dada por concluida la invasión Española en América, aprovechando que los indígenas celebraban las fiesta en honor del nacimiento de Huitzilopochtli y el Inti Raimi, sus dioses del Sol, los evangelizadores se valieron de estas similitudes y sustituyeron los personajes, desplazando a los dioses prehispánicos y manteniendo la celebración, ahora del nacimiento de Jesús, dándole así características cristianas a las festividades de las religiones aztecas, andinas e incaicas, dando lugar al sincretismo de las religiones del México antiguo con el cristianismo, como hicieron con todas las tradiciones y lugares sagrados en los territorios invadidos o conquistados.

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Además, la Inquisición actuó con contundencia en su apostolado para persuadir a la población blanca a no desviarse de la fe católica; entre 1540 y 1700 el Santo Oficio de América española instruyó unas 5.700 causas y ejecutó a 72 personas, la mayoría judíos españoles.

En el solsticio de diciembre, en especial en las culturas romana y celta, se festejaba el regreso del Sol.

A partir de esta fecha los días empezaban a alargarse. Esto se atribuía a un triunfo del Sol sobre las tinieblas, que se celebraba con fogatas. Posteriormente la Iglesia católica decidió situar en esa misma fecha, el 25 de diciembre, la Natividad de Jesucristo, otorgándole el mismo carácter simbólico de renacer de la luz en el mundo. Actualmente no coincide la fecha de la celebración religiosa con el solsticio de invierno debido a los diversos ajustes de calendario realizados.

La mitología romana celebraba en estas fechas las Saturnales en honor a Saturno, y dentro de ellas el Sol Invictus el 21 o 22 de diciembre, día en que se producía el Solsticio de invierno.

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La transición de las Saturnales a la Navidad se prolongó durante varios siglos y en el año 567, en el Concilio de Tours se decretó el periodo festivo entre el 25 de diciembre y el 6 de enero. En cierta medida sigue siendo una fiesta profundamente ecléctica que incorpora mitos de todas las religiones.

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Roma recupera también a Dumuzi y Ningizida, fusionándolos en un solo dios, Jano, con dos caras opuestas, una mirando al pasado, otra al futuro; Entre estos dos rostros visibles está el rostro invisible del presente que mira al frente y se forma y desaparece a cada instante. Jano es el portador de las llaves que abren las dos puertas del cielo, la puerta de los hombres y la de los dioses, los dos solsticios, el de invierno y el de verano.

La función de Jano en el Universo es la custodia del ritmo y la armonía cósmicos. El mito narra que Saturno se refugió en el reino de Jano y le otorgó, en recompensa, la capacidad de observar el pasado y el futuro para decidir sabiamente.

Los germanos y escandinavos precristianos celebraban las Fiestas de Yule el 21 de diciembre, dedicadas al Solsticio de invierno y a la fertilidad, y el 26 de diciembre conmemoraban el nacimiento de Frey, dios nórdico del Sol naciente, la lluvia y la paz. Su hermana gemela Freya era la diosa de la fertilidad y el amor.

En estas fiestas adornaban un pino, que representaba al Yggdrasil o árbol del Universo. Con la llegada del cristianismo al Norte de Europa, éste adoptó esa costumbre, transformándose en el árbol de Navidad.

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El judaísmo celebra la Hanukkáh o fiesta de las luces, encendiendo una menoráh de nueve brazos durante ocho días.

Según el Talmud la Hanukkáh es la manifestación del Solsticio de invierno, de ahí, el motivo central de la fiesta: el encendido de la menoráh de nueve brazos, el triunfo de la luz sobre las tinieblas, el orden en el caos.

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Se conmemora también la independencia judía de los griegos seleúcidas y la reconsagración del Templo de Jerusalen que había sido profanado. En el año 168 aec, el tirano sirio Antíoco Epífanes envió a sus soldados a Jerusalén. Los sirios profanaron el Templo, el lugar más sagrado para los judíos, abolió el judaísmo, prohibió la celebración del Shabat y la circuncisión. Se instalaron altares e ídolos para la adoración de los dioses griegos y ofreció a los judíos dos opciones: conversión o muerte.

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El islamismo celebra la Ashura, un día de ayuno para los musulmanes sunitas que conmemoran la liberación del pueblo de Israel de manos de los egipcios.

Para los chiitas​ es un día de dolor y lamentaciones, recuerdan el asesinato del Imán Hussayn ibn Ali, hijo de Fátima, hija de Mahoma, al que consideran sucesor legítimo del profeta, del que era nieto. Hussáin murió junto a sus seguidores en la batalla de Karbalá en el año 680. Esta celebración de los chiítas se parece más que a la Navidad, a la Semana Santa cristiana.

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El Día de Ashura es recordado por millones de personas en todo el mundo, muchas de ellas visitan el santuario de Hussain Ibn Ali en Karbalá, donde está enterrado, para rendirle homenaje y participar en grandes concentraciones pacíficas en las que recitan poemas en memoria de Hussain y su sacrificio.

Los budistas consideran a Jesús uno de los grandes maestros que ha tenido el mundo, un maestro que trajo un importante mensaje de paz, y celebran su nacimiento.
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El cristianismo, en su periodo de arraigo social, prohibía la celebración de las fiestas que se realizaban en la mayoría de las provincias romanas, y ante la imposibilidad de erradicarlas de forma eficaz, iniciaron un proceso de transformación de los mitos politeístas sumerios, babilonios, egipcios y grecorromanos, trocando dioses en santos y otorgándoles un carácter sagrado cristiano.

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Como ejemplos de ello, se asimiló a María con Isis, a Jesús con Horus; a Hermes, mensajero de los dioses con el arcángel San Gabriel, el anunciador, el mensajero de Dios.

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Otro ejemplo es el arcángel San Miguel, defensor del Bien contra el Mal, conductor de las almas de los difuntos ante Dios, que pesará las almas humanas el dia del Juicio Final, con Anúbis, conductor de las almas de los muertos ante Osiris y que pesa las almas en el Juicio, también con Caronte, el barquero del Hades.
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Las funciones que tenían los dioses y héroes de todas las cosmogonías anteriores fueron asumidas por el cristianismo en un amplio panteón celestial mitológico de tipo piramidal, con un único Dios en la cúspide.

Tres jerarquías de ángeles (Serafines, Dominaciones y Ángeles), seres perfectos dotados de inteligencia y voluntad con funciones colectivas y particulares en algunos casos como es el de los arcángeles, custodiaban el trono divino. Los Serafines son los ángeles de mayor jerarquía, cantan sus alabanzas a Dios y regulan el movimiento del Cielo y son los guardianes de la Luz y las estrellas.

De esta forma el pueblo seguía celebrando sus fiestas pero ya asimiladas a esta nueva religión en proceso de arraigo y crecimiento, eliminando el culto diferente, denominado pagano, en favor de la perpetuidad de sus nuevos ritos y festejos.

Católicos, anglicanos, ortodoxos y algunas comunidades protestantes conmemoran el nacimiento de Jesucristo en Belén el 25 de diciembre, cuando ocurría el solsticio de invierno según el calendario juliano.

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La mitología cristiana celebra la Natividad de Jesús transformando adecuadamente dos mitos, el mito de Mitra, y el mito de Isis, otorgando carácter divino a Jesús en el Concilio de Nicea de 325, en que los Atanasistas ganaron en votos a los Arrianistas, defendiendo esta divinidad; y posteriormente, en el Concilio de Constantinopla de 553, se otorgó a María la virginidad perpetua.

Primer Concilio de Nicea.
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Transformaron también al dios Jano bifronte romano en los dos San Juan, el Evangelista y el Bautista, las dos puertas del cielo, el Solsticio de invierno y el Solsticio de verano, y celebrando sus efemérides el 27 de diciembre y el 24 de junio respectivamente.

La razón humana basada en la observación de los hechos cotidianos percibió los movimientos astrales y los asoció con los procesos naturales, el hombre se percató de la relación entre el calor y el frío estacional con la germinación de las plantas y las cosechas, la influencia de la lluvia o de la sequía, y su imaginación transformó la efeméride primigenia del Solsticio de invierno, en mitos cada vez más complejos, en los que vertía esencialmente sus miedos y sus deseos de infinitud y eternidad, a medida que los creaba las religiones los convertía en dogmas de fe para generar una cosmogonía en la que sustentar sus cultos y sus ritos.

Las religiones antiguas eran filosofías naturales o astroteologías, basaban sus rituales en la observación de la naturaleza y de los astros, y concebían al hombre y a la Naturaleza como un reflejo del macrocosmos (el segundo principio hermético de correspondencia del Kibalión, atribuído a Hermes Trimegisto: Lo que es arriba es abajo, lo que es abajo es arriba.

El Sol era la divinidad que sufre todo tipo de lances y circunstancias adversas en su viaje anual, incluyendo el descenso al inframundo (la Duat de los egipcios, el Hades de los helenos, el Helheim, reino de la muerte del Yggdrasil de los nórdicos, el Dy Yu de los chinos, el Mictlán azteca o el Yomi sintoísta), triunfando finalmente la luz y la renovación de la vida, el renacimiento. El ser humano entonces es un pequeño Sol que soporta arquetípicamente las mismas transformaciones que el astro Sol y se convierte en el héroe inmortal de su propia evolución espiritual.

Las religiones han servido a la humanidad fomentando el desarrollo espiritual de sus fieles según su código moral, pero también se han servido de ella para perpetuarse cada una en constante intolerancia con las otras.

Así, en lugar de unir a los hombres los han separado; en lugar de imponer la paz han generado discordia, y el desarrollo de cada una de ellas está manchado de la sangre de sus rivales, enemigos imperdonables e irreconciliables. Existe una lucha irracional del fanatismo contra todo cuanto pueda destruirlo, provocada por el miedo a la Razón, a la Libertad y a la Igualdad.

Un lugar en la Tierra es el ejemplo de que tres credos de raíces similares y de cultos parecidos, pudiendo tener un nexo común y convivir en paz y concordia, están en constante pie de guerra: Jerusalén, la ciudad sagrada para los tres grandes credos monoteístas actuales.

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Toda su historia se construye sobre guerras de religión, hoy, el Monte del Templo, alberga espacios sagrados para los tres credos: el Muro de las Lamentaciones (para los judíos), la iglesia del Santo Sepulcro (para los cristianos), y la Cúpula de la Roca (para el islam).

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A pesar de ello, en el fondo palpita el conflicto casi irreductible de la intolerancia, capaz de generar la mayor de las crisis posibles entre los hombres, la guerra.

Es como un volcán dormido que, humeante, amenaza con una erupción violenta de consecuencias fatales. Sólo la modestia, la prudencia, la generosidad y la tolerancia de cada una de las partes con las otras, pueden hacer la convivencia pacífica y en concordia.

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Estas virtudes, por ser humanas, cívicas y laicas, emanan de la Razón y esencialmente de la Inteligencia humana, para ser colectivas y globales deben ser la práctica habitual individual de cada ser humano, allí donde esté, en el entorno, las condiciones y las circunstancias en que se halle.

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Y aun así, necesitan el concurso de otras dos grandes virtudes: la Confianza en la Humanidad y en la posibilidad de encontrar la felicidad en este mundo y en esta vida y no en mundos o vidas postmortem virtuales, y la Solidaridad, condición sine qua non para el establecimiento de la Igualdad entre los seres humanos.

Feliz Hanukkáh, feliz Ashura, Feliz Navidad, Feliz Solsticio de Invierno.

Vicente Hernández Gil, 21 de diciembre de 2017.

Si me olvidara de ti, oh Jerusalén,

pierda mi diestra su habilidad.

Mi lengua se pegue al paladar

si de ti no me acordara,

si no te pusiera oh Jerusalén

en la cumbre de mi gozo.

Salmo 137

Fuentes: Historia de las religiones, Mircea Eliade / Wikipedia / Diccionario de Mitología Griega y Romana, Christine Harrauer /


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